tribuna

La pandemia de ‘sinturismo’

Hace siete meses del primer caso de coronavirus en España, detectado en Hermigua (La Gomera), la arcadia de don Virgilio Brito, que me empapó de etnografía y de los arcanos de El Cedro en la prehistoria o en los orígenes de los tiempos que le han tocado a uno vivir. Y se cumple medio año del confinamiento del hotel de Adeje. 2020 se nos ha ido de las manos como un puñado de arena. Calima y coronavirus. La imagen que guardo del comienzo de esta mala racha es un cielo polvoroso y una parada de guaguas. En medio de la calima una vecina de Valleseco me predijo: “Tengo alergia y asma, pero no tardará en ser un mal de todos”. Llevaba puesta una mascarilla que resultaba extemporánea (inocentes que éramos). Venimos del oscurantismo y el temor, y se suman las ganas de cambio, en una sorprendente oportunidad para partir de cero, que es el valor de moda. El cero con distintas acepciones. Cero turístico. Gastronomía kilómetro cero… Detrás de la tormenta de arena, como digo, vino el miedo y ahora se impone esta necesidad imperiosa de hacer planes de futuro. Un empresario y un joven economista del Gobierno, sin lazos en común, han confluido en las páginas de DIARIO DE AVISOS a la hora de pedir una transición económica. El cambio de modelo tras el apagón turístico. No son capítulas de las horas canónicas. Son cosas de comer de dos millones de personas. El veto inglés encendió todas las alarmas.
Bueno, estamos en la peor hipótesis, el virus se ha salido de madre. Las Islas (Gran Canaria lidera la segunda ola, como Tenerife acaparó la primera) multiplican los contagios sin freno y hasta el dron hará de gendarme del confinado que se salte la cuarentena, que, al parecer, es lo que se prodiga entre insensatos. ¿Qué nos compete hacer en mitad de esta febril espiral, para no solo lamernos la herida? Está bien llevar en tour a diputados y senadores por los hoteles de secano, incluso a pesar de la sospecha de esa pinza de la patronal con CC, pero alguien debería hacer un alto y tener en cuenta algunas consideraciones vertidas en este periódico: la entrevista de Clara Morell al empresario Amid Achi, hace dos domingos, y la efectuada este viernes por Jorge Berástegui al economista David Padrón, director general de Investigación y Coordinación del Desarrollo Sostenible del Gobierno canario. Entre ambas se extiende un puente, de la empresa privada a lo público, sobre el cambio de modelo en clave disruptiva. ¿Y si nos planteamos reducir un 30% de turistas de aquí a 2030?, reta Padrón como quien no quiere la cosa. ¿Y si montamos en las Islas una zona bancaria libre con África?, desenfunda el empresario sirio afincado en Tenerife.
El coronavirus nos ha colocado ante una secuencia de precipicios, a cual más aterrador. El jueves, alcanzado el funesto récord de los 300 y pico nuevos positivos (y dos muertos), hice algunas averiguaciones. Una docena de distritos con más de 100 casos por cada cien mil habitantes (de Gran Canaria y Lanzarote) son carne de confinamiento si no revierte la propagación. Pero la economía no volverá a dormir siestas ni a hibernarse. ¿A qué esperamos, entonces, para reaccionar? “Dense prisa, por favor, ya es hora”, repitamos con T.S.Eliot en La tierra baldía que nos recuerda a este tiempo descaecido. Todo apunta a que ha llegado la hora, dense prisa, por favor.
La economía nunca espera, queda anclada como la calima, y que el alisio aparezca cuando le dé la gana. El mundo enfermó y esta maza barreteada y su máscara son la caricatura del planeta atónito con forma de coronavirus. En las famosas fiestas de invierno se prohibía ir con la cara tapada. Ahora es obligatorio, a falta de remedio. De este sueño (cuando despertó, el virus todavía estaba allí) solo nos sacará la dichosa vacuna, como dice Amid Achi. La modorra dura desde febrero, bajo un cielo color sanguina, cuando la gente celebraba en la calle el último carnaval con máscara voluntaria. Y un malévolo tahúr le dio el cambiazo a nuestra entrañable vieja normalidad que parecía indestructible. Cuando el virus se entrometió en nuestras vidas y no le dimos importancia (así comienzan las peores desgracias, con nuestra indiferencia) teníamos el susto entretenido con la calima y los bailes temerarios de la Plaza de España.
Una de aquellas gelatinosas noches saltó la liebre en el H10 Costa Adeje y fue el último hotel que vimos lleno de turistas. Hoy nos desconsolamos. Con vacuna, esto será otra cosa. Será como salir a la calle con chaleco antibalas. Y la economía y los colegios lo agradecerán. Ahora, fin de agosto, se reanuda la actividad laboral, escolar y política. ¿Pero volverá el turismo por sus fueros? El turismo cero corre el peligro de convertirse en una profecía autocumplida. Ahora mismo en muchas partes del mundo hay una pandemia de sinturismo. Unos cuantos sectores cruciales están en ruinas, en su Partenón particular. No habíamos dado la importancia que tenía al público, el de los teatros y estadios, de los aviones y hoteles, el que daba sentido a la movilidad y a la vida. Pero no hay más leña que la que arde. No hay turismo a corto plazo. Es como una sequía. Estamos a millones de metro y medio de todo. El turismo no es un constructo tan sólido como presumimos en nuestra apacible visión holística del mundo anterior al coronavirus. Este ha sido su Talón de Aquiles. Si el cero turístico va para rato, Canarias se tendrá que reinventar, cambiar de mantra, si no de nombre. Reformatear el modelo no será fácil e indoloro. Es el caballo principal que ha tirado de esta cuadriga desde hace más de medio siglo. Acaso mucha gente ha decidido dejar de viajar por mucho tiempo. Abaratan sus costes, abarrotan playas, si las tienen, y consumen Covid local. Estamos quizá en el umbral de un fenómeno desconocido: un mundo sin turismo foráneo, como sin relaciones interpersonales, el tiempo que dure el canguelo. ¿Podemos emplazar a los gobernantes a traer a los turistas cogidos por la oreja? ¿Están viniendo los alemanes, que nos han perdonado la vida? ¿Viene el turismo peninsular a raudales, libre de cuarentena? ¿Qué dicen los oráculos del futuro económico de Canarias tras perder en un solo trimestre más de 30 puntos de PIB? Que hablen los dioses locales de la economía y la empresa, los números 1, y nos saquen de esta controversia cuanto antes.

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