tribuna

Messi acabó de deshojar la margarita

Messi estaba incómodo en el Barça y se va porque puede hacerlo. Quiero decir que tiene la suficiente autonomía económica y el prestigio profesional para ir a donde quiera sin que le aten otras cuestiones que le impidan respirar en libertad. No sé cuáles son las razones últimas que le llevaron a tomar la decisión. Puede ser que el detonante esté en el escandaloso 2-8 frente al Bayern, pero debe haber otras cosas, como la crisis de Bartomeu, el nefasto fichaje del entrenador, o quizá el irrespirable ambiente de la Barcelona independentista que, de la noche a la mañana, se ha visto desposeída de su carácter amable para convertirse en el predio de un Torra bastante mediocre e inútil para todo aquello que no tenga que ver con el objetivo final del soberanismo. Tal vez es una mezcla de todo.

Lo que no se puede poner en duda es que lo ha hecho en un pleno ejercicio de libertad. No se siente a gusto y se va. También es probable que note cómo el barco se hunde y lo abandona antes de compartir ese fracaso colectivo. Esta tendencia a la fuga no viene sola, por lo que estoy seguro de que a estas deserciones se sumarán otras. Pujol ha felicitado al argentino, en un intento de desligar el barcelonismo del catalanismo, cuando todos sabemos que, en muchos aspectos, se trata de la misma cosa.

Es listo el nano y se nota que todavía sabe mover los hilos y manejar el timón en una nave que se va a pique después de que tomaran el mando los Artur Mas, Puigdemont y Torra. Que nadie ligue el fracaso del fútbol con el del proyecto político al que también, quiéralo o no, está ligado irremisiblemente.

En Madrid, el presidente Sánchez ha pedido unidad a sus ministros. ¿Qué es lo que teme? Hay discrepantes que no tienen nada que perder, que mantienen sus expectativas profesionales intactas, y no se verían obligados a retornar a dar clases de gimnasia. Son personas que disfrutan de un prestigio comparable al de Messi, y que en cualquier momento estarían dispuestas a hacer la maleta y decir bye bye, con tal de mantener una coherencia con su libertad y sus convicciones.

Margarita Robles, por ejemplo, se ha manifestado sobre la conveniencia de la transparencia en lo referente a la comparecencia de Pablo Iglesias en el Congreso para explicarse. No basta con arremeter contra los jueces ni con buscar el currículum de los miembros del Tribunal de Cuentas, ni con asegurar que su partido solo está investigado por rumores. Algo más habrá visto su señoría.

Como la ministra de Defensa entiende de eso, y seguramente haciendo una manifestación corporativista de los de su oficio, ha dicho que, en lugar de atrincherarse detrás de los medios y las redes sociales, iniciando un extraordinario proceso de aceleración agresiva por parte de los pocos forofos que le quedan, debería dar explicaciones en el ámbito parlamentario, que es donde reside la auténtica representación del pueblo.

A Sánchez no le queda otro remedio que arropar a su vicepresidente segundo, pero esto no es suficiente para serenar a los demás miembros del ejecutivo. Los hay que tienen su corazoncito y su desconsuelo y estarían dispuestos a abandonar el barco antes de que se hunda definitivamente, como ha pasado con Messi en el Barça de Bartomeu, de Cataluña, o de lo que sea.

A veces me ponen los comentarios a huevo. Es extremadamente fácil hacerlo, aunque luego me intenten desautorizar diciendo que practico el bulo, sobre todo en esta jornada calurosa de finales de agosto en donde veo juntas las dos noticias en mi versión digital de El País: “Sánchez avisa a sus ministros de que vienen meses muy duros y les pide unidad”. Justo al lado: “La tercera salida de Messi, de la servilleta al burofax”.

Que me perdonen los que no aprecian estas coincidencias. Cada día tengo que buscar un símil para retratar la situación en busca de exponer una opinión en libertad. No soy culpable de encontrarla en los titulares de un periódico ajeno a toda sospecha.

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