puerto de la cruz

Un obrero del arte con suerte

José Guerrero, ex bailaor y aficionado a los toros, puso el flamenco en la vida nocturna del municipio en pleno auge del turismo

José Guerrero Romero, ‘pepe’, como lo conocen familiares, amigos y vecinos, puso el flamenco en la vida nocturna del Puerto de la Cruz cuando el municipio era la cuna del turismo en Canarias.
Natural de Sevilla, Pepe llegó a la ciudad turística en la década de los 70. Lo hizo de la mano de José Sotomomayor, antiguo dueño del Parque San Antonio y concesionario del bar Dinámico, quien lo vio bailar en Sevilla y le ofreció venir a actuar al hotel.

Aceptó la oferta y después de un año conoció a su mujer Tere, una portuense con quien lleva 49 años de casado y a la “que volvería a elegir sin dudarlo” para compartir su vida.

Sin embargo, Pepe se adentró en el baile por casualidad, de la mano de su hermana Lolita Guerrero, una cantaora de la copla que tenía una compañía de espectáculos y le ofreció irse con ella a Ceuta para quitarlo de la “mala vida” que llevaba por culpa de su afición a los toros, aunque en realidad eso lo supo muchos años después.

Los toros fueron siempre la pasión de Pepe, que todavía mantiene y que ha marcado gran parte de su vida. Asegura que nació con “el gusanillo” y a los 9 años ya se iba a entrenar con los toreros en su ciudad, pero al no haber una escuela taurina, la única manera de participar de una corrida era ir a otras ciudades de España y eso hizo. A los 11 años se escapaba de su casa con lo puesto y se escondía en los trenes para acudir a hacer tentaderos o capeos pese a la preocupación que le daba a sus padres y a sus ocho hermanos.

A veces “estaba reventado” por la fiebre que le producía dormir a la intemperie en los campos o por “las palizas” que le pegaba la Guardia Civil cuando lo descubrían metido en las fincas. Aventuras que compartía con varios amigos, algunos de los cuales después llegaron a ser famosos, como Palomo Linares o Blas Romero, más conocido como ‘El Platanito’. “Todos lo lograron menos yo”, bromea.

Su apodo en el mundo de la tauromaquia era ‘romerito’. Cuando cumplió 18 años, ya por obligación o por hartazgo, su padre le firmó el carné de torero para que se pudiera dedicar de forma profesional. Mientras tanto trabajó como aprendiz en varias fábricas que lo apoyaron y finalmente se fue a Ceuta con la compañía de su hermana.

“Gracias a ella podíamos comer mejor porque todo lo que ganaba era para la casa y por eso no le pude negar ese favor y me fui con ella”, cuenta.

A partir de ese momento empezaron las giras por toda España y pese a que nunca había pisado una academia de baile, empezó a bailar “a fuerza de las circunstancias” hasta compartir escenario con artistas conocidos como Manolo El malagueño, Lolita Reina y varios más.

Su hermana dejó la compañía por motivos familiares así que él decidió a montar la suya con su propio nombre. Iba a los tablados, a las fiestas y llegó a actuar en Los Tarantos, el tablado más importante y antiguo de Barcelona.

El mismo éxito consiguió en Tenerife. Sus espectáculos recorrieron los hoteles más importantes de la Isla. Recuerda que en el Sur solo habían dos establecimientos en esa época, el Gran Tinerfe y el Europe y llegó a inaugurar casi todos los que se construyeron a posteriori.

Después del primer año de casado decidió volver con Tere a Sevilla pero solo se quedó un año porque allí la competencia era feroz y como artista, estaba “por debajo” de grandes figuras.
Pepe dejó el baile porque en plena función, una de las bailaoras le dijo que su madre acababa de fallecer y cayó al suelo. Desde ese momento, cada vez que volvía a bailar, le temblaban las piernas y ya no pudo seguir.

“Pero como de algo tenía que vivir” puso el tablado flamenco El Rincón Andaluz, en la calle Cólogan. Su apertura coincidió con el primer año del Festival del Cine Ecológico del Puerto de la Cruz, en 1982, y consiguió que Paco Rabal y la actriz Patricia Adriani lo inauguraran aunque por cuestiones burocráticas nunca tuvo la licencia de apertura y se vio obligado a cerrarlo.

Por la misma razón, montó Producciones Pepe Guerrero, en la Avenida Betancourt y Molina, con la que consiguió traer a la ciudad a bailaores y artistas de prestigio porque con el boom turístico “era raro el hotel que no tenía un buen espectáculo”.

En una segunda etapa, logró que Los Morancos, María del Monte y Sonia y Selena, entre otros, actuaran en el desaparecido Parque San Francisco. Una etapa de la que siente orgulloso y al mismo tiempo agradecido por la ayuda que recibió de los directores de los hoteles así como de varios alcaldes y concejales de Fiestas de varios municipios del Norte de la Isla.

Dicen quienes lo conocen y trabajaron junto a él que era una persona muy seria, responsable, y sobre todo homilde, que nunca cayó en “las tentaciones” que ofrece el ocio nocturno.

Él tampoco se considera un artista con mayúsculas. Por el contrario, se define como “un obrero del arte con suerte”. Eso sí, “me respaldé con muy buenos artistas, los mejores, y eso ayudó a que mis espectáculos tuvieran calidad”, sentencia.

En su pasado como artista también cuenta su participación como extra en la película Los duendes de Andalucía, de la directora Ana Mariscal, con Sancho Gracia como uno de los protagonistas.
En abril de 1974, cuando estaba en Lisboa, le cogió la Revolución de los Claveles, el levantamiento militar que provocó la caída del gobierno de ese país, que no convocaba elecciones democráticas desde 1925.

“Allí no pasó lo que la gente decía, yo no ví ningún muerto, solo una viejecita que le metió el pico de un paraguas a un policía”, precisa. Estuvo encerrado con dos bailarines y el guitarrista en una pensión en la plaza Sevilla durante seis días sin poder salir. Acudió a la embajada Española para ver si podía tener noticias de su familia pero le habían prendido fuego. Iba a encontrarse en Badajoz con su mujer, que se había quedado en Andalucía, pero “por suerte” su padre no la dejó salir de Sevilla.

Hace diez años cerró la compañía, luego abrió una inmobiliaria y acto seguido, se jubiló. No quiere decir su edad exacta. Vanidad del artista, que le dicen. Tras muchos años de sacrificio en los que no supo lo que era pasar con su familia una nochebuena o un fin de año, ahora disfruta de ella y de una nieta de su mujer, Sofía, “que lo tiene loco”.

Tiene el corazón partido entre Sevilla, donde vuelve una o dos veces al año, y Puerto de la Cruz, donde lleva 51 y se siente como un portuense más.

Su gran frustración es no haber podido ser torero. En su casa tiene “un pequeño museo” con una cabeza de toro, trajes, fotografías y otros objetos. Su ídolo es Curro Romero, “hasta mi apellido lleva”, subraya.

No obstante, reconoce que de haber seguido en su empeño hubiera terminado como banderillero, cobrando dos duros. “Viví lo mismo que ‘El Cordobés’, pero él tuvo más suerte que yo, aunque ahora mismo, con todo lo que he pasado, no lo cambio por nada. Por eso le estoy muy agradecido a mi hermana por haberme quitado del peligro”, declara por último.

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