despuÉs del paréntesis

Uno y otra

Los psicólogos supeditan la relación estable de pareja a tres palabras incontrovertibles: pasión, compromiso e intimidad. Se dirá que el hecho de compartir la vida con otro u otra apunta a la elección y a la responsabilidad.
Y nunca está alejado de problemas. Vivir de ese modo es difícil. Y lo que asume el porqué de la intriga es la triple dimensión de esta historia: [1] el gemido de la especie desde el homo sapiens, negarnos a la soledad; [2] otra de las condiciones humanas, la reproducción, y eso en la lex comunal (Estado, Iglesia…) se ha impuesto por contrato entre las partes; [3] lo tercero revierte los registros: somos seres singulares, asumimos la diferencia como principio, diferencia que nos hace únicos por los siglos de los siglos, nadie se repite en la historia del cosmos. Y sin embargo, por razones genéticas o por razones circunstanciales, nos compartimos. De donde suenan las tres palabras antedichas: pasión, compromiso e intimidad.
La pasión es irrefutable. Sin la tensión sexual la pareja no existe. El compromiso igual porque con semejante actitud los miembros que comparten la juntura dan a entender eso escrito de lo único. De lo cual se sucede (ha de sucederse) el respeto a lo disímil, que el allegado no soy yo, incluso es mi media naranja complementaria. Y la intimidad sustancia el registro de la mentada soledad. Y ello alcanza a dos principios categóricos: la sinceridad y la lealtad.
Mi hijo me informó de los casos: tres amigos que, por la pandemia, han visto destruidos sus matrimonios. ¿Qué concilia la disolución? Fallos explícitos. La Covid ha restringido la relación no solo a un espacio cerrado (la casa), sino a un tiempo consolidado.
Ello lleva a corroborar lo que la relación muestra: lugar exclusivo y tiempo estanco. Tal cosa hace resistir la capacidad de acuerdo de algunas mujeres y de algunos hombres. Es decir, aunque se haya satisfecho el pacto y como tal pacto legal haya de disolverse en el juzgado, tal encomienda existe. Ni la premisa sexual aguanta la repetición con la misma persona, ni ha de someterse al rigor el que uno sea la antítesis de quien lo divide, ni es presumible que los secretos no se correspondan con los secretos ni que un punto de traición venga mal.
Así nos mostramos los mortales y las mortales. En condiciones normales suele suceder en verano; la Covid sentencia por lo que es.
Eso somos.

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