el sauzal

“La mascarilla es el mayor obstáculo al que me he enfrentado”

Guacimara García Saavedra es la primera directora sorda de España y desde hace seis años tiene la responsabilidad en el CEIP de Ravelo, donde también ejerció como maestra de Infantil
Guacimara es directora desde hace seis años en el CEIP Nuestra Señora de Los Ángeles, donde ahora se enfrenta a un nuevo obstáculo, las mascarillas que le impiden leer los labios de sus alumnos. Tony Cuadrado
Guacimara es directora desde hace seis años en el CEIP Nuestra Señora de Los Ángeles, donde ahora se enfrenta a un nuevo obstáculo, las mascarillas que le impiden leer los labios de sus alumnos. Tony Cuadrado
Guacimara es directora desde hace seis años en el CEIP Nuestra Señora de Los Ángeles, donde ahora se enfrenta a un nuevo obstáculo, las mascarillas que le impiden leer los labios de sus alumnos. Tony Cuadrado

Cuando Guacimara nació sus padres pensaban que era autista porque casi no hablaba, emitía sonidos y señalaba todo. Fue su abuelo quien descubrió que era sorda. Al cumplir los cinco años decidieron llevarla a un especialista y el otorrino les confirmó que tenía una hipoacusia bilateral severa profunda, con una pérdida del 90% del oído izquierdo y del 70% del derecho. “y que no iba a ser nada en la vida”. Es más, les advirtió a sus progenitores que solo llegaría a Quinto de Primaria.

Su madre se levantó enfadada de la consulta hasta el punto que la secretaria salió corriendo detrás de ella para que le abonara pero no lo hizo con el argumento de que “ese hombre no era nadie para decirle que su hija no iba a llegar a nada la vida”.

Lo que no supo ese médico es que en el fondo le había hecho un favor y que tres décadas después había conseguido, con mucho esfuerzo y empeño, estudiar una carrera universitaria y convertirse en la primera directora sorda de España, un cargo que ejerce desde hace seis años en el CEIP Nuestra Señora de Los Ángeles, en el barrio de Ravelo, El Sauzal, donde también trabajó como maestra de Infantil y da clases de Ciencias Naturales a los cursos superiores

Guacimara García Saavedrar, o Guaci, como la conoce toda la comunidad educativa, siempre tuvo el apoyo de sus padres y su hermana, 16 años más pequeña, y de su marido, “que es quien sufre el día a día”, y el culpable de que dejara su isla de origen, Gran Canaria, y decidiera venir a vivir a Tenerife.

Asegura que nunca se sintió discriminada pese a que las cosas no le fueron fácil. A los seis años, cuando le pusieron los audífonos empezó a hablar, oír y a comunicarse correctamente.

En el colegio siempre se sentaba en las primeras filas y suspendía lengua. Nunca se sintió discriminada, ni por sus compañeras y tampoco por sus profesores, pero no oculta que le costó y que sacó los estudios de Primaria “raspando”.

Empezó el instituto y la historia se repitió, pero allí estaban sus padres, su hermana, sus amigos y su voluntad y tesón, por sobre todas las cosas, en una época en la que no había mediadores comunicativos ni intérpretes en lengua de signos, y otros recursos, como audífonos de última generación, que son los que lleva actualmente. Le permiten hablar por el móvil y escuchar música al mismo tiempo y son imperceptibles a los ojos de cualquiera pero sin los cuales no escucha “absolutamente nada”, como le ocurre cuando va a la playa y tiene que quitárselos.

Repitió COU y cuando llegó a la universidad se encontró con otro problema: el inglés. “Me ponían audios que me resultaban muy difícil de escuchar y aprobaba siempre con un cinco, la nota justa”, comenta.

Sin embargo, ello no fue un impedimento para continuar estudiando idiomas, todo lo contrario. El año pasado cursó el B1 de inglés online y solicitó que un profesor que le hiciera el examen porque así lo contempla la normativa, y está empeñada en sacar el B2. “A día de hoy, las personas sordas e hipoacúsicas -la diferencia reside en el grado de intensidad de la pérdida auditiva- todavía tienen que luchar contra un montón de obstáculos porque el mayor problema es que ambas son discapacidades invisibles. Mi sordera solo la notan quienes viven y trabajan conmigo”, apunta Guacimara.

El día a día también es complejo. Muchas veces se olvida de cambiar las pilas de los audífonos, no escucha el teléfono fijo del colegio o las pitas de los coches si va la bicicleta y en los aviones tampoco se entera si avisan de un cambio de puerta por altavoz y no aparece en pantalla.

Una lucha continua

“Siempre estás luchando, no paras nunca y eso que en los últimos cinco años mi calidad de vida auditiva ha cambiado un montón gracias a los audífonos, pero son muy costosos, llegan hasta los 7.000 euros, y no están al alcance de cualquiera”, indica.

Cuando fue por primera vez a una asociación de sordos, le dijeron que al ser hipoacúsica tenía que elegir: “o eres del mundo de los oyentes o del de los sordos”. Tenía 13 años y su entorno era un mundo de oyentes así que eligió y se acostumbró a vivir entre ambos. Eso le ha permitido desarrollar una gran habilidad para leer los labios. “Mientras me mires a la cara puedo mantener una conversión sin problema, aunque subo y bajo el tono de voz”, explica.

Ahora, a todas sus dificultades cotidianas se le ha añadido un nuevo problema como consecuencia de la pandemia de Covid-19: las mascarillas. “Es el mayor obstáculo al que me he enfrentado”, confiesa.

Se ha hecho confeccionar mascarillas inclusivas que llevan un vinilo transparente que permite la lectura labiofacial a las personas sordas. Tiene una pila en la mesa de su despacho para todo aquel que tiene que hablar con ella y no quiere mantener las distancias de seguridad.

El primer día de clases sucedió lo que ella temía con los niños, tuvo que acercar su oído a las pequeñas bocas llenas de dinosaurios y todo tipo de dibujos después de preguntarles tres veces: “¿perdona, qué dices?”. A veces hacía que les entendía.

Tampoco este curso escolar podrá dar clases de Ciencias Naturales a los cursos superiores, como ha hecho hasta ahora, y se quedará solo con la Dirección aunque seguro que encuentra una solución “porque no deja de darle vueltas a la cabeza” y ganas no le faltan.

Lejos de quedarse atrás o de quejarse, Guacimara ha tirado siempre para adelante. Su primer destino como maestra fue en Playa Blanca, Lanzarote, que eligió justamente para ver cómo se desenvolvía. En verano se atreve con todo tipo de aventuras, desde buceo hasta parapente para decir “pude, puedo”, porque piensa cuántas personas sordas se habrán quedado en el camino sin intentarlo.

Por eso, esta mujer de intensos ojos azules pide “que nunca nadie les diga a las personas con discapacidad que no van a ser nadie en la vida. Mi madre porque luchó, pero hay muchos que no pueden y de no haber sido por ella me hubiese quedado en Quinto de Primaria”, sostiene.

Mascarillas inclusivas para el alumnado sordo

Guacimara García dice que si algo la caracteriza es “ser una cabezota”. Gracias a su insistencia ha conseguido que la Federación AICE de Barcelona, le done 20 mascarillas para usarla el alumnado de una clase en la que hay un niño sordo que se suman a las que ella adquirió y que se elaboran en Tejina

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