Aunque los méritos de Madrid por encabezar cualquier lista de calamidades son indudables (suben de nuevo todas las incidencias de casos por 100.000 habitantes, suben los ingresos hospitalarios, las UCIs, los fallecidos…), hay al menos otras siete comunidades autónomas con una situación más que delicada en este momento.
Algunas de las razones se veían venir: aumento de densidad en grandes centros urbanos, vuelta a las oficinas donde no todo el mundo lleva mascarilla, visitas a familiares que a su vez se han juntado con grupos distintos… Lo que siempre ha sido septiembre, y no se ha preparado convenientemente. Igual que Madrid está eclipsando al resto de España, la famosa “vuelta al cole” ha eclipsado de alguna manera el regreso a la normalidad como un todo y el daño en determinadas regiones está siendo tremendo.
Tomemos por ejemplo Navarra. Es cierto que su baja población hace que los porcentajes suban y bajen con facilidad, pero la situación se ha complicado muchísimo en las últimas semanas. Después de un mes de julio movido -en Navarra se vivieron varios de los primeros rebrotes, vinculados en principio con la celebración oficiosa de los Sanfermines en varios barrios de Pamplona-, agosto había traído al menos algo de estabilidad.
Pero en septiembre nos encontramos con un panorama tremendo: la incidencia acumulada llega a los 558 casos cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días… y lo peor es que el indicador más temprano, el de los últimos 7, supera ya los 300. Solo Madrid se mueve en esas cifras y solo Aragón lo ha hecho en algún momento de esta segunda ola.
Tras Navarra, nos encontramos varias regiones en apuros, no solo por su volumen actual sino por su tendencia (País Vasco, por ejemplo, mantiene una incidencia brutal, pero parece haberla controlado en los últimos diez días). Las dos Castillas muestran un crecimiento constante, más acusado en el sur que en el norte, como ya sucedió en la primera ola.
Tampoco se pueden explicarse las altas incidencias en La Rioja (420,14) o Murcia (326,86) por su cercanía con la capital, salvo que volvamos a las tesis de los malvados madrileños contagiosos que inundan La Manga con el virus. El turismo, en general, no ayuda, pero no puede ser la única explicación. Tampoco sirve para justificar los altos números de Extremadura ni, sobre todo, su tendencia al alza en las últimas tres-cuatro semanas.
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