el charco hondo

Mesa 33

Serena trata el pasado como tratan las moscas el cristal de una ventana: lo recorre arriba y abajo, se golpea con él la cabeza, se agota tratando de encontrar en él alguna luz, sin darse cuenta de que la luz y el cristal son dos cosas distintas. ¿Esto de la mosca y el cristal es tuyo? -me preguntó el virus. Qué va, se lo leí este verano a Enrique de Hériz y me acordé de ti, por tu culpa de marzo a esta parte somos moscas golpeándonos contra un cristal -le respondí. Han pasado setenta y un días desde la última vez que nos escribimos, deduzco que retomas el Diario del aislamiento -me dijo-. He descartado reabrir el diario, aspiro a romper el monólogo que nos impones, creo que debemos sembrar normalidad para sobrellevar tanta anormalidad. ¿Qué te cuentas? -me escribió el virus, con esa arrogancia suya. Te cuento que sigues ganándonos la partida, has conseguido que el largo plazo quede reducido al minúsculo espacio temporal que dibujan las veinticuatro horas siguientes, contigo persiguiéndonos por las esquinas verbalizamos en presente discontinuo o futuro hipotético, hablamos en condicional, barajamos sin confirmar, planificamos sobre barras de hielo, damos dos pasos retrocediendo cuatro o cinco, vamos un minuto por detrás de ti, a remolque, incapaces de dimensionar lo que se avecina en apenas semanas o meses porque jamás hemos gestionado algo parecido, especialmente aquí, en las Islas, conscientes, o no, de que sin turistas a partir de septiembre u octubre nos sumergiremos en el abismo de un cero económico, ¿satisfecho? -espeté, conteniendo mi enfado malamente. Hay algo que me ha llamado la atención -respondió, obviando mi pregunta. ¿Qué les hace pensar que los estudiantes solo contagian en el colegio?, ¿acaso creen que contagian menos si los tienen ajenos a pautas o protocolos en plazas, playas, casas, parques infantiles o zaguanes? -me preguntó. Una duda razonable que sigue sin encontrar respuesta suficientemente fundamentada a oídos de quienes, en tantísimas actividades
profesionales, asumen riesgos a diario conviviendo con adultos y alumnos sin cole. Aquí dejé mi última conversación con el virus, no sin antes responder a su pregunta de despedida. Qué es la mesa 33 -me preguntó, chismoso. La mesa 33 resume una forma de ser, una actitud, un refugio, una receta para sobrellevar los meses más cabrones de nuestras vidas, es el verano interior -respondí en mi último mensaje al virus que nos tiene sin darnos cuenta de que la luz y el cristal son dos cosas diferentes.

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