El mundo se puso nervioso en el momento en el que el presidente Trump tuiteaba que él y la primera dama dieron positivo por el coronavirus, un anuncio sorprendente que empuja a la campaña presidencial en su último tramo aún más hacia territorio desconocido y mayor incertidumbre. A raíz de lo que para algunos es una consecuencia directa del karma, y para otros, una desgracia, el mandatario planea continuar desempeñando sus funciones, pero la cuarentena implica que al menos durante dos semanas se cancelen importantes actos de campaña, y se ponga en jaque la continuidad de los debates.
El anuncio lo hizo el mismo presidente, y la Casa Blanca lo corroboró por medio de un comunicado. Si bien no hay razones para dudar de que no se trate de una actuación ficticia para retrasar las elecciones, evitar otro desastroso enfrentamiento con su rival a vista de millones de espectadores, como estrategia de distracción, e incluso, ya en caso extremo, para poner en manos de su segundo en mando, Mike Pence, la potestad para conseguir un perdón presidencial antes de perder las elecciones, en el caso de una Casa Blanca tan disfuncional como la que hemos observado, todo es posible.
Dicho esto, lo más probable es que el presidente pase la enfermedad de forma asintomática, o leve, y aunque de ninguna manera se le debe desear el mal ni a Trump ni a nadie, no cabe duda, de que aunque el momento no sea el adecuado, no falta quien con cierta claridad arguya que en un país dividido, al borde de una crisis constitucional, y de un posible conato de guerra civil ante la negativa de Trump de aceptar un potencial resultado adverso, la solución a los problemas que enfrenta Estados Unidos podría llegar por intervención divina. Trump tiene 74 años, y es obeso, lo que lo hace más vulnerable a la enfermedad, pero no hay motivos de preocupación, al menos por ahora, ya que el médico de la Casa Blanca afirma que el presidente y la primera dama, que tiene 50 años, “están bien en este momento”.
Examinados con regularidad
Los ayudantes de Pence y de la Casa Blanca se someten a pruebas para detectar el virus de forma regular; algunos, como el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Mark Meadows, son evaluados diariamente. La asesora de la Casa Blanca, Hope Hicks, que dio positivo por el virus, también se habría sometido a pruebas de forma regular. Hicks viajó con Trump en el Air Force One tanto al debate del martes por la noche como a un mitin en Minnesota el miércoles. En los últimos días, se había visto a Hicks de cerca con altos funcionarios de la Casa Blanca, incluidos Meadows, los principales asesores Dan Scavino y Stephen Miller, el director de campaña Bill Stepien y el asistente de campaña Jason Miller, y la hija de Trump, Ivanka, y su esposo Jared Kushner. Fuentes cercanas al círculo del presidente confirmaron que Hicks mostraba síntomas de Covid en el último acto, que en el vuelo de regreso en el Air Force One iba aislada y que desembarcó por la puerta trasera del avión del presidente.
Trump ha minimizado la gravedad del virus
Durante meses, Trump ha minimizado la gravedad del virus y ha contradicho a los profesionales médicos sobre la importancia de usar mascarillas, mofándose abiertamente de su rival Biden por usarla. En sus mítines recientes, la mayoría de ellos al aire libre, se han reunido grandes multitudes, y muchos en la audiencia sin mascarillas. El propio Trump rara vez se ve usando una en público.
¿Qué sucede ahora?
El resultado positivo de la prueba de coronavirus del presidente Trump plantea, cuando menos, problemas logísticos. Trump probablemente pueda continuar con sus actividades diarias. Sin embargo, la necesidad de protección del Servicio Secreto las 24 horas del día podría poner a los agentes en riesgo de contraerla. Dada la tecnología moderna, el presidente podría poner en cuarentena y tener un contacto remoto o suficientemente distanciado de la mayoría, si no, de todos, los ayudantes, incluidos los individuos que participarán en el informe diario presidencial. Otra cuestión es que aquellos en la línea de sucesión para la presidencia deben mantener un contacto limitado con el presidente para reducir sus posibilidades de contraer el virus.
El vicepresidente Mike Pence, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, el senador Chuck Grassley (quien desempeña el papel de presidente pro tempore, lo que lo sitúa en el tercero en la línea sucesoria) y los miembros del gabinete deberán estar aislados del presidente. Es importante que el presidente continúe comunicándose con el público estadounidense, especialmente si tiene síntomas leves o asintomáticos, ver al presidente frente a la cámara puede restaurar la fe en su bienestar, calmar a los estadounidenses nerviosos, estabilizar los mercados de valores y proyectar al mundo que el presidente sigue lo suficientemente bien como para ejecutar el cargo, así como despertar la simpatía de aquellos en su base que estaban empezando a darle la espalda. La respuesta de Trump a la pandemia de coronavirus ha sido duramente criticada, aunque el presidente elogia con frecuencia su propia gestión de la crisis sanitaria. En un mitin de campaña en Ohio a fines del mes pasado, Trump afirmó que la enfermedad “no afecta prácticamente a nadie”. Hasta la fecha, Estados Unidos ha registrado más de 7,27 millones de casos del coronavirus, con 207.808 muertes relacionadas, según datos compilados por la Universidad Johns Hopkins.
Contingencias para un presidente gravemente enfermo
Al dar positivo por el coronavirus, Trump sigue los pasos del primer ministro británico Boris Johnson, de 56 años, y del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, de 65. Johnson, en particular, se enfermó gravemente después de dar positivo por el virus. El líder de Reino Unido pasó tres noches en cuidados intensivos en abril, con el secretario de Relaciones Exteriores, Dominic Raab, suplente del primer ministro desde ese momento. En un escenario desafortunado en el que el presidente necesitara terapias como un ventilador o el uso de otras terapias que afecten a sus habilidades cognitivas o para comunicarse, hay procedimientos establecidos para hacer frente a la situación. Si ese fuera el caso, es posible que el presidente invoque la Sección 3 de la 25a Enmienda de la Constitución. Esto allanaría el camino para que el vicepresidente se convierta en presidente interino, hasta que Trump notifique a la Cámara y al Senado que retorna a sus funciones. Y ha ocurrido antes, el presidente Ronald Reagan invocó la Sección 3 en 1985 y el presidente George W. Bush lo hizo dos veces en 2002 y 2007. En el caso de que la condición de Trump decayera rápidamente, descartando así la posibilidad de invocar la Sección 3, la Sección 4 de la Enmienda 25 proporcionaría una solución a tal crisis. En este escenario, el vicepresidente y la mayoría del gabinete avisarían a la Cámara de Representantes y al Senado de que el presidente no puede cumplir con los poderes y deberes de su cargo y el vicepresidente asumiría el papel de presidente interino.
¿Qué sucede si Trump queda incapacitado o muere?
La muerte de un candidato presidencial tendría ramificaciones significativas y sin precedentes para el proceso electoral estadounidense. A pesar de ello, existen procesos establecidos para la selección de nuevos candidatos presidenciales, y estos serían los protagonistas. De acuerdo con las reglas del Comité Nacional Republicano (RNC), una vacante para la candidatura en caso de fallecimiento se cubriría de la misma manera que se selecciona un candidato presidencial durante la convención nacional. Los 168 miembros de la RNC, tres de cada estado de EE.UU. y tres de los seis territorios del Distrito de Columbia, Samoa Americana, Guam, las Islas Marianas del Norte, Puerto Rico y las Islas Vírgenes de Estados Unidos, emitirían sus votos y el candidato sería elegido por mayoría. Es un requisito para el RNC reelegir a su nuevo candidato presidencial, por lo que no recaería automáticamente en el actual vicepresidente Mike Pence, aunque constitucionalmente estaría obligado a ocupar el cargo de presidente en el período interino. El Comité Nacional Demócrata (DNC) tiene reglas similares: sus 447 miembros elegirían al nuevo candidato después de que el presidente del DNC consultara con los líderes del partido en el Congreso y con sus gobernadores estatales.
Por lo general, el nombre de este candidato se colocaría en las papeletas de votación y la elección continuaría normalmente, sin embargo, esto es un gran desafío considerando que la vacante puede ser antes del 3 de noviembre. De hecho, no solo ya se han impreso las papeletas, sino que millones de votantes estadounidenses ya han votado mediante el sistema postal debido a la pandemia.
El electorado podría esperar que los miembros del colegio electoral cuenten los votos de un candidato fallecido como un voto para su reemplazo, pero no está claro si esto definitivamente estaría en línea con los deseos de los votantes, lo que podría conducir a disputas y acciones judiciales. También es posible que el Congreso retrase las elecciones, aunque esto nunca ha sucedido en la historia de Estados Unidos.
Cuando Trump sugirió hacerlo debido a la pandemia en julio, citando una teoría desacreditada de que el voto por correo podría verse comprometido por fraude, sus comentarios fueron rechazados tanto por demócratas como por republicanos. Pero con todo lo que está ocurriendo, habrá que esperar a ver cómo se va desarrollando la situación, y esperar a que lo que suceda… convenga.
Reacciones en la Casa Blanca
El presidente tenía planeado un mitin de campaña para Florida el viernes y dos en Wisconsin, que está experimentando un aumento de casos, el sábado.
Un funcionario de la Casa Blanca dijo a la Radio Nacional Pública que el presidente estaba de buen humor y que su personal estaba trabajando en cómo manejar las cosas durante los próximos 14 días, la posible duración de una cuarentena presidencial. “Está bien ahora.
Está de buen humor. Estará bien, el médico es optimista. Recibirá tratamiento. Estamos en un buen lugar para tratar esto”. “El vicepresidente puede intervenir donde sea necesario. El presidente, obviamente, va a querer estar muy involucrado, y lo estará. Como saben, no es de los que se quedan quietos”.
Los miembros del equipo del vicepresidente Pence no respondieron de inmediato cuando se les preguntó sobre la última vez que se hizo la prueba de coronavirus a Pence. El vicepresidente, conocido fanático religioso, tuiteó su “amor y oraciones” al presidente y la primera dama, pero no hizo mención a su propia salud.