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Por fin, la lluvia

A Domingo de Laguna se le despertó una vez la vena poética chimba y lanzó esta frase lapidaria: “Era de noche y sin embargo llovía”. Como si a la lluvia le estuviera prohibido caer de noche. Pues ahora resulta que han llegado las lluvias, han refrescado el ambiente y nos han librado de un calor agobiante que ha durado meses. A ver si de aquí a Navidad no para de llover y se dotan las reservas fósiles de agua, que ahora han conocido un respiro con la ausencia de turistas. Porque no se gasta ni una gota desde hace meses, salvo el consumo de los residentes. Las predicciones han sido milimétricas. A las cuatro en punto de la madrugada estaba yo haciendo las cuentas y entró el temporal, no sé si por efectos puramente meteorológicos o por la influencia en los astros, las nubes y demás de las propias cuentas, tan mermadas. Ustedes saben que yo no veo ya los Telecoronavirus, es decir, los antiguos informativos que el virus ha transformado en farmacológicos; ahora leo a Inda y a Cerdán (Manuel), que han conseguido sentarse con Corinna en el hotel Connaught. En este establecimiento, uno de los mejores de Londres, trabajó nuestro Carlos Gamonal. Pues chiquito personaje el monarca viejo, si todo lo que dice la cortesana es verdad. Corinna se ha estropeado los labios con el botox y ahora parece una madame rusa de casino clandestino del Moscú de Boris Yeltsin. No creo que el emérito le vuelva a poner ojitos y pisos a la ex princesa. Aquí llueve, que es lo bueno, porque lo demás está fatal, incluso los turistas, que no acaban de arrancar, a pesar de las promesas de que en Navidades iba a estar todo medio lleno. O medio vacío, depende si lo cuenta Vallés o Ferreras. Qué país, Miquelarena.

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