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Cifras

Nos hemos convertido en cifras. Pero, además, en cifras contradictorias. Cada día leo en los periódicos noticias de la pandemia. En ocasiones, en el mismo periódico se dice que la cosa va mejor y que la cosa va peor. Nadie se pone de acuerdo ni en el conteo; nos hemos olvidado de las matemáticas básicas porque las hemos relacionado con la política formando una ecuación malévola, una regla que no es de tres, sino de millones. La pandemia ha acabado con la poesía de las cifras exactas, nos ha colocado en la incertidumbre contadora. Ya uno no es uno sino que son cuatro y cuatro no son cuatro sino ocho. Y así. Cuando se es gobernado por mentirosos compulsivos suele suceder que todo salga mal. Pero, ¿quién no lo es?, si incluso la primera potencia mundial tiene todavía en el sillón a un presidente mentiroso y el que viene dicen que tampoco es trigo limpio. La pandemia nos tiene trastornados y se ha convertido en alimento de los medios de comunicación, que la muerden en su avidez de noticias, aunque sean eso que ahora llaman fakes y que desde siempre fue periodismo amarillo. Las cifras, por primera vez, mienten, ya no vale decir lo contrario. Unos cuentan de arriba abajo y otros de abajo a arriba, pero nadie se pone de acuerdo. Unos cuentan y otros descuentan. Y luego van y sueltan sus números al albur, convencidos de que la cifra buena es la suya. Yo he tirado por el camino de en medio: no veo los telediarios, como primera medida. No me interesa la locutora sonriente que lee en el telepronter que la pandemia avanza. No me interesan los anuncios interdentales ni la pomada para el dolor de espalda. No me interesan las cifras, reales o inventadas. Bendito mundo el del periodismo de papel, que debería regresar en todo su esplendor.

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