el charco hondo

Junta de seguridad

En la Edad Media no tenían con qué testar masivamente a la población para, identificados los casos, detener la cadena de contagios. Tampoco podían realizar el imprescindible trabajo de rastreo, pruebas y contención. Ajenos a los avances científicos que llegaron en el transcurso de los siglos siguientes, y a años luz de contar con un sistema de salud, en el Medievo no pudieron movilizar recursos para lograr una detección temprana de infectados, ni estaban en condiciones de llevar a cabo diagnósticos multitudinarios. Hace siglos no fue posible aprovechar las herramientas tecnológicas (con las que hoy sí contamos) para frenar la propagación de las pandemias. Qué decir de los aeropuertos entre la Edad Antigua y la Edad Moderna, también se les negó la alternativa de implementar pruebas en las instalaciones aeroportuarias que hicieran de cortafuegos, cortando el paso a posibles positivos -infectados que, ya en tierra, pueden ser el eslabón primero de cientos o miles de brotes-. Como pasó esta primavera en España, incluso por las mascarillas hubo que esperar algunos siglos. Y claro, como no tenían a mano la posibilidad de llevar a cabo test y diagnósticos masivos entre la población, rastreos, detecciones tempranas o controles en los aeropuertos, en la Edad Media se tuvieron que conformar con hacer lo único que se podía en aquel momento: confinarse. Meterse en casa fue la única medida a mano, el único recurso con el que enfrentarse a una pandemia. Ahora es diferente. En la actualidad pueden agotarse un montón de vías antes de meter a la gente en casa veinticuatro, ocho o seis horas, por la noche o a media tarde, después de almorzar o antes de la cena. Y, si agotadas todas las opciones que la ciencia permite no queda otra, disparas la última bala, la del confinamiento. En España somos distintos, llegamos al botón de los toques de queda o de los confinamientos por horas sin apenas haber hecho lo que había que hacer para contener al virus o para una detección tan precoz como masiva de los contagiados. Confinar es fácil, firmar un decreto o bando municipal está tirado. Limitar la libertad de movimiento o reunión está chupado, ya lo hacían en la Edad Media. Difícil es hacer las cosas bien y, antes de llegar a esas medidas, llevar a cabo cribados, rastreos y test. O los responsables públicos se ponen las pilas o a partir de diciembre los canarios estaremos más cerca de exiliarnos que de confinarnos. Ahora que se extiende la pose de cubrirse las espaldas ganando la olimpiada de las restricciones, cabría recordarles que la tarea no solo hay que ponérsela a los demás.

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