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El pavo que viajó desde Los Andes hasta la costa y acabó devorado

De la vacuna al acuerdo del brexit, pasando por el discurso del rey o las nuevas cepas súper contagiosas y un horizonte marcado por una crisis de soluciones inciertas
Un pavo mira con sospecha previendo su fatal destino/Pixabay

En 2013, cuando andaba emigrado trabajando por Ecuador, pasamos el día de Navidad en una ciudad tórrida de la costa ecuatoriana llamada Machala donde había unos mosquitos como aviones. Mi mujer y yo vivíamos en Loja, en medio de Los Andes, a tres mil cien metros, pero nos habían regalado un pavo congelado en la universidad donde trabajaba y decidimos bajar a la costa a comérnoslo con unos amigos españoles. Nosotros llevábamos el pavo en una nevera de corcho inmensa y ellos se encargaban de la preparación.

Contando esas historias me reenganché yo al periodismo, gracias un blog que me ofreció una buena amiga en ‘ElHuffpost’ para hablar sobre la experiencia migratoria de los expatriados españoles que nos marchamos a causa de la ‘Gran Recesión’. Y gracias a ese blog regresé a España casi un año después, cuando mi amiga cambió de sección y me ofrecieron ocupar su puesto. Todavía me acuerdo del día en que hice la entrevista por Skype con la directora, Montserrat Domínguez, buscando una camisa, nervioso, para dar buena impresión. Y de la cena de despedida que hicimos con el resto de los amigos españoles de Loja, con el subidón del trabajo ya conseguido y una extraña tristeza por ser los primeros en marcharnos, conscientes del lazo tan importante que habíamos creado.

Aquellas Navidades en Machala fueron calurosas y tristes, las primeras que pasaba fuera de mi casa, aún sin idea de cómo podríamos volver y ganarnos la vida en España. Estas son densas, sin tranquilidad para sentarnos un rato despreocupados con la familia y los colegas y soltar la lengua con el vino y el champán Ahí está la vacuna en el horizonte, pero todos nos preguntamos cuánto tiempo tardará en ponerse esto en orden. O si estamos en una suerte de maldición bíblica, con nuevas cepas apareciendo. Mientras, el rey habla bajito sobre su padre sin mencionarlo, pero no sabemos muy bien qué piensan los españoles sobre la monarquía: las encuestas privadas dicen cosas distintas. Y el Centro de Investigaciones Sociológicas, que lo pagamos entre todos, ni siquiera pregunta. Lo que sí hace es darnos la intención de voto. Y ahí, Unidas Podemos, el partido que más intensamente está jugando la ‘carta republicana’, cae. No creo que a casi nadie le guste lo del emérito, pero quizá la gente no esté para tensiones que se sumen a las que tienen en forma de negocios cerrados, paro, miedo y malestar. Una cosa es sacar a Franco del Valle de los Caídos o abrir las fosas para desenterrar a los asesinados por el fascismo y otra es tener una crisis constitucional.

Las segundas Navidades fuera de casa las pasé el año que volvimos de Ecuador, en la redacción del ‘HuffPost’. Pero no me importó. Estaba a gusto en aquel lugar de pulsiones ácratas. En uno de los reportajes que más disfruté haciendo cuando estuve allí, me fui al Puerto de la Cruz a hablar sobre el brexit con los británicos, también los de la colonia inglesa. Unos estaban acojonados. Pero otros parecían satisfechos con su reconquistada ‘independencia’. Ahora que se ha resuelto el acuerdo entre Reino Unido y la UE, muchos políticos británicos ya no tendrán a nadie a quien culpar de los problemas de su país.

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