
La vida es una continua toma de decisiones. Unas veces acertadas y otras no tanto. Unas te llevan por el camino más corto, y otras te hacen dar un rodeo. En el caso de Ana y Pedro (nombres supuestos ambos) han ido tomando una serie de decisiones que les está haciendo el camino más largo, un recorrido en el que, además, van acompañados de su pequeño, Javier (también nombre supuesto) de tan solo un año y dos meses. Con 19 años ella y 21 él, ya saben lo duro qué es sacar adelante a una familia, y tener que hacerlo prácticamente sin apoyo. No han sido las mejores navidades de su vida. En un mes, deberán abandonar la habitación que tienen alquilada (un cuarto en el que viven los tres). La propietaria del resto de la casa les ha pedido que la abandonen porque quiere alquilar la habitación a otras personas. Pagan 200 euros. Esa fecha en el horizonte ha desatado todas las alarmas de una joven pareja que se está viendo superada por las circunstancias. Ayer, acudían a la ONG de García Escámez a buscar algo de comida y de ropa para el pequeño, momento en el que hablaron con DIARIO DE AVISOS. Y es que la historia de Ana y Pedro es como la de cualquier adolescente que conoce el amor por primera vez.
Ellos se enamoraron hace cuatro años. Ella iba hasta al barrio dónde él vivía a ver a su padre, pero también con la esperanza de verlo en la plaza junto al resto de sus amigos. Después de meses de saludos desde la distancia, y de conversaciones a través de las redes sociales, cuenta Ana, comenzaron a salir juntos. Ella, que hasta hace 5 minutos, sobrepasada por la situación, no podía contener el llanto, consigue sonreír recordando cómo conoció a su “marido”.
Esa relación de novios se prolongó durante tres años hasta que ella se quedó embarazada. La madre de Ana los acogió a ambos. Pero las cosas empezaron a ir mal, la convivencia se hizo difícil. Ana prefiere no entrar en detalles, solo cuenta que “tuvimos un problema serio y él se tuvo que ir”. Esa marcha forzada dejó a Ana y a su hijo en casa de su madre y a él en la calle, a la intemperie. Durmió en una cabina telefónica unos días, hasta que pudo hacerlo en el albergue. Días después consiguió una habitación de alquiler en la que cobijarse. Cuando pudo llamar se comunicó con Ana para decirle que estaba bien.
Ella aún cuenta con angustia los días que no supo nada de él, y esa ausencia la llevó a tomar la decisión de irse de casa. “Decidí que quería estar con él. Así que cogí a mi niño y me fui a la habitación que había alquilado”. Allí estuvieron algo más de un mes, hasta que la casera de la mujer que los acogió se enteró y les dijo que tenían que irse. “A la señora, que se portó muy bien con nosotros, le dio pena que nos quedáramos en la calle y habló con su hermana para que nos alquilara una habitación, y ahí que nos fuimos”. Ahora, esa misma mujer, les ha dado un mes para que se vayan.
“Hasta el mes pasado solo teníamos los ingresos que Pedro saca vendiendo dulces por las casas. A mi ya me han arreglado la PCI y cobro 600 euros. Con ese dinero creo que yo podría pagar el alquiler y con lo que Pedro saca, comer”, cuenta Ana algo esperanzada. Sin embargo, aunque las cuentas parecen cuadrarle, lo cierto es que, “no encontramos un alquiler porque no tenemos una nómina, y no se fían de que con la PCI podamos hacerle frente”. En la primera habitación, cuenta Ana, “pagábamos 300 euros porque la señora hacía la compra y cocinaba, y así compensábamos. En la segunda como teníamos que comprar la comida nosotros pues pagábamos 200”. La opción de volver a casa de su madre no la contemplan de momento. Solo podría volver ella y su hijo.
Él, que vino de Cuba hace cinco años con su madre, está solo en la Isla. Su progenitora se fue a Miami hace ya cuatro años, y su padrastro, con el que se quedó tras la marcha de ella, acabó volviendo a Cuba. Pedro tenía a Ana, así que se quedó. A sus 21 años, peón de albañil, ha sobrevivido vendiendo dulces. Muchos vecinos de La Salud lo conocen porque los va ofreciendo por las casas. Fue así como llegó a la ONG de García Escámez, cuando contó parte de su historia a una de las vecinas, que, casualidad, destino, o como se quiera llamar, es hija de África Fuentes, la presidenta de la ONG de García Escámez. Cuando conoció la historia completa, no se lo pensó, y acudió a su madre para que les echara una mano.
Cuando se les pregunta cómo pasaron la fiestas, Ana se encoge de hombros. “En Nochebuena la casera sí hizo una cena, pero nosotros nos quedamos en la habitación. En Año Nuevo igual, ni nos comimos las uvas. A las 10 nos metimos en la cama”. Afortunadamente, en Reyes, sí que pudo tener regalos para su hijo. “Como ya había cobrado la PCI pude comprarle unos juguetes y en la iglesia también me dieron”. Añade, con cierta alegría que, “en casa de mi madre también le dejaron un regalo y en el de mi tía otro”.
Cuando se les pregunta si han acudido al Ayuntamiento a pedir ayuda, cuenta que hoy tiene cita para inscribirse como solicitante de vivienda. Ante una nueva pregunta de si se han acercado a los servicios sociales dan la callada por respuesta…Alguien responde por ellos, casi en voz baja, “tienen miedo de que les quiten el niño”.
África Fuentes llama la atención sobre la juventud de la pareja y la necesidad de que les echen una mano para que no acaben viviendo en la calle con su hijo. “Si necesitan muebles, un colchón, ropa, comida, aquí se lo conseguimos, pero necesitan un techo, a ver si alguien los puede ayudar”, concluye.