tribuna

La nieve del cuplé

Sara Montiel cantaba “oh balance, balance. Balance da nieve pura”, y yo me quedaba sin saber lo que tenía que ver una cosa con la otra. Sarita es de una época pasada, igual que yo, del tiempo en que los cuplés encerraban un misterioso mensaje para que lo adivinaran los caballeros que se sentaban entre el público. Quizás descubrieran algún guiño pícaro, algo que les invitara a meterse en el camerino de la cantante, enviando un ramo de flores previamente. Siempre con el protocolo por delante. Ha pasado el tiempo y sigo sin saber qué tiene que ver el balance con la nieve, hasta que hoy he descubierto el galimatías comprobando cómo los copos blancos caídos del cielo pueden incluirse en el balance de las desgracias.
He visto otro balance, y es el de la gente en la calle, jugando alegremente con sus familias, y su contraste con las ruedas de prensa de los ministros en la televisión para anunciar las medidas urgentes frente a la catástrofe. Se ha llegado a decir que un plan operativo garantizará la llegada de las vacunas a los dispensarios, a pesar de la climatología. Antes se decía: “Año de nieves, año de bienes”, pero ahora parece que hasta el refranero ha cambiado y lo de “no hay mal que por bien no venga” se ha convertido en la acentuación oportuna de la contrariedad para que alguien acuda presuroso a sacarnos las castañas del fuego. En fin, España tiembla ante una ola de frío y todos se aprestan a proporcionarnos mantas y calefacción, al tiempo que sube la factura de la luz. Lo curioso es que los ciudadanos se bombardean alegremente con bolas de nieve y levantan muñecos en la calle, mientras los ministros se asoman circunspectos, con cara de drama, para tranquilizar nuestra inquietud, ya de por sí bastante soliviantada. Dejemos a los ministros con su fiesta, que es el balance de la otra, la de la ilusión de los niños que bajan a la calle para verla por primera vez. Yo no entiendo mucho de cambio climático, pero me parece que hemos pasado del calentamiento al enfriamiento global. Por fin hemos salido del mundo de la artificialidad y no tendremos que enharinar los belenes porque la nieve se ha convertido en algo real, y tiemblan la mula y el buey y hasta los camellos de los reyes magos se han cubierto de un manto blanco, que es como los ha representado siempre el invierno. Aquí ha nevado en el Teide, debido a una cola de Filomena, pero, mal que bien, todos los años lo hace. La novedad es que ahora es una alerta climática y antes no lo era. En eso hemos avanzado.
El balance se encuentra en la sorpresa de la primera vez, pero este espectáculo es de reestreno, solo que ese frío saludable que antes era recibido con alegría, ahora, por el arte de los inventarios catastróficos, se ha convertido en un drama, como si con eso fuéramos a tapar las auténticas calamidades que estamos padeciendo. La nieve sirve para lo mismo, caiga en grandes copos o se deposite levemente sobre las calles. Ayuso mala, Almeyda bueno; Marlasca endeble, Ábalos fuerte. Por favor no le hagan decir al ministro del Interior lo del desembolsamiento de los camiones, porque le va a pasar lo mismo que con Arguineguín. Mientras Sarita canta el balance de la nieve pura del último cuplé, el pueblo se echa a las calles a disfrutar con el dale a tu cuerpo alegría Macarena de los del Río. Hay cosas que solo te las puedes tomar a broma. Lo siento, pero así se presenta la realidad y yo no le puedo dar la espalda. Y es que cuando te ponen la carambola como a Fernando VII no puedes tirar a fallar.

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