avisos políticos

Obvios y previsibles

En las últimas semanas del año preferí escribir sobre asuntos y problemas pasados aunque no resueltos, como los ataques a estatuas de personajes históricos; nuestras deficientes infraestructuras eléctricas, y la Ley de Memoria Histórica, porque lo que estaba sucediendo era lo de siempre, obvio y previsible. Tan obvio y previsible como el mensaje de Navidad del rey y las reacciones al mismo de las distintas fuerzas políticas. Un mensaje acordado por el Gobierno y que en un sistema parlamentario no puede ser más que un breve conjunto de buenos deseos sin la menor incursión en la política (el Mensaje de la Reina Isabel ni siquiera aludió al brexit). Este año el rey recordó en su mensaje que ya en 2014, en su Proclamación ante las Cortes Generales, se refirió a los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de las conductas de los gobernantes, que obligan a todos sin excepciones, y que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales y familiares. Y eso es todo lo que podía decir sobre la problemática generada por su padre, a pesar de las críticas comunistas e independentistas. Por cierto, que lo que pronunció el rey fue un “mensaje”, no un “discurso”, como lo denominaban políticos y periodistas.
La aprobación de los Presupuestos Generales con el apoyo de la extrema izquierda vasca y los independistas catalanes también era obvia y previsible, así como sus contrapartidas. Y ahí están los continuos acercamientos al País Vasco de presos etarras y el indulto a los políticos catalanes presos que se dibuja con nitidez en el horizonte, a pesar de que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no han conseguido que Pablo Casado colabore en el desmantelamiento del Poder Judicial.
En cuanto a la marcha de Lorena Roldán de Ciudadanos, presunto partido del que era portavoz en el Parlament y en el Senado, casi no merece comentario alguno de tan obvia y previsible que era, desde que ganó las primarias para ser la candidata en las próximas elecciones autonómicas catalanas por más de un ochenta por cierto de los votos, y después Inés Arrimadas decidió que el candidato fuera Carlos Carrizosa. La misma que, después de ganar inesperadamente las últimas elecciones autonómicas catalanas, en lugar de forzar una investidura en el Parlament y dar la batalla política en esa Comunidad, salió huyendo hacia Madrid a la menor ocasión. Ciudadanos ha dejado de ser un partido, y se ha convertido en un grupo de gente que permanece en el grupo mientras disfrute de cargos y nóminas, y no tema perderlos en unas próximas elecciones. Parecía imposible, pero han superado incluso a Rosa Díez en el arte de destruir una fuerza política prometedora en unos pocos años y unas pocas elecciones.
Por último, también es obvio y previsible que Pedro Sánchez utiliza cualquier medio con el fin de permanecer en el poder, que es lo único que le importa. Y ahora, en plena pandemia, cesa al ministro de Sanidad para presentarlo como candidato en las próximas elecciones autonómicas catalanas y aprovechar así su supuesta popularidad. Muy supuesta, porque su gestión ha sido tan nefasta que si los catalanes conservaran algo de sentido común no debería votarle nadie. Su sucesora lo tiene fácil: por mal que lo haga no puede hacerlo peor.

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