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Bona nit

En los próximos días comprobaremos si la estrategia electoral de Iván Redondo, ejecutada por Pedro Sánchez y Salvador Illa, que se basaba en no aplazar las elecciones catalanas y celebrarlas precisamente ahora, nos ha costado un repunte en la incidencia de la pandemia en Cataluña, un aumento en el número de contagiados e, incluso, en el número de fallecidos. Pedro Sánchez utiliza cualquier medio con el fin de permanecer en el poder, que es lo único que le importa; y su analista de cabecera quería aprovechar que los independentistas acudirían divididos y, en consecuencia, no estaban interesados en que se celebraran las elecciones, al mismo tiempo que el previsible hundimiento de Ciudadanos le proporcionaría un importante caladero de votos. Porque, al final, los buenos resultados socialistas se deben a que fueron el refugio del voto constitucionalista no radical, que hace tiempo ha dado por amortizados a los populares, que van de derrota en derrota hasta que dentro de dos años fracasen definitivamente. Para españolismo radical ya está Vox, que les ganó por goleada.

De modo que Redondo y Sánchez no dudaron en inundar las calles y los transportes públicos y privados de gente que salió de sus casas para votar estando en cuarentena o contagiados, porque los horarios de votación señalados para estos colectivos no impidieron su trasiego por todos lados. Y menos mal que la mitad del electorado no fue a votar. Luego están esos trajes protectores de los miembros de las Mesas, que requieren un determinado procedimiento para vestirlos y desvestirlos. Sus instrucciones no venían ni en español ni en catalán, y fue patético comprobar cómo algunos buscaban esas instrucciones en Internet.

Teniendo en cuenta la crisis sanitaria y el peligro cierto de extensión de los contagios, la Generalitat, con buen criterio y el beneplácito de los independentistas, dictó el Decreto 1/2021, de 15 de enero, por el que se dejaba sin efecto la convocatoria de las elecciones al Parlamento de Cataluña previstas para el 14 de febrero. Pero la sombra de La Moncloa es tan alargada que llega hasta el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña; y ese Tribunal se apresuró a anular el Decreto y mantener la convocatoria electoral en sus propios términos, no fuera a malograrse la operación Salvador Illa y los independistas se crecieran. En particular, el argumento del Tribunal de que la suspensión no está prevista en la normativa electoral, cuando se efectuó sin problemas en las elecciones autonómicas gallegas y vascas, resulta especialmente inconsistente. Y nos conduce a la cuestión de si el Tribunal considera que en un Estado de Derecho solo está permitido lo que la Ley autoriza expresamente, y el silencio legislativo equivale a la prohibición.

Menos para Ciudadanos y los populares catalanes, que deberían ir pensando en dedicarse a otra cosa (seguro que tienen alternativas a seguir jugando a las casitas de la política), fue una buena noche para todas las candidaturas que partían con posibilidades. Ahora bien, se impone un ruego a periodistas, analistas y demás: por favor, abandonen esa costumbre ridícula en las conexiones con Cataluña de saludar en catalán para luego seguir el diálogo en español. Ese “bona nit” en boca de alguien que probablemente es incapaz de seguir hablando en catalán resulta patético.

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