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El 23-F En La Palma: “Los vencedores y los vencidos otra vez, pero, en este caso, al revés”

El DIARIO evoca, en diálogo con el exalcalde de la capital, Antonio Sanjuán (PCE), y la exjueza Manuela Carmena cómo se vivió en la Isla
El exalcalde de la capital palmera, Antonio Sanjuán, y la entonces jueza de la ciudad, Manuela Carmena. DA

Tal día como hoy hace 40 años, en la capital palmera eran pocos los que sonreían. Pero los había. El entonces alcalde de la ciudad, Antonio Sanjuán (PCE), se encontraba en su despacho del Ayuntamiento “preparando la reunión de la Comisión de Obras Públicas y Urbanismo, que se celebraba a las seis y media”, cuenta ahora a DIARIO DE AVISOS, a sus 90 años. “En ese momento comenzó a correr el rumor de que algo estaba pasando en Madrid, y me llamaron para decirme que había un intento de golpe de Estado”, señala en referencia a la entrada en el Congreso de los Diputados del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, que, pistola en mano, arrebató por unas largas horas el sueño democrático a los españoles entonando la mítica frase de “¡Quieto todo el mundo!”.

Casi de forma paralela, sonaba el teléfono de la jueza de instrucción de Santa Cruz de La Palma, que por aquellos años era la hoy exalcaldesa madrileña Manuela Carmena -quien se estrenaba como magistrada y llevaba apenas 10 días en la Isla-. Lo coge. La llamada es de Madrid; la están poniendo en situación. Cuelga y se dice: “Tengo que hacer lo que sea para que aquí no se extienda”, tal y como relata a este periódico. De ahí que, apostilla el regidor, “pasó por una perfumería que regentaba mi mujer y las dos se presentaron” en la Casa Consistorial. Tanto la jueza como el político comunista coincidían en que “la España de 1981 no era la del 36”, aunque la cautela se apoderó de ambos. Eso sí, la reunión convocada, a pesar de las presiones ejercidas por los otros partidos representados en la localidad, que animaban a su suspensión, tuvo lugar a las 18.30 clavadas, como estaba previsto.

No obstante, en la Comisión se atendía al debate con un oído y con el otro se prestaba atención al transistor que portaba uno de los ediles. “Escuchábamos que Milans del Bosch recorría las calles de Valencia con sus tanques”, rememora Sanjuán, al tiempo que afirma que, una vez finalizado el encuentro y tratados “todos los puntos del orden del día”, volvió a su despacho y repicó de nuevo el teléfono. Desde el PCE le decían que “había que romper y quemar todos los papeles”, ante lo que el alcalde asegura que “les dije que no tocaran ni uno solo; que no iba a pasar nada”. Estaba convencido de que la acción emprendida por los golpistas no iba a fructificar.

Tras una atípica jornada de trabajo, Antonio Sanjuán cuenta que abandonó el Consistorio en torno a las 21.30 horas y fue a su casa, donde le esperaba Carmena, que cenó con su mujer y sus hijas, y, explica, “pudo hablar con su familia en Madrid”, quedándose “más tranquila”. Sobre la velada, al margen de todo lo concerniente al periodo de cambios que vivía la sociedad española, así como los detalles que, a cuentagotas, iban trascendiendo sobre lo que ocurría en las Cortes, indica que discurrió con normalidad. Un atisbo de tranquilidad en medio de un levantamiento aparentemente militar y de magnitudes aún por determinar.

Poco después, la jueza fue al hotel en el que pernoctaba con carácter provisional, hasta que se instalara semanas más tarde en una vivienda del barrio de Velhoco. Ya en el alojamiento, Carmena recuerda ahora a DIARIO DE AVISOS que siguió la actualidad desde el hall. “Estuve todo el momento despierta”, admite. Y reconoce que “hubo momentos muy tensos”, ya que “había varios viajantes de comercio y muchos decían: Claro, esto tenía que pasar, en España no puede haber democracia”. Un posicionamiento frente al que la madrileña les decía “que había que esperar”.

“Me acuerdo que estaba leyendo un libro muy interesante, El Viaje de Beagle, de Charles Darwin, que te da mucha esperanza por cómo la humanidad ha salido adelante”, cuenta. Al filo de la medianoche en Canarias, el rey Juan Carlos I salía en televisión para declarar su alineación con la democracia, instando a los militares golpistas a cesar en su intento de desestabilizar las instituciones. “Respiré, y ese mensaje me dio la razón frente a los que estaban allí. Fue un shock muy grande, pero a su vez fue una esperanza de que España de verdad estaba cambiando, porque el golpe de Estado había quedado en una caricatura”.

EN PRO Y EN CONTRA

A la mañana siguiente, mientras se iba desactivando poco a poco la sublevación, Manuela Carmena emprendió rumbo al Juzgado, no sin antes pasar por una tienda de hindúes y comprar una radio. Si ocurría algo importante, no le haría falta levantar el teléfono para enterarse. Y, al arribar a la judicatura, no pudo evitar decir: “A defender la democracia desde aquí”. En entrevistas que concedería al tiempo se manifestaría partidaria “de la necesidad de que se transmitiera el juicio que iba a haber respecto a los responsables del golpe” para aportar “seguridad de que España había cambiado”.

Antonio Sanjuán, por su parte, destaca que “los días posteriores había una mezcla digna de ver: por un lado, un aire y unos reflejos eufóricos, y por otro, unas caras bajas y mandíbulas apretadas. Eran los vencedores y los vencidos otra vez, pero, en este caso, al revés”. Como integrante del PCE desde el año 1954, y considerándose todavía hoy simpatizante de dicha tendencia, concluye diciendo que cuando culminó sus tres mandatos al frente del Ayuntamiento hubo incluso falangistas que le agradecieron “haber sido objetivo e intentar comportarme con equilibrio” en episodios como el 23-F.

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