por qué no me callo

La ‘catalinaria’ de Vox

Cataluña se convirtió este domingo en un aviso a navegantes. Del famoso 1-O que catalizó la política nacional desde finales de 2017 a este resultado electoral la diferencia por la derecha (pues Illa es una bomba inocua de izquierda frente a la explosión de la mayoría absoluta de las fuerzas del procés) se llama Vox. La irrupción de la ultraderecha, o de la derecha más conservadora, es un fenómeno tardío en España, lo es más en Cataluña, y pronto lo será en Canarias, más allá de los dos diputados canarios con que ya cuenta en el Congreso. Hablo del Parlamento de la calle Teobaldo Power y, por tanto, de la entrada de Abascal en la política doméstica de la inmigración, su mejor caldo de cultivo.

En Austria, Jörg Haider, antes de su muerte en un accidente de tráfico en estado de embriaguez, se hizo fuerte en Carintia y fue una amenaza desestabilizadora de Europa, que lo llegó a vetar como candidato. Era muy extremista, simpatizaba con Hitler con una decantación hereditaria por línea paternal. Los líderes ultras de la UE se han sucedido estos años con cierto glamour entre jóvenes y veteranos de guerras populistas que anhelan acariciar el poder para provocar una involución en pleno siglo XXI. Lo intentaron los Le Pen, pese al cisma familiar. Lo persigue sin desaliento en Holanda Geert Wilders, el de la moña blanca, enemigo público número uno de migrantes y refugiados. En la Italia de Salvini, el tufo a Mussolini tira para atrás, aunque esté mal visto como el regüeldo de la sombra de Hitler, de la que se cuidan los líderes de Alternativa para Alemania (AfD), cuyo 13% de los votos y más de 90 escaños, contra todo pronóstico, en el Bundestag de 2017, fue un aldabonazo en la política tradicional.

En Europa se experimenta ahora mismo una peligrosa falta de ortodoxia, que va cobrando cuerpo (incluso, el hortodoxo Emmanuel Macron era un retoño de ella) y que amenaza con suscitar de la noche a la mañana una serie de hijuelas de Trump, como todos creímos que sucedería tras la elección de Boris Johnson en Reino Unido. Europa, la UE, es uno de los pocos inventos constructivos de un mundo en deconstrucción. Y por eso rusos y americanos (al menos los mellizos Putin y Trump) no ahorraban esfuerzos en boicotearla. España, en el referéndum catalán que acabó con el exilio gallináceo de Puigdemont, sufrió a escala el euroescepticismo ultra.

Lo de Vox puede resultar una paradoja en Cataluña, pues entre escépticos anda la trifulca. Su fuerte abordaje del Parlamento catalán con 11 escaños, asestando a PP y Cs un sorpasso sin precedentes, confronta y convive el exilio del procés, en tanto Puigdemont se atiborra de euroescepticismo en Waterloo y de amistades ultraconservadoras que asisten a las manifestaciones por la independencia de Cataluña. Abascal soterra al PP en Cataluña y se venga de la catilinaria de Casado en la censura a Sánchez con esta catalinaria. La pechada catalana de Vox es una señal para futuras urnas nacionales y autonómicas. Eso y el efecto Bárcenas estremece Génova. ¿Refundará Casado al PP como Fraga hace 32 años AP? En un sitio como Canarias, la sacudida de Vox en Cataluña aturde a PP y CC,dos partidos antitéticos con electorado conservador. Con el tiempo se han ido diluyendo los rasgos nacionalistas de CC, y gana votos cuando cae el PP, como en abril de 2019 (con Oramas y González Taño de diputadas). Si Vox da un relincho en las próximas autonómicas canarias beberá en esas fuentes, amén de Ciudadanos. Y si las encuestas ya le daban dos, después del 14-F, populares y coalicioneros tienen razones para hacérselo mirar.

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