crisis migratoria

Zapatero pide a Sánchez dar “más pasos” para un pacto de Estado sobre inmigración

El expresidente, que abrió un ciclo de diálogos en el Parlamento, afirmó que “la fibra moral de un país se sigue midiendo por cómo recibe a quienes llegan de otro país”
El expresidente José Luis Rodríguez Zapatero
 José Luis Rodríguez Zapatero
El expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, durante la charla que ofreció en el Parlamento canario. Sergio Méndez

Mide sus palabras con escuadra y cartabón y es mucho menos hostil a la actual dirección socialista que Felipe González, pero el expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero pidió ayer al Gobierno central que dé “más pasos” para conseguir un pacto de Estado sobre inmigración, uno de los desafíos inmediatos más importantes que, a su entender, tiene la política española.

Lo dijo ayer durante una charla que dio en el Parlamento canario, titulada 23F. Cuarenta años del intento de golpe de Estado en España y retos para la democracia actual, que sirvió para inaugurar un ciclo de encuentros que la Cámara ha organizado por los 40 años de parlamentarismo canario que se cumplen el año próximo. De paso, Zapatero le echaba un pequeño capote al presidente canario, Ángel Víctor Torres, que hace días también solicitó un pacto así en el Senado.

Zapatero, que aseguró que “le consta” que el Ejecutivo central está muy preocupado con el tema migratorio, apuntó a la necesidad de revisar la legislación sobre extranjería, aumentar los recursos para el sistema de acogida, hacer una política de Asuntos Exteriores en los países emisores estrechamente ligada al fenómeno migratorio y conseguir mayor compromiso de la UE ante esta situación. “Yo no conseguí un pacto de Estado y Rajoy ni siquiera lo intentó”, apuntó el expresidente. “Y el salto cualitativo para Canarias y el resto de comunidades es que se convierta en política de Estado”.

Además, advirtió contra la xenofobia, que saca “lo peor” de las sociedades: “La fibra moral de un país se sigue midiendo por cómo recibe a quienes llegan de otro país”.

El exmandatario tiene esa locución sincopada que antes le daba un aspecto de joven antiguo y de maestro encanecido proclive al tono solemne. No es Willy Brandt -legendario líder de la socialdemocracia alemana- explicando los intríngulis de la Guerra Fría, pero dice cosas interesantes desde la experiencia: estuvo en la primera línea política desde el año 2000, cuando fue elegido secretario general, hasta el 2011, que abandonó la presidencia del Gobierno en medio de una grandísima crisis económica.

Ayer, esbozó una mirada de España donde intentaba conciliar la herencia de la Transición con la eclosión del pluripartidismo a partir de 2015, a veces impugnador con lo que denominan el Régimen del 78. Para Zapatero, después de muchos años de “estabilidad” del voto con oscilaciones entre PSOE y PP -se olvidó de UCD-, hemos llegado a un “reseteo” y se están generando nuevas dinámicas en gobiernos de coalición a nivel estatal , “nuevas reglas”. Tampoco hay que dramatizar con las tensiones.
Pero también defendió el legado del “rey emérito”, sin referencias a sus problemillas fiscales. Su papel, aseguró Zapatero, fue “clave” en el 23-F, llamando a los capitanes generales del Ejército, muchos dispuestos a ir al Golpe si el monarca les decía “vamos”. Ese día fue, para el expresidente del Gobierno, nuestra Revolución de Los Claveles -la rebelión del ejército portugués de 1973 contra la dictadura salazarista-. Pero en vez de salir a la calle con flores a saludar a los tanques del ejército liberador, nos quedamos en casa escuchando la radio con miedo a lo que harían nuestras fuerzas armadas. “El miedo puede ser una señal de inteligencia”, dijo. La noche de “templanza” y “serenidad histórica” de una “democracia pacífica” que derrotó a “la última asonada militar”.

Esa democracia, según Zapatero, ha conseguido llenarse de legitimidad, con un sistema electoral cuyos resultados nadie cuestiona, salvo en casos muy puntuales y donde la gente va a votar con unos niveles de participación muy importantes, fundamentalmente en las elecciones generales. También destacó los procedimientos y equilibrios, los controles de un poder a otro.

Y recordó la sentencia de 2010 del Tribunal constitucional sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña, que echó abajo algunos aspectos -“menos de los que dicen los nacionalistas catalanes”- de una norma que él mismo había impulsado.

“Tuve una gran contrariedad con la sentencia”, reconoció. Pero, según aseguró, él prefiere vivir en un país donde el presidente se lleve esos chascos, porque el control entre poderes funciona. Y recordó cómo la judicatura ha sido crucial en otros procesos que han afectado a algunos gobiernos, lo que debía ser una referencia a la Gürtel, con el PP, pero también podía referirse a los ERE del PSOE de Andalucía.
“Los jueces tienen la garantía legal e institucional para dictar sentencia de manera independiente. Qué falta de rigor sugerir que no lo hacen. Son gente culta, inteligente, que se ha preparado su oposición”, manifestó.

Esperanza de vida

En estos más de 40 años de democracia, aseguró, nuestro país es de los que más ha aumentado su renta per cápita en la OCDE, y estamos oscilando entre el segundo y el tercer país en esperanza de vida, por debajo de Japón y junto a Suiza. Los millennials vivirán mucho más que sus abuelos. Y la brecha que aún tenemos en el Estado del bienestar, explicó, se debe a que hemos hecho en 40 años lo que otros hicieron en 70. Así visto, ni tan mal.

Pero la democracia es una “agenda permanente de reformas”, y cree que, después de las elecciones catalanas, con un horizonte sin confrontaciones electorales cercanas y PSOE y PP negociando la renovación de varios órganos del Estado, se abre la oportunidad de pactos importantes. Además de la inmigración, señaló la necesidad de hacer un acuerdo contra la exclusión social, consciente de que la pobreza se cronifica en nuestras sociedades. “No puede haber ninguna familia con privación radical de bienes básicos”. Y ahí está el Ingreso Mínimo Vital, pero también solicitó la implicación de otras administraciones, como los gobiernos autonómicos y los cabildos.

En plan socialdemócrata, recordó que la sociedades más avanzadas están en el norte de Europa. Y que la gente, allí, tiene un nivel educativo alto, libros e instrumentos musicales en las casas, se lucha sin cuartel por la igualdad de género y es donde las personas pagan más impuestos y menos protestan. “Podemos elegir, podemos debatir, pero tengámoslo claro”. Qué le habría dicho el Zapatero de ayer a aquel que, en 2003, decía que “bajar impuestos es de izquierdas” es una incógnita.

El otro gran tema es el territorial, provocado fundamentalmente por la crisis catalana. Pero no solo. Y Zapatero pidió diálogo y encuentro. En ese proceso de sutura, afirmó, convendría que estuviera en PP, y se preguntó si quizá no hizo lo suficiente para incorporarlo cuando abrió el melón de la reforma del Estatut al llegar al poder, en 2004, algo que generó un fuerte rechazo en la derecha. De fondo resonaba el Pacto del Tinell, el acuerdo, en 2003, de las izquierdas catalanas -PSC, ERC y ICV- para hacer president a Pasqual Maragall, que incluía una cláusula que comprometía a los tres partidos a no pactar con el PP, que en aquello años acusaba a Zapatero de ir “ladrando su rencor por las esquinas” por criticar la guerra de Irak.

“Moderación y diálogo”. Eso es la democracia, decía Zapatero, que también se felicitaba del cambio de política económica de Europa durante esta crisis, abonada a la expansión del gasto. “Envidia” y “tranquilidad”, dice que siente en comparación con su época. Y que cuando se enteró de que Alemania aceptaba generar deuda mancomunada europea para financiar los 750.000 millones de euros de los fondos de reconstrucción, se sintió “tranquilo” por el futuro de sus hijas. Que ahora tenemos que gastarlos bien para ser una economía fuerte, autónoma, diversificada, productiva, no dependiente de Alemania.

Si Europa no hubiera hecho esto, si el Banco Central no estuviera inyectando pasta en el mercado a mansalva, sería  la hecatombe, le decía a Torres, escritor de juventud, que asentía y tenía pinta de estar imaginando a Canarias sin liquidez del BCE, con la gente cultivando boniatos en las macetas de la azotea,como en la Cuba del Periodo Especial. Así se quedan los países cuyo PIB se desploma un 20%, como le ha ocurrido a Canarias. Pero aquí estamos, fastidiados, pero estamos.

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