tribuna

Con Iglesias hemos topado

No se puede obviar el comentario al aldabonazo producido ayer en nuestro país con el anuncio de Pablo Iglesias de abandonar el Gobierno, nada menos que la vicepresidencia, para plantar cara a Isabel Ayuso en las elecciones del 4 de mayo. Sería fácil achacarlo al efecto mariposa provocado por la fallida operación murciana, pero el asunto viene de atrás, porque encuestas anteriores a los últimos acontecimientos anunciaban una catástrofe para su partido en la Comunidad. Hay quien se empeña en demostrar que lo de Murcia es una operación de largo alcance que tanto podría servir para conseguir un éxito en cadena o un fracaso encadenado, en función de quien analice su urdimbre. Lo cierto es que el resultado ha dejado al aire ciertas vergüenzas que eran un clamor, a pesar de las declaraciones recientes de balsa de aceite, hechas por quien se suponía que era la que más sufría las andanadas del vicepresidente: la señora Calviño, enviada a la Sexta en una operación de urgencia para tratar de salvar los platos rotos. Ahora todos dicen que Madrid bien vale una misa, pero en este caso se trata de una misa negra. Según lo visto nadie quería ir a oficiar allí. Por eso repite Gabilondo, después de haberse anunciado a otros candidatos con mayor peso, y por eso, según se descubre, Garzón ha dicho: “entra tú que a mi me da mucha risa”, cuando le han propuesto dar la cara para hacerse cargo del problema. No me cabe duda de que Iglesias tiene arrestos, o quizá es la valentía de quien desprecia el riesgo haciendo gala de una excesiva confianza en sí mismo, porque su gesto de venir a salvar a la izquierda española de una oleada fascista tiene un aire de cruzada heroica equiparable a las de don Pelayo o el Cid Campeador. El problema es que trabaja sin red. Se lo juega todo a una carta, y no es una carta alta la que tiene en la mano. Si fracasa arrastrará al fracaso a su partido, al que Yolanda Díaz, su supuesta sucesora, acabará de enterrar, igual que les ha ocurrido a sus compañeros de Galicia. No existe una organización con la presencia suficiente en la política internacional para darle amparo, y andará vagando por los inciertos parajes caribeños, igual que Zapatero. Es experto en comunicación, y, por lo tanto, debe saber que, si se queda sin plataforma, los medios dejarán de interesarse por él, y esto significa la muerte y la desaparición. Quizá por esto Pedro Sánchez, en lugar de tratarlo como al hijo pródigo que se va de casa, y al que hay que ir cada tarde a esperar en la encrucijada del camino, le ha deseado suerte, y que le vaya bien en su nueva andadura fuera de la mansión del padre. Es una suerte pronunciada con la boca pequeña, como recomienda la cortesía, porque a quien está obligado a deseársela es a Gabilondo, que es el caballo que representa a su cuadra en el derby. ¿Qué prensa lo apoyará en la campaña? ¿Apostará por él el Diario.es de Escolar, o la voz de Cintora teledirigida desde TVE, o la Sexta de Ferreras? Como decía Serrat, ¿quién se acostará en mi cama, se pondrá mi pijama y mantendrá a mi mujer? Ahora saldrán los sabios a decir que lo tenían todo previsto y que las cosas han salido tal y como las habían planificado. Ya sabemos que los caminos del Señor son insondables, aunque tengan que dar la vuelta al mundo para llegar a su destino. Todos coinciden en que Iglesias acude a la cita para salvar ese 5% del que pende su vida cada vez más precaria. No pretende nada. Solo no hundirse del todo. Por eso le ofrece a Errejón que encabece la lista. Él viene a inmolarse por el bien de España, a salvarnos del fascismo, a darle la vuelta a Madrid, que, según todos los comentarios, bien vale una misa. De momento estamos en el Introito. Veremos que pasa cuando lleguen el Confiteor y el Credo, y, sobre todo, cuando sepamos quién alzará el cáliz en el momento de la Consagración.

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