En la historia del jazz hay una orquesta que se mantuvo durante muchos años de la mitad del siglo pasado por encima de todas las demás. Fue la de Duke Ellington, director de orquesta, compositor fecundo, arreglador y pianista. Duke Ellington ha sido, sin interrupción durante medio siglo, la más importante personalidad en el campo de las grandes orquestas de jazz. Así pues, al igual que a Louis Armstrong, al que recordamos el año pasado por estas fechas, le dedico este pequeño e incompleto recuerdo al incomparable Duke en este día especial.
Edward Kennedy Duke Ellington nació en el barrio negro de Washington, al otro lado del río Potomac, Distrito de Columbia, el 29 de abril de 1899. Creció en un ambiente familiar culto y a los siete años comenzó sus estudios de piano y solfeo, al mismo tiempo que escuchaba con gran atención a los numerosos pianistas de ragtime del barrio. Fue precisamente uno de estos pianistas quien le dio el apodo de Duke al pequeño Ellington, a causa de sus estudiadas actitudes, de sus buenas maneras y de su aire distinguido. Y este apodo, que le fue sacado cuando apenas tenía ocho años, no dejó jamás de encuadrarle a la perfección.
En su juventud, Duke formó parte de varias orquestas que tuvieron éxitos y fracasos, hasta que 1922 quiso probar suerte en Nueva York. En la gran manzana la tuvieron y llegaron suficientes contratos para asegurarse el sustento. Paulatinamente fue aumentando el número de músicos de la orquesta y, sin embargo, todavía no contaba con el suficiente número para sacar todo el partido posible, al que aspiraba, de sus magníficas orquestaciones. A partir del comienzo de los años treinta, la orquesta alcanzó su cenit con la incorporación de una serie de músicos que a lo largo del tiempo llegaron a ser grandes solistas.
Como pianista, Duke Ellington es la viva imagen de su personalidad de compositor-arreglador. Cuando toca solo parece que interpreta la reducción a piano de una partitura de orquesta. Cuando acompaña, inventa contracantos, deliciosas sucesiones de acordes y acentuaciones rítmicas de mucho swing, que completan a la perfección las improvisaciones de sus solistas o el arreglo de conjunto. Se puede apreciar en la interpretación musical que es él quien conduce la orquesta desde su piano. Sin duda alguna puede decirse que la sonoridad de su orquesta es su misma voz.
Es necesario añadir que, junto al magnifico conjunto de músicos que siempre formaron en sus orquestas, merece destacarse una excelente cantante de color llamada Ivie Anderson, su vocalista durante nueve años (Gilroy, California 10.07.1904- Los Ángeles, 38.12.1949) y un excelente colaborador en la tarea de los arreglos, Billy Strayhorn (Dayton, Ohio 29.11.1915- Nueva York 31.5.1967), pianista y compositor, quien algunas veces incluso reemplazaba a Duke en el piano.
La influencia de Duke Ellington y su orquesta sobre la música de jazz ha sido considerable de manera constante desde 1930, incluso hasta un poco antes de su fallecimiento, ocurrido el 21 de junio de 1970 en Nueva York a causa de una neumonía. Históricamente, Duke ocupa, respecto a las grandes orquestas, posición similar en importancia a la de Louis Armstrong respecto a los solistas.
Me tomo la libertad de copiar textualmente unas reflexiones personales del músico publicadas en el ABC de Madrid al día siguiente de su fallecimiento.
“El jazz de hoy, como el del pasado, es producto de cuidadosa elaboración, no simple fruto natural del instinto. Y aunque me sea imposible, como a otro mortal, predecir exactamente el porvenir, estoy seguro de que esta forma musical alcanzará niveles más amplios y de gran belleza. Como es bien sabido, siempre he sido reacio a clasificar o encasillar los estilos musicales, por lo cual no trataré de establecer si la música del futuro concederá lugar preferente al jazz o no, o si este se integrará en los clásicos. El jazz del futuro combinará el aporte de aquellos que posean aptitudes naturales y la aportación de los conocimientos adquiridos en los conservatorios de música”.
De su enorme producción musical me atrevo a sugerir como material didáctico rico en imágenes personales del músico y de su orquesta las siguientes interpretaciones localizadas en múltiples plataformas digitales:
1.- Take the A train, autor B. Strayhorn.
2.- Satin Doll.
3.- Solitude 1934, en disco 78 r.p.m.
4.- Solitude Louis Armstrong & Duke Ellington (1990 Remaster).
Recomiendo escuchar estas grabaciones con unos buenos auriculares. Las tres primeras piezas ofrecen figuras de los músicos y cantantes, pero la calidad sonora de las mismas es algo defectuosa, dada la antigüedad de su grabación. A pesar de los defectos sonoros mencionados, vale la pena disfrutarlas.
Finalizo con un recuerdo especial a aquellos que me iniciaron en la cultura musical. A mi padre Luis, excelente guitarrista clásico, y a mi madre María, por su constancia y apoyo. Muy especialmente a mi profesora de solfeo Maruja Ara y al profesor de violín Agustín León Villaverde. Gracias a su paciencia y cariño llegué a culminar el cuarto año de violín en el Conservatorio de Música y Declamación de Santa Cruz de Tenerife a mediados de los años cuarenta del siglo pasado, ubicado entonces en la que actualmente es la sede del Parlamento de la Comunidad Autónoma de Canarias.