por quÉ no me callo

El guanche en National Geographic

En día lejano del 83 se fundó la autonomía y hemos venido celebrando el Día de Canarias con nostalgia y romanticismo. Toda efeméride regional o regionalista, como invocaban los poetas laguneros del XIX, entraña una odisea que entronca con los guanches. Acaso no sea casual que la portada del National Geographic que estos días llega a los kioscos sea la momia guanche del Museo Arqueológico Nacional de Madrid (la del Barranco de Herques) que el Cabildo de Tenerife ha reclamado en vano consciente del valor del vestigio a medida que pasen los años, los Días de Canarias y las futuras pandemias.


Con un pie en ese estribo, se fraguaron las odas, las cantatas y los romances de los vates preautonómicos, cuando las Islas eran un hervidero de sensaciones y sensacionalismos. Hacíamos del guanche una cruzada, Cubillo arengaba en las ondas de Argel invocando al antepasado primitivo, y unos nómadas laguneros elevaron al guanche a los altares de la canción popular y cruzaban el charco con sus canciones pasionales llevándolo al encuentro de mayas, aztecas o incas. De un modo u otro, el canario es célebre por sus cantos de pájaros del mismo nombre y por las momias que Thor Heyerdahl una vez me dijo que eran la prueba irrefutable de los desplazamientos de la Historia de Egipto a América pasando por aquí.


Nada que lo ratifique o desmienta puede importarnos. La identidad del canario hoy no se dilucida en esa Kont-tiki de las travesías de las culturas; hemos asentido, incluso, a las conjeturas más diversas sobre el origen de nuestros ancestros y seguimos conmoviéndonos cada vez que una publicación ilustra su portada con un guanche milenario, con o sin mirlado consiguiente, que descansa con los ojos cerrados como si en cualquier momento fuera a abrirlos y a despertar ante nosotros. Ahora el guanche parece importar poco y el domingo, 30 de mayo, el Día de Canarias no se detiene en su legado, aunque el National Geographic venga a recordarnos al pariente de la cueva de las mil momias, saliendo a la calle el mismo día con su imagen durmiente en la carátula, que inspiró al escultor Juan Villa a hacer una reconstrucción forense.


Si bien los Días de Canarias no han sido guanchistas que yo recuerde, la memoria incluye al aborigen por acción u omisión. En Tenerife más por lo segundo. Aquel poblador prehistórico gozó de autogobierno antes que nosotros, y se dotó de su tagoror y su añepa que es el actual bastón de mando. No se ha producido aún la conciliación de los símbolos para hacer del guanche en las Islas lo que el inca representa en la iconografía oficial peruana, de que he sido testigo, por ejemplo. El fotógrafo Roberto de Armas sostiene que no hay mejor embajador de Canarias en el mundo que el guanche, como de Icod lo es el drago o de Lanzarote, César Manrique, que es como el canario de canarios. Auscultar en nosotros, por medio de nuestros eruditos o exégetas que conocen los porqués de la timidez isleña con su arqueología, podría arrojar luz alguna vez sobre esa proscripción del guanche en la publicidad institucional de Canarias cada vez que esta tierra se reivindica.

Es un desliz que se perpetúa antes y durante la autonomía. Con Franco, por censurar las raíces, que agitan sentimientos privativos; y después de Franco, quizá por complejo y falta de ignorancia, como diría Cantinflas.

Viene entonces National Geographic y nos cura el pudor (o nos afea el desdén) dando al guanche la portada que se merece.

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