tribuna

La profecía de Sampedro

José Luis Sampedro, el español indignado que hace diez años condensaba en su persona todo el espíritu del movimiento 15-M, fue aquel escritor y economista que un día le dijo a Évole, en las postrimerías de una vida casi centenaria, que los líderes del futuro serían los científicos. “Soy una mente científica”, sentenció en Madrid en la presentación de su mejor novela, Octubre, octubre, de la que se cumplen ahora 40 años (en Sampedro confluyen varias efemérides). La ciencia, en efecto, ha cogido el timón de la pandemia, pero Sampedro hizo su profecía en la Gran Recesión, una década antes cuando menos del aciago 2020.
Sampedro fue vecino de Santa Cruz y nos concedió numerosas entrevistas sobre la contabilidad de sus letras y los asientos de sus libros de registro. Me contó que hacía infinidad de fichas con los fragmentos de sus novelas y se documentaba hasta la saciedad; después componía el puzle y, al cabo de 20 años, resultaba Octubre, octubre, una historia de mística y erotismo siempre póstuma, pues bromeaba con la idea de que hacía tiempo que había muerto, pese a lo cual vivió 96 años. Siento curiosidad por adivinar qué hubiera dicho y escrito del virus que no tuvo oportunidad de conocer. Me imagino a Sampedro con mascarilla y me pregunto si hubiera seguido silbando por la calle, como le gustaba hacer al pasear por esta ciudad. El huésped célebre, académico de la lengua y Premio Nacional de Literatura (hace justamente diez años) tenía un sentido del humor genuinamente sampedriano; nos perdimos sus boladas de la pandemia. Nunca sabremos qué hubiera escrito Sampedro sobre este mundo en cuarentena. Cuando la invasión de Irak, dio a la luz Los mongoles en Bagdad, que aquí presentó Loly Palliser, un libro contrariado por la venganza prepotente de Bush. Da vértigo el disparadero de estos últimos 20 años sin respiro (en septiembre se cumplen del 11-S, que derribó las Torres Gemelas y desencadenó aquella guerra), donde los recuerdos en seguida se reducen a polvo enterrados por las desgracias consecutivas. Sampedro siempre ponía las luces largas cuando detectaba alguna señal del futuro como un zahorí. Hablaba deprisa, con la facundia de un empollón y la ventaja de ser longevo como un drago, que, por cierto, dio título a una obra sobre Tenerife, una metáfora del ocaso de nuestra civilización. Quizá Sampedro, ahora que lo pienso, habría retomado el tema y descrito una isla presidida por un volcán donde se recluyeran las esencias de la cultura de Occidente abatida por un virus. Quién sabe. Aquella vez lanzó un vaticinio sobre la Ciencia y la Política, y, en efecto, los científicos han sido los mascarones de proa en el tajamar de esta crisis. ¿Quiénes, si no, le habrían tirado de las orejas a los políticos, como hemos visto, en mitad de las trifulcas parlamentarias y las necedades de dirigentes paletos en epidemiología? Los líderes científicos han llamado a capítulo a los líderes políticos, y estos se remiten obsecuentemente a sus vacunólogos y microbiólogos, como el oráculo de sus decisiones. Sampedro no podía imaginar que su pronóstico se cumpliría en esta pandemia del pandemónium.
Hace un decenio prologó la edición española de ¡Indignaos!, un antifonario sucinto del final de una época, que había escrito su amigo Stéphane Hessel (ambos nonagenarios) y que inspiró el movimiento del 15-M, del que ayer se cumplían diez años vertiginosos. A la vista del desenlace de Pablo Iglesias y Albert Rivera (los epónimos de la nueva política se han ido), uno cobra conciencia de la velocidad de los acontecimientos. Los hechos devoran a sus hacedores. Las urnas que ellos removieron para abortar el bipartidismo los han borrado de un plumazo. Sampedro habría explicado el auge y finiquito de los querubines que proyectaban asaltar el cielo o el IBEX 35. Como era economista habría dado con las claves de este volantazo de la historia entre las crisis de 2008 y 2020. Habría convenido en que la democracia ya no es la misma. La política española necesitaba un revolcón; quién sabe cuál será el siguiente hito, con Sánchez, Casado, Arrimadas, Ayuso y los consiguientes. Todo se altera en la hoguera del virus. Hasta Ciudadanos se piensa cambiar de nombre, Bill Gates se ha divorciado de Melinda y Elon Musk revela que tiene Asperger. La COVID ha hecho estragos en todos los órdenes, como si hubiera roto la baraja del azar y los equilibrios. El destino viene después del desbarajuste.
En el vestíbulo del edificio Bahía de la Avenida de Anaga, una foto a color de gran tamaño decora la pared junto a los ascensores, con el rostro de José Luis Sampedro y una dedicatoria al mar de puño y letra del inquilino que habitó la torre como un vigía avistando nuevos mundos. Las grandes preocupaciones ya no son las que tenía el autor de La sonrisa etrusca. Las suyas eran las crisis de origen financiero. En la actual tesitura, ni las crisis económicas ni las políticas tienen parangón, y ya nos resultan anecdóticas Cataluña y tantas otras perturbaciones. Hemos tocado fondo, y en las aguas abisales habitan los monstruos. Nada que ver. Pero saldremos a flote un fin de semana cualquiera aun sin toque de queda. Vacunación, vacunación, vacunación, recitan en la Moncloa con un mantra de Anguita (“programa, programa, programa”), celebrando la llegada de millones de dosis de Pfizer. “Más de la mitad de la población canaria estará vacunada el próximo mes”, auguraba Ángel Víctor Torres en la portada de DIARIO DE AVISOS este jueves, pues le vimos las orejas al lobo antes de ayer. Sampedro habría sido un buen apóstol en esta encrucijada en busca de dioses. Habría saludado el advenimiento de Biden y puesto a parir a Trump, que maldijo al Capitolio en el colmo del mal perder.
Esta vez la historia se escribe sin guion. Nadie sabe nada a ciencia cierta. La ciencia mandó callar a la política y marca el paso: solo la inmunización nos podrá salvar, no ninguna ley. La economía se inyecta en un brazo la vacuna y en el otro los fondos de Europa (Next Generation). Canarias -lo que nunca- recibe un vendaval de millones del Estado (1.144). De esto trata el foro de EL ESPAÑOL-DIARIO DE AVISOS este lunes y martes: de cómo resucitar el muerto del turismo cero. Los primeros en volver han sido los alemanes. Son señales de paz. Esto no es Israel y Gaza. Pero es la guerra. Y nos seguimos jugando la vida.

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