Hay una voluntad expresa de salir del mal fario de la pandemia a toda prisa. Pero las carreras a veces conducen a largas pausas. Se dice del corredor que sufre una pájara. Estamos viviendo una sensación parecida en mitad de consignas contrapuestas. De una parte, hay quienes lanzan las campanas al vuelo y se las prometen felices con desescaladas a la carta y hay, de otra, quienes vaticinan el peor horizonte, una vuelta a la casilla de salida. Si el virus se escapó del Instituto de Virología chino, en la mudanza del laboratorio de Wuhan (la insistencia de EE.UU., de la OMS y ahora de la UE dan que pensar), cabe hacer todas las conjeturas. No es normal que la rabieta del virus por las vacunas sea capaz de engendrar variantes cada vez más contagiosas y, según se sospecha, más resistentes a los antídotos de que disponemos. Tampoco los expertos se ponen de acuerdo. En este mismo periódico coincidían el domingo dos percepciones distintas en algo más que matices. El jefe de Epidemiología canario y presidente de los vacunólogos españoles, Amós García, apostaba por que la cepa india (la Delta) sea menos peligrosa que la británica, y el catedrático de Microbiología Antonio Sierra temía que resulte más transmisible que las precedentes. Los ingleses, que le han visto las orejas al lobo después de aventurarse en los orígenes (como los países nórdicos) en brazos de la inmunidad de rebaño sin confinamientos, ahora, a la mínima, se ponen maniáticamente en guardia y encierran a la gente. Lo hicieron en enero por la cepa llamada británica y ahora alardeaban de una aparente inmunidad mayoritaria (en realidad, la mitad de la población había recibido un solo pinchazo, mayormente de la AstraZeneca, que es anglosueca y lleva el sello de la Universidad de Oxford) y anunciaban la apoteosis para el 21 de este mes, cuando, ante la arremetida de la variante india, han dado largas a la reapertura del país y sus destinos turísticos (entre otros, Canarias, por supuesto), y ya posponen el día señalado para el 19 de julio, en principio. Allí se lo han tomado en serio, casi el cien por cien de los nuevos casos se debe a esa cepa invasora, que califican de un 60% más transmisible que la británica. En España, algunas voces autorizadas temen que antes de dos meses, la hijuela india sea mayoritaria. ¿Estamos preparados para volver sobre nuestros pasos y llegar a extremos impensables de nuevas restricciones si esta y otras cepas venideras se rebelaran resistentes a las vacunas en circulación? ¿En qué espejo debemos mirarnos para saber si debemos poner las barbas en remojo? ¿En Regent Street o en las calles de Praga, que se han quitado la mascarilla? En medio de esta confusión, sensatamente no podemos saber si tenemos derecho a estar de enhorabuena por el ritmo de vacunación (medio millón de canarios ya han recibido la pauta completa y casi un millón al menos una dosis), o debiéramos reprimir el entusiasmo, documentarnos sobre la evolución de los países asiáticos (donde la variante Delta está haciendo estragos) y tomar precauciones para que no nos coja el toro nuevamente. Una lección hemos aprendido. Esta vez era cierto el viejo proverbio chino según el cual el leve aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo.