tribuna

La música es un milagro

Óscar Arturo Mazzanti nació en el barrio de Belgrano de la ciudad de Buenos Aires, seguro que en un caserón de tejas como el que recuerda Cátulo Castillo en su vals de 1941, ese que dice: “¿Te acordás hermano de las tibias tardes sobre la vereda? ¿Cuándo un tren cercano nos dejaba viejas, raras añoranzas bajo la templanza suave del rosal?” Me gusta la Argentina de los autores profundos, de esos inmensos músicos y letristas que acompañan a la tradición literaria de José Hernández, de Evaristo Carriego, de Domingo Faustino Sarmiento, que luego se concretan en Borges, en Ernesto Sabato, en Adolfo Bioy Casares o en Julio Cortázar. Esta cultura que nunca se escapó de la mano de nuestro español europeo se mimetiza con el folclore haciendo de éste una producción de altísima calidad. Curiosamente se aleja de ser una caricatura de las formas populares teniendo siempre en cuenta su compromiso con los modos cultos. Óscar, que luego será conocido con el sobrenombre de Cacho Valles, no se evade de esa circunstancia primordial y se convierte en uno de los principales compositores de las mejores zambas, que pasan a integrar el repertorio del grupo al que pertenece: los Quilla Huasi. Hace unos meses mi amigo Santiago Pérez que , como yo, alterna el gusto por la música con la actividad política, me llamó para trasladarme un recado del maestro Horacio Díaz que tenía la intención de poner en marcha un proyecto como homenaje al gran Óscar Cacho Valles. Enseguida me sedujo la idea y con la voz de María Elda García Llorente y de Toto Arimany nos pusimos a la faena. Yo ya no tengo edad para cantar, pero los estudios de grabación, como el de Marco del Castillo, hacen maravillas y logran sacar lluvia del país en donde nunca llueve, y lavas de los volcanes viejos que creíamos apagados, como dice Jacques Brel en su “Ne me quitte pas”. Ayer me envió Horacio la última mezcla, recién salida del horno, de “La Compañera” esa hermosa zamba de Óscar Valles que dio la vuelta al mundo de la mano de los mejores intérpretes. Claro está que nosotros no somos argentinos, pero el canto es una conjunción universal que nos hermana a todos, seamos de donde seamos. Horacio utilizó el requinto del Cacho y la hija del compositor, Leandra, supervisó las letras para hacerlas coincidir con las originales que escribió su padre. Ya se sabe que existe una adulteración natural al ser sometidas a las reproducciones en internet y nosotros perseguíamos la exactitud. Digo que la mezcla, con el soporte extraordinario y auténtico del maestro Horacio Díaz, aporta una curiosidad que es capaz de unificar lo que el espacio y el tiempo separan. Por ahí debe andar, reproducida en los rincones universales de Faceboock. Escúchenla con unos buenos auriculares y les sorprenderá. Hemos disfrutado muchísimo haciendo este trabajo. Para mí ha sido la experiencia de transformar en realidad lo que dice esta canción en su primer verso: “Renace en esta zamba el recuerdo del ayer”. ¡La música nos hace renacer tantas cosas! Cantando hemos revalidado una amistad que nunca perdimos, cantando se siente el calor de quien tenemos al lado porque al perseguir el unísono nos esforzamos en marchar al mismo tono y con el mismo compás, que es el mayor ejercicio de solidaridad que conozco. Luego está ese efecto multiplicador que extiende el número de amigos hasta el infinito. Gracias a todos por poder cultivar esa expansión. La música puede con todo, arrasa con todo, derriba murallas y tiende puentes. Es un milagro. Por ese motivo me niego a dejar de cantar. Va por todos, por María Elda, por Horacio, por Toto y por Santiago. No tengan en cuenta el orden: es igual. También por todos los amigos a los que les guste compartir los momentos íntimos acompañados por unas corcheas. A partir de ahí estamos inaugurando una autopista para comunicarnos con mayor intimidad.

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