Es preciso arreglar algunas cosas antes de seguir adelante. Esta premisa, que resulta elemental, suele ser olvidada con frecuencia y con el paso del tiempo acumulamos demasiado lastre. Ahora mismo esa es la tesitura en este mes de julio, que nos precipita por el tobogán del año.
El tsunami del cambio de Gobierno en España es uno de esos casos en que los cabos sueltos provocan una montaña de desajustes y, en consecuencia, se genera un auténtico revolcón. Salen ministros que parecían los pilares más seguros y entran rostros nuevos que desconciertan. Como toda crisis de Gobierno, la leyenda se hará cargo de exponer la casuística de cada relevo. Si Calvo cae víctima de sus lances con Irene Montero y el desencuentro sobre la ley trans; si Ábalos se va en otro decalaje inesperado con su amigo presidente y no le cita en la despedida al frente del Ministerio de las ciudades; si Iván Redondo quería ser ministro de Presidencia y se quedó sin nada y otras conjeturas. Cierto que en los gobiernos hay poco margen de hacer apaños, y que los presidentes gustan de escenificar su control de la situación con remodelaciones por sorpresa. De González a Rajoy fue así.
Pronto pasaremos página y proseguiremos la marcha con los hechos consumados, este y otros. La pandemia es un hecho consumado, nos acompaña como parte del equipaje, y en cierta forma hemos adoptado la condición de supervivientes como si tal cosa. Nos lo llegan a decir en aquel 2019 en que nos hacíamos las promesas más ingenuas de revivir en 2020 los felices años 20 y no lo hubiéramos creído. Hoy la pandemia no es parte de la escenografía, es todo el escenario. Y nosotros vagamos por ella como espectros a la espera del anuncio de la inmunidad de rebaño para construir otro estado de conciencia. ¡Hemos cambiado tantas veces de quimera que ya nos hemos acostumbrado a retroceder para seguir avanzando! Los virólogos nos están susurrando que es posible que las vacunas tengan un periodo de caducidad de seis meses -en Israel ya está sobre la mesa- y que las nuevas cepas es posible que exijan repetir todo el proceso de vacunación mundial de los que se inmunizaron hace medio año, cuando en diciembre comenzó este proceso. No es definitiva la sospecha, pero si fuera así, el 70% de vacunación prevista para este mes en Canarias sería una alegría a medias.
En efecto, como decíamos, es preciso arreglar algunas cosas antes de seguir adelante. Y, entre otras, estamos tardando en cambiar a fondo nuestro modo de gobernar la pandemia, reemplazar todo aquello y todos aquellos que no nos garanticen un mejor rumbo en este segundo semestre. El inmovilismo no hará ese trabajo. Lo que no funciona ha de ser corregido. Protocolos, métodos, procedimientos y personas. Es obligación de quienes rigen los destinos de la gente tomar decisiones que garanticen la vida y la economía.