Siempre llega la calma después de la tempestad, por mucho que dure -que está durando, coño- esa tempestad. Sería bueno sonreír, sonreír y cumplir las normas, en este final de pandemia. Porque es el final, no tengan la menor duda. Sonrían y no se desmadren; sonrían y cumplan las recomendaciones sanitarias; sonrían y no sean brutos, como esa familia que se negó a ser confinada porque habían preparado el cumpleaños de la niña. Sonrían y no ejerzan de ceporros, porque se puede vivir en la pandemia estando vacunados y tomando las precauciones pautadas. Este pueblo nuestro, anárquico y acostumbrado a vivir con poco al mes, no se da cuenta de que está jugando con su futuro permitiendo a los jóvenes sin cultura que jodan a las Islas, que ennegrezcan su futuro y que anulen su economía. Allá donde hay una trasgresión de la norma tiene que haber una denuncia y las personas conscientes no deben tolerar los excesos de ninguna manera. Pero yo, por ejemplo, no puedo resistir por más tiempo que mi periódico abra un día y otro día y otro día con la puta pandemia; ya no puedo más. Hay más cosas que contar, hombre, cosas agradables que a lo mejor venden menos pero animan más. No tengan duda de que después de todo esto vendrá una época de prosperidad y se abrirá un espacio para la sonrisa, ahora sin otro motivo que no sea que la vida es bella y que la vida nos ofrece muchas cosas para sonreír. Sería bueno reflexionar sobre lo que nos está pasando y concluir que todo va a cambiar. La gente será más limpia, más cuidadosa, atenderá a los consejos sanitarios, se tomará menos a coña los contagios de cualquier virus. Hemos aprendido, vaya que si hemos aprendido. Pero todavía queda un foco de idiotas borrachos y drogatas que nos amenazan, botella en mano.
Sería bueno sonreír
Siempre llega la calma después de la tempestad, por mucho que dure -que está durando, coño- esa tempestad