No está de más, porque no sobra, que el Gobierno canario lleve al Parlamento una propuesta que, tirando de pedagogía, bien podría considerarse como una ley de pandemias -si es que algo hemos aprendido es que nunca se sabe qué puede ser lo siguiente-. No debe molestar que en el Consejo de Gobierno ordenen, reescriban y actualicen el aluvión de indicaciones o contraindicaciones, acelerones y frenazos, acumulados durante estos meses. El cacareado decreto no se deja cerrar, por algo será, ya se andará, pero no debe teñirse de urgencia porque ese documento está concebido para más adelante. Cosa diferente es cómo el Gobierno decida gestionar, hoy, ahora, un escenario diferente al de estos últimos meses, si atrincherándose equivocadamente en restricciones que fueron concebidas para una realidad que ha quedado atrás o -demostrando realismo, y sentido común- abriéndose a la normalización de la vida, del día a día, de la restauración, el ocio diurno o nocturno, la actividad cultural, los calendarios deportivos u otros espacios que la pandemia nos fue amputando. Quienes se sientan en el Consejo de Gobierno deben entender que otra realidad exige otras fórmulas, otro enfoque, otra forma de abordar las cosas, abrir la mano. Prorrogar restricciones que pudieron tener encaje antes de vacunarnos pero no ahora, empaparía las calles con un mensaje cargado de frustración, escepticismo y desconfianza (¿de qué ha servido vacunarnos si la vida sigue igual que hace meses?, se preguntarán los convencidos y, sobre todo, los reacios). La ganas de vivir y el agua siempre encuentran camino. La gente ha emprendido el regreso a la normalidad, partiendo de esa premisa más vale al Gobierno -de Canarias, en este caso- regular con permeabilidad, valentía y reflejos la operación retorno, porque a estas alturas el renacimiento social no tiene marcha atrás ni dique que lo detenga. Otra es la actitud, otro el ánimo. Otro debe ser el marco. Decaen las razones que han mantenido precintado el ocio en sus distintas expresiones, aforos u horarios deben flexibilizarse, toca abrirse y sentar las bases de una normalidad que se limite a exigir certificados de vacunación -qué mejor manera de desanimar a los negacionistas-. Si se quiere en evaluación continúa, pero poco más. Difícilmente habrá recuperación económica sin reabrir las puertas de establecimientos o negocios que reinicien la actividad económica. Se equivocará el Gobierno si se empeña en gestionar el final de 2021 con las recetas de 2020. Hay que abrir, me dijo ayer el presidente. Hoy el Consejo debe actuar en consecuencia. Caso contrario, si se conforman con mantener reglas oxidadas, estarán dando alas a botellones y al catálogo de clandestinidades no regladas.