el charco hondo

Espectáculos

El catálogo de acontecimientos extraordinarios con los que convivimos no es pobre, al revés, el muestrario de catástrofes que rompe el día a día de pueblos, ciudades o regiones, castigándolas, inundándolas con la crecida de los ríos, hundiéndolas, agrietándoles o desplazándoles la tierra que pisan, engulléndolas, cubriéndolas con lava, ahogándolas bajo el peso de una cordillera de olas o arrancándoles las raíces con tornados y huracanes ofrece un abanico de situaciones espectaculares (fuera de lo común, exageradas) tan amplio como variado, normalmente feroz, destructivo, y también indómito. Las expresiones anormales de la naturaleza son relativamente frecuentes, afloran en las distintas latitudes del planeta, y aquí, en las Islas, no somos una excepción, al contrario, vivir sobre un volcán de siete puertas nos convierte en inquilinos de lo que los coleccionistas de acontecimientos denominan imágenes hipnóticas o experiencia irrepetible. La tierra se expresa de muchas maneras, construye y destruye, ofrece y arrebata, quita y da, habla con agua o con fuego, y cuando está de malas lo que provoca es algo espectacular, sí, pero por el destrozo que provoca o el daño que hace a quienes lo viven en primera línea, no como espectadores sino como sufridores. El volcán es una expresión extraordinaria de la naturaleza, sí. Asoma pocas veces con su envoltorio de pirotécnica y efectos especiales, claro que sí. Sus consecuencias se asemejan al rastro que dejan otros fenómenos de la naturaleza, y, sin embargo, resultaría estrambótico (inconcebible, y estúpido) viajar con media pensión o pensión completa, excursiones organizadas y visitas más o menos guiadas para vivir de cerca, hacerse fotos o grabar vídeos domésticos de otras expresiones de la naturaleza como inundaciones, terremotos, riadas o aludes, entre otras catástrofes que ateniéndose a su vara de medir los turistas que viajan al dolor del volcán tendrían que catalogar de espectáculo. Tiempo habrá de ir a La Palma, ojalá pronto para evitarles otro cero turístico; pero estos días toca dejar trabajar en la urgencia, y respetar. La foto de una vecina corriendo con una planta entre sus brazos, como único resquicio de lo que era y dejó de ser, pone las cosas en su sitio y gravedad, al desarraigo, la impotencia y el vacío que el volcán provoca. Al parecer, hay quienes solo ven fuegos artificiales donde otros vemos a una mujer corriendo abrazada a una maceta. La planta que no dejó atrás como último respiro de la vida que el volcán le ha sepultado, y la catástrofe que simboliza, tendría que calar en algunos que viajan ligeros de equipaje y empatía.

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