En un kiosco ubicado en la Avenida Príncipes de España, Michelle Alonso ocupa las portadas de la prensa y su felicidad contagia a quien la observa. La nadadora tinerfeña llegaba ayer a la Isla con su tercera medalla de oro en el pecho y tras haber logrado un nuevo récord del mundo en los Juegos Paralímpicos de Tokio. En esa misma avenida del barrio capitalino de Ofra llama la atención otra imagen que hace un contraste triste con los periódicos: se ve uno de los muros del CEIP Las Delicias, una pared que tapa la enorme piscina donde aprendió a nadar la sirenita y que actualmente se encuentra en un estado de absoluto abandono.
Donde un día hubo aguas azules y sueños, hoy solo hay un pozo negro. A los alrededores, una selva de rabo de gato que dificulta el camino. En el fondo, una grieta. En los vestuarios, el techo amenaza con caerse. La piscina pequeña, a pocos pasos de la grande, tampoco ha escapado de esa ruina en la que todo entró desde que en el año 2006 la Consejería de Sanidad, a través de Salud Pública, decretara el cierre de las instalaciones por no estar en condiciones de salubridad. Han pasado 15 años desde entonces.
En el colegio de Michelle Alonso, donde hoy estudian unos 400 alumnos, la tienen muy presente. El director, Genaro Padilla, cree que es el mejor ejemplo de esfuerzo y perseverancia que pueden tener los pequeños, tanto en los estudios como en el deporte. La nadadora mantiene el contacto con el centro y lo ha visitado varias veces para compartir con los niños su experiencia. Las nuevas generaciones de Ofra-Costa Sur tienen en ella un modelo que seguir, pero les falta la piscina.
DEL ESPLENDOR A LA DECADENCIA
“¿Cuántos colegios públicos conoces en Canarias que tengan piscina?”, pregunta al teléfono Pedro Díaz, entrenador y presidente de la Agrupación Deportiva Santa Cruz (ADSC), por la que en su día pasó una jovensísima Michelle Alonso. Aquel club fue capaz de crear y mantener durante veinte años una escuela de natación de referencia en una zona económicamente deprimida. Rememora que lo hicieron apenas sin ayuda institucional y que muchas veces se hacían cargo de aspectos que no les pertenecían, como la limpieza de las instalaciones: “Lo importante era que el deporte siguiera”, dice ensimismado.
A las instalaciones acudían por la mañana los alumnos del colegio y, por las tardes, pequeños de otros centros educativos que también vivían por la zona. Aparte de ellos, iban personas de la Asociación Canaria del Trastorno del Espectro del Autismo (Apanate), de Proyecto Hombre, de las asociaciones vecinales y también pacientes del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria (HUNSC) que necesitaban hacer natación por motivos de salud. Incluso, recuerda Díaz, “se cobraban cuotas más bajas en función de la circunstancia de cada persona y había algunos niños que no podían pagar y que entraban gratis”.
En sus momentos de esplendor, la piscina del CEIP Las Delicias “lo era todo para el barrio”. Díaz cree que precisamente en las décadas de los 80 y 90, cuando los problemas con las drogas en la zona eran acentuados, mantener a las generaciones más jóvenes ocupadas practicando natación les mantenía alejados de las problemáticas que se vivían en aquellas calles.
Sin embargo, con el tiempo las instalaciones se fueron deteriorando progresivamente hasta que, en el año 2006, llegó al centro la notificación del cierre definitivo por parte de Sanidad. En aquel momento, asegura Díaz, “nadie quería hacerse cargo de solucionar los problemas. El Ayuntamiento decía que, al ser la piscina de un colegio, era responsabilidad de la Consejería de Educación, mientras que desde el Gobierno de Canarias señalaban que el mantenimiento era cosa de Santa Cruz”.
15 AÑOS DE ENREDO
La falta de consenso para dar el impulso definitivo al proyecto que permita la recuperación de la Piscina de Las Delicias ha perdurado durante 15 años. Conversaciones hubo muchas, señala el director del colegio, pero el acuerdo nunca llegó. Y eso que, reconoce Padilla, tanto el actual alcalde capitalino, José Manuel Bermúdez, así como distintos responsables de la Consejería de Educación, le han manifestado en numerosas ocasiones su voluntad política para buscar una solución al enredo.
En todos estos años, Padilla apunta que al colegio se le solicitó un proyecto de rehabilitación firmado por peritos y que ese documento ha obtenido ya el visto bueno del Colegio de Ingenieros Técnicos: “Lo hicimos con mucho esfuerzo, porque costó un dineral, pero encargamos el informe y ya lo tenemos”.
EL FUTURO QUE MERECEN LOS NIÑOS DE OFRA
“Se han comprometido a buscar el dinero necesario para convertir en una realidad el proyecto, ya sea a través de los Fondos Europeos Next Generation o mediante financiación propia”, decía ayer algo esperanzado el director del CEIP Las Delicias tras obtener el compromiso verbal de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias a través de su Dirección General de Centros.
A la positiva noticia, que aún debe materializarse sobre el papel en próximas reuniones, se suman las últimas conversaciones que Padilla ha mantenido con el alcalde capitalino, quien asegura que se ha mostrado abierto a hablar sobre hacer una contribución a la rehabilitación de la piscina.
De esta forma, el futuro que se merecen los niños de Ofra parece estar cada vez más cerca. Hablamos de una obra que tendría un plazo de 6 a 8 meses de ejecución y un coste aproximado de 350.000 euros. Una aportación económica muy baja si vemos en el ejemplo de Michelle Alonso lo lejos que se puede llegar cuando se apuesta por el deporte en los barrios. El valor del proyecto es intangible.