por qué no me callo

Merkel, el volcán afable

Scholz y Laschet han irrumpido como dos cráteres en la mansedumbre de la paz merkeliana. Pero esta erupción de los socialdemócratas, que adelantaron en las urnas a los cristianodemócratas por estrecho margen (25,7% del SPD frente al 24,1% de la CDU), tiene el perfil estromboliano de nuestro volcán. Su descarga explosiva se acompasa con los cálculos electorales. Si los verdes y los liberales quieren, gobernará Scholz y la izquierda volvería al poder después del largo paréntesis de Angela Merkel. Pero el heredero de la senderista del Garajonay, el derrotado Armin Laschet, se resiste a darse por vencido. Desde 2005, no entraba en erupción un volcán político en las urnas germanas durante el reinado de Merkel, que es un caso paradigmático de calma y estabilidad. La Palma anhela ese relax de Merkel, cuyos pasos en La Gomera eran toda una declaración de serenidad en mitad del cataclismo del mundo. La naturaleza y la política tienen tics muy parecidos. A la era Willy Brandt sucedieron otras etapas valle en la potencia europea. Los canarios recordamos la buena mano con que Helmut Schmidt gobernaba o tocaba el piano en la casa de su amigo Justus Frantz en sus jardines de Monte León, en Gran Canaria. Y el destello de Gerhard Schröder, que acudía a Lanzarote como Kohl, hasta perder por la mínima en 2005 ante la mujer que iba a hacer historia. Merkel ganó la primera vez por tan solo ocho décimas y parecía una débil discípula de Kohl, el gigante de la reunificación alemana, que había rediseñado el final de la Guerra Fría junto a otro visionario, Mijaíl Gorbachov.

El mundo ha dado muchas vueltas desde que Merkel tomó las riendas. La canciller que se jubila de la política entró discretamente en la política europea como una leve intrusión de magma en el subsuelo del eje francoalemán que mueve los hilos de la UE y se marcha como la Churchill de una época de guerras encubiertas. Ha habido una primera y una segunda Merkel, la de la Gran Recesión y el austericidio de su poderoso ministro de Finanzas, Wolfgang Schauble, y la posterior de la era Trump. Aquella tenía mala prensa en los países del sur, como Italia y España, y pésima imagen en Grecia, cuando el Nobel alemán Günter Grass tuvo que intervenir para salvar a Atenas de las garras de Berlín, deplorando el intento de expulsar de Europa a la patria de Sócrates y Platón. Grass, huésped de La Palma en vida evitó el parricidio. La siguiente Merkel, la que se enfrentó a Trump, la que acogió a un millón de refugiados y la que coadyuvó a defendernos del coronavirus se va, dejando huérfanos a su país y a su continente.

Pocas veces, un volcán político como Merkel deja un rastro de nostalgia que la hace un fenómeno entrañable y providencial.

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