Aunque no haya pasado un mes desde que el pasado 19 de septiembre se produjera la erupción en la zona de Cumbre Vieja, hace tiempo que su virulencia ha dejado claro que se trata de una catástrofe natural muy superior a sus antecedentes más cercanos, a tal punto que prácticamente no pasa un día sin que genere pésimas noticias que, eso sí, son replicadas en la medida de lo posible con la respuesta solidaria que llega tanto desde el resto de las Islas como de la Península e incluso no pocos puntos del extranjero.
Ayer no fue una excepción y a las siete de la mañana se registró en Mazo el terremoto más potente hasta ahora (4,5), siendo percibido por toda la Isla con una zozobra que llueve sobre mojado de la inquietud reinante. Pero, a última hora de la tarde, el protagonismo fue para una nueva boca eruptiva que surgió al sureste del cono principal y que, según informó el Pevolca, expulsa cenizas y piroclastos (fragmentos de material volcánico de distinto tamaño), pero no lava. Como la colada del norte permanece frenada y las dos que amenazan a La Laguna están tendiendo a confluir en una sola y la previsión es que puedan llegar al mar, las autoridades no prevén nuevas evacuaciones, lo cual no deja de ser una buena noticia a pesar de todo.
En cuanto a los terremotos asociados, a pesar de batirse ayer el tope de su magnitud con el de 4,5 y registrarse más de 60 durante la jornada, el hecho de que no se está registrando sismicidad superficial significativa anima a los especialistas a enviar un mensaje de tranquilidad a la población.
Los números, siempre fríos, reflejaron ayer un incremento de la superficie afectada hasta 732 hectáreas, 52 más que en las 24 horas anteriores. También sube el número de edificaciones destruidas, hasta las 1.817, 269 más que en el anterior recuento, además de otras 92 en riesgo o parcialmente dañadas, según Copernicus.
Pero es calidez y empatía lo que transmite el protocolo de la UME a la hora de combatir el agobio de los evacuados a toda prisa: “Presentarte, preguntar el nombre al afectado y decirle que ellos son los jefes, que tienen que decirnos qué tenemos que coger, mantenernos a su lado con las ideas claras para que nos den órdenes, porque a nosotros no nos gusta estar parados y queremos ayudarles”, relatan a DIARIO DE AVISOS algunos de sus componentes.
Porque el volcán no deja de rugir, pero La Palma no se va a quedar sola.