el charco hondo

Cachorros

Cada país celebra la vida, o la muerte, según dictan sus costumbres y preferencias

Cada país celebra la vida, o la muerte, según dictan sus costumbres y preferencias. El catálogo de ritos y tradiciones es bien largo, qué decir de la variedad de liturgias que las sociedades van adaptando a las exigencias de los cambios. Cada cultura rinde culto al sol, a la lluvia, a las estaciones o a los espíritus buenos o peores, al comienzo y al final, a la oscuridad o a la luz, y así hasta el infinito, de mil maneras. Hay cientos de formas de celebrar lo que acontece o está por venir, y, aunque no siempre, a veces las celebraciones dan la espalda a cualquier resquicio de sensibilidad o sentido común, situándose a años luz de lo que podemos entender (y consideramos, algunos) como una sociedad verdaderamente moderna o mayor de edad. En este país, por ejemplo. Hace apenas unas semanas se bendijo legalmente la consideración de los animales como seres sintientes, con lo que, con la normativa en la mano, no podrán ser embargados, maltratados o apartados en caso de separación o divorcio. Tal consideración, ya en vigor, obligó a modificar el Código Civil, la Ley Hipotecaria y la Ley de Enjuiciamiento Civil, abriendo la puerta a que, más pronto que tarde, se den pasos para la prohibición de sacrificarlos, el veto al uso de fauna salvaje en los circos o, entre otras asignaturas pendientes, para poner fin a la venta de mascotas en tiendas. Ha echado a andar una batería de modificaciones legales para cambiar nuestra relación con los animales, y, en esa dirección, se prevé endurecer las penas por maltrato animal. Según se dijo a raíz de los impulsos para cambiar el marco de convivencia con las mascotas, tocaba rescatarlas de la condición de cosa y reconocerles su capacidad de pensar y sentir. Cada país celebra los acontecimientos a su manera. Los españoles vamos a celebrar la ley que otorga a los animales la consideración de seres que piensan y sienten sacrificando a una treintena de perros -en Madrid o Barcelona, tanto da- con la política y la prensa de perfil, mirando de reojo, dejándolo estar, resignados, y desentendidos. Como bien ha reflejado Leticia Díaz en este periódico, haciéndonos una fotografía completa del presente inminente al que han condenado a una treintena de cachorros de beagle, cabe apelar a las directrices europeas que instan a sustituir a los animales por métodos alternativos en los laboratorios, pero silencio en la grada. La frialdad con la que se está asistiendo a tamaña aberración retrata a una sociedad que se dice moderna y sensible, pero en voz baja, con la boca chica, no vaya a ser que se molesten los promotores del experimento.

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