Es tanto el esfuerzo de la Dirección General de Tráfico por lograr la perfección que se ha acercado peligrosamente a la imperfección. La ausencia de examinadores, la negativa del departamento a abonar horas extras a los que antes llamábamos “ingenieros” y los algoritmos que se utilizan para perfeccionar el sistema de exámenes hacen que los alumnos de España se trasladen a Portugal o a Italia para sacar el carné de conducir. No sé si en Marruecos existe tal permiso, y si está homologado o no en la Unión Europea, porque será cuestión de viajar a Agadir para obtenerlo, si vives en Canarias. Se están quejando las autoescuelas en los medios de comunicación, pero lo cierto es que un trámite que debería ser sencillo, como es obtener el permiso de conducir -en Estados Unidos lo sacas en una hora-, se ha convertido en una tortura china. Y todo por lo que dije al principio, por buscar la perfección rozando la imperfección. En un país tan aficionado a las multas, a los drones, a los radares y a toda esa mierda para trancarte, además ponen difícil lo del carné, trámite que han convertido en algo más difícil que lograr un título universitario. España se ha tornado en algo tan esperpéntico que hasta los carteros se han convertido en notarios y hoy en día esos esforzados motoristas de Correos llevan consigo una maquinita dotada de fe pública que te quita el hipo. Yo cuando veo un cartero me escondo, como si hubiera divisado a un inspector de Trabajo. Antes los carteros eran más humildes e incluso pedían el aguinaldo por Navidad. Ahora son funcionarios terribles, que te llevan las multas y te piden el DNI por un quítame allá esas pajas. Cada vez que en este país se inventa algo es para empeorar las cosas y ahora cuando no te persigue la Agencia Tributaria lo hace Correos. Qué desdicha, oiga. Para remate, lo de Tráfico.