Dice Carlos Rodríguez Estacio que Putin está intentando dar la sensación de un loco peligroso, capaz de destruirnos a todos, y por tanto hay que darle todo lo que pide. Puede ser que sembrar el miedo y el terror prenda en alguna parte de la población europea, pero lo que no comprendo es que los chinos también se lo traguen y lo dejen hacer. Jugar con la amenaza del holocausto como una baza más de la guerra, construir su figura hosca e inaccesible, no creo que tenga el mismo efecto en el que quieres conservar como aliado y amigo que en el que pretendes atemorizar. Me imagino que no hablará en términos de gallito con el presidente de la República Popular Cina, como lo hace con Macron, por poner un ejemplo. Creo que la chulería forma parte también de la estrategia de la guerra. Alrededor del conflicto ucraniano hay muchos personajes siniestros. No solo existe este Putin malvado, criado a los pechos de la Unión Soviética, donde las doctrinas de Maquiavelo se llevaron al límite con el todo vale con tal de conseguir el objetivo final. Esto, como pudimos comprobar, era mentira, porque la lucha final en la que se agrupaban todos terminó el día en que Gorbachov hizo la Perestroika. Sin embargo, algunos modos y costumbres quedan de esa época. De lo que le dice a Macron sabemos lo que éste nos cuenta, y más parece que esté siendo un transmisor de su mensaje apocalíptico, pero de lo que le cuenta a Xi Jinping no sabemos nada, y algo tienen que hablar, digo yo. Como decía, no solo está Putin como interventor torticero de la acción política, ahora se desvela que además Soros estuvo detrás del golpe de estado que acabó con Víctor Yanukóvich, donde según algunos se encuentra el origen de este conflicto. Siempre los mismos actores en el ambiente sórdido de los escenarios estratégicos, con agentes poco recomendables desembarcados en el territorio de las decisiones de nuestro mundo global. Es la guerra de las influencias y de las dependencias en un ámbito donde el prestigio parece no valer nada y donde el matón solo consigue el apoyo de las minorías no alienadas en las Naciones Unidas. En este entorno de miserias se nos hace creer que un loco pretende volar el planeta con el beneplácito de los ciudadanos a los que gobierna y la sonrisa neutral de los que se supone que lo apoyan. Nada de esto tiene lógica, porque la lógica hace tiempo que se marchó de nuestro lado dando paso a la manipulación. Mientras tanto la ofensiva avanza a medida que aumenta la sensación de que hay una persona todopoderosa, frente a la que no se puede hacer nada, que mueve las fichas en el tablero. Ya los chinos se han decidido a llamar guerra a lo que antes denominaban invasión. Algo parecido a lo que hacemos aquí cuando decimos que la rectificación en la decisión de enviar armas a Ucrania ha sido evolución. Estamos igualmente en la batalla de las palabras y los argumentarios. Los loros no saben hablar, solo repiten lo que se les dice, por eso se insiste cada día en machacar sobre el mismo concepto hasta aburrir completamente al personal. En Ucrania, a pesar de todo esto, hay gente que está muriendo porque ha tomado el eslogan de Quilapayum como algo propio. “Nos tienen miedo porque no tenemos miedo”. La reacción heroica del pueblo es la única que puede detener a este malvado fantasma con cara de palo luciendo su cinturón negro de judoca, subido en el caballo como Santiago Abascal. Tú amenaza no nos asusta. Al menos a nosotros no, parece decirle el pueblo que sale a la calle a pecho descubierto. Justamente por eso, Putin tiene la batalla perdida.