tribuna

La táctica del aislamiento

En política no hay nada peor que te adjudiquen el ismo al final de tu nombre. No hay manera de quitarse el estigma de una práctica perversa y contaminante. Da igual que se produzca en gente de izquierdas o de derechas, cuando lo que se pretende es concentrar el poder en una persona y valerse de todos los medios para conseguirlo. Acabo de leer un artículo de la nieta de Khruschov, Nina L. Khruscheva, donde habla de stalinismo, de maoísmo y de putinismo, metiendo en el mismo saco a los tres personajes. Los mismos términos se utilizan para aludir a los conservadores que no se resisten a la tentación de actuar al dictado de sus conveniencias particulares, como es el caso del trumpìsmo de Donald Trump. Dice el presidente Biden que Putin está aislado, y que el mundo tiene que seguir dando esa sensación de fortaleza ante las amenazas. La autora del artículo al que me refiero afirma que el apoyo de China no es tan fuerte como se dice en la propaganda y que ese enorme país está preocupado por caer en el aislamiento internacional. Putin está solo porque le apoyan los que están solos: los Maduros, Ortegas y Díaz Caneles, que son bolardos solitarios surgiendo en el panorama internacional sin que tengan más apoyos que el de algunas minorías dispersas en un mundo globalizado que va más allá de lo ideológico como principal objetivo. Ante esta realidad Europa ha surgido con una sola voz para demostrarle al fantoche ruso que no estará con él por más que haga alarde de resolverlo todo a bombazos. Los oligarcas de su país que, a falta de la expresión popular, son sus principales valedores, empiezan a decirle que no, que sus intereses se verán dañados, a corto y a largo plazo, en una aventura imperialista que está obsoleta en el universo digitalizado actual. Putin es el Goliat, gigantesco y torpe, que se enfrenta a la firmeza de un David unido. Está plantado frente a él, representado por una Ucrania heroica que no va a dar un paso atrás. Las tropas avanzan y el prestigio disminuye de manera más acelerada que lo que aumenta la gloria militar, porque la gloria militar no existe cuando se irrumpe sin razones y se intenta imponer el abuso de la superioridad, el chantaje y la utilización desmesurada de la propaganda. El señor Putin no saldrá bien parado, y lo acabará pagando en su territorio, cuando el pueblo adormecido por tantos años de silenciar su libertad le dé la espalda. Cuando empezó la pandemia se dijo que la nueva normalidad traería un mundo mejor. Eso espero que ocurra cuando se apague esta crisis de locura. Algunos modos unipersonales tendrán que cambiar en política y los personajillos que lanzan sus bravatas desde las tribunas de la miseria no obtendrán más eco que el que les otorga formar parte de las filas del ridículo. Entonces se verán incluidos en el inventario de lo no deseable y se construirán cinturones sanitarios y leyes de memoria para condenarlos al olvido definitivamente. Aprovecho este comentario para decir que Borrell ha estado soberbio en su discurso. También lo estuvo en su momento, cuando calificó al procés con las palabras más acertadas. A ver si aprendemos, de una vez por todas, que Cataluña no es el problema, el problema es Puigdemont y Junqueras. Tampoco Rusia es el problema, el problema es Putin. Si siguiéramos esta senda no sería difícil descubrir que los problemas son las personas, las circunstancias somos los demás que las sufrimos. Quitarse a la rémora de encima no es tan complicado. Se trata de que todos estén de acuerdo. Lo malo es cuando las sociedades se dividen para que alguien saque ventaja de la equivalencia de los bloques.

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