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Paradojas

El grave problema del Sáhara Occidental, que es el problema de nuestras relaciones con Marruecos -de nuestra grave dependencia de esas relaciones-, pone de manifiesto, entre otras cosas, las paradojas políticas de las autocracias y las dictaduras. Las consecuencias reales de estos regímenes suelen tener un sentido muy contrario a lo que proclaman más enfáticamente, y en eso el franquismo tampoco fue una excepción. En 1964, el régimen franquista celebró con un enorme despliegue de medios propagandísticos los llamados 25 años de paz, pero esta denominación, y todo lo que se celebró en su nombre, eran una burda mentira: la paz del final de la guerra civil se quebró en 1957, cuando nuestras fuerzas armadas tuvieron que hacer frente en Ifni a un ejército irregular armado y apoyado por Marruecos. Una guerra no declarada y secreta que terminó con una derrota también secreta; una derrota sufrida que el franquismo con un Ejército que era una de las instituciones más emblemáticas y favorecidas del régimen. La denominada “retrocesión” de Ifni a Marruecos, eufemismo característico del lenguaje político que el régimen franquista utilizaba para evitar llamar a las cosas por su nombre, en este caso la simple entrega sin condiciones del territorio a Marruecos, consecuencia de la derrota militar sufrida, fue el principio del fin de esta situación de irrealidad y falta de coherencia política. Más tarde, en pleno proceso de desaparición del dictador, con su secuela de vacío de poder característica de toda dictadura; las intensas presiones políticas de Estados Unidos y Francia, protectores de Marruecos como Estado gendarme de la zona, en particular respecto a la Libia de entonces y también de Argelia; los intereses económicos de algunos personajes políticos de la época; la desconfianza en la capacidad del Ejército para hacer frente a la situación, nacida de la experiencia de Ifni; y el temor generalizado de toda la clase política franquista a una crisis internacional que pusiera en peligro la supervivencia del régimen después de Franco, determinaron la suerte del Sáhara y de los saharauis. A este resultado contribuyó también en buena medida la posición política del incipiente nacionalismo canario de la época, y la errónea y disparatada estrategia, al mismo tiempo antimarroquí y antiespañola, del Frente Polisario, estrategia que después se ha revelado como perjudicial en grado sumo para los intereses del pueblo saharaui. Sus atentados antiespañoles, sus planteamientos políticos revolucionarios y, sobre todo, su estrategia de enfrentamiento simultáneo con España y con Marruecos lo llevaron a un auténtico suicidio político, que el pueblo saharaui ha pagado muy duramente durante todos estos años. Porque los nacionalismos también son paradójicos, y, a veces, se convierten en los principales enemigos de su propio pueblo. Si Marruecos quisiera, ni un solo inmigrante entraría por Ceuta y Melilla, y muy pocas pateras llegarían a Canarias; y mucho menos se producirían intentos multitudinarios de violencia salvaje. El error político de acoger al líder del Polisario ha hecho plantarse a los alauitas. Y, al final, sin informar ni a Argelia, ni a la oposición ni a Podemos, y sin debatirlo en Consejo de Ministros, Pedro Sánchez se ha negado a sí mismo. Y es que el presidente también es una paradoja.

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