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Los rostros de la paz y la guerra en Ucrania

El conflicto bélico en Europa del Este ha despertado un ansia belicista que no se veía desde la II Guerra Mundial; los principales líderes internacionales abogan por negociar para acabar con el derramamiento de sangre
Los rostros de la paz y la guerra en Ucrania

Veíamos cercano el fin de las mascarillas, y, al menos psicológicamente, el de la pandemia de la COVID-19. Empezamos el año con el volcán de Cumbre Vieja apagado, tras llevarse a su paso centenares de viviendas palmeras a lo largo de 85 interminables días de erupción. Y nos las prometíamos felices este 2022, llamado a ser el año de la reconstrucción de la Isla Bonita, la normalidad en las calles y la recuperación. Hasta que estalló la guerra en Ucrania.

La invasión del país de Europa del Este por parte de Rusia nos ha envuelto, por tercer año consecutivo, en un hecho histórico de los que revuelven las tripas; una desgracia más azota al mundo que, aderezada con la amenaza de una catástrofe nuclear, perturba el día a día, también, de los canarios.

El Alto Representante de la Unión Europea Josep Borrell lanzaba un mensaje esta semana que generaba cierta alarma entre la población: ahorren luz y ayúdennos a caminar hacia la independencia del gas ruso. Mucho se ha hablado sobre el desarrollo sostenible y la transición energética, pero no ha sido hasta ahora que las autoridades, con el objetivo de presionar a Vladímir Putin, han decidido pisar el acelerador y buscar su desconexión completa de los combustibles que, hasta la fecha, el Kremlin les suministraba.

Unas acciones que pasan por el régimen venezolano de Nicolás Maduro, donde el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sitúa una alternativa al combustible de Moscú. Occidente en bloque se ha volcado en imponer sanciones a Putin, su entorno y su pueblo. Desde el plano estrictamente económico hasta el social, cultural y deportivo. Y los principales líderes, desde Pedro Sánchez hasta Boris Johnson, se han comprometido a enviar armamento al Ejército de Kiev.

Volodímir Zelenski, el polifacético presidente ucraniano, se ha convertido en todo un símbolo de resistencia. Avisa a la OTAN y la UE de que, de no apoyarlo militarmente, tendrán que rendir cuentas ante la Historia por lo que le ocurra a sus ciudadanos. Un relato que ha calado hondo en los principales órganos internacionales, los cuales, en el caso de los Veintisiete, siguen sin ver en Ucrania un miembro más del club comunitario y relegan su adhesión al trámite convencional, que puede tardar casi una década, si bien la presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen, y el del Consejo, Charles Michel, coinciden en consignar fondos (500 millones) para reforzar militarmente a los de Zelenski.

Aunque la negativa de la Alianza Atlántica a crear una zona de exclusión sobre Ucrania -dado que implicaría derribar cazas rusos- parece reducirse a, como aseguraba Biden el viernes, evitar “una Tercera Guerra Mundial”. Si otras potencias se suman al conflicto, entienden que se puede desencadenar un fenómeno de magnitudes inimaginables. Sobre todo, teniendo en cuenta que Rusia tiene el botón nuclear como garantía de destrucción mutua. Es por ello que, en boca de los máximos representantes de países como China (Xi Jinping), Francia (Emmanuel Macron) o Alemania (Olaf Scholz) ha estado y está la diplomacia como principal solución al conflicto.

Delegaciones rusas y ucranianas se han visto las caras en Bielorrusia, nación que no es considerada precisamente neutral, ya que su presidente, Alexander Lukashenko, está alineado con Moscú. Pero donde han podido esbozar un primer acercamiento. De los encuentros se ha extraído el compromiso de crear corredores humanitarios para la huida de refugiados, especialmente a Polonia y Hungría, que han llegado a modificar su política migratoria para abrir aún más sus puertas a quienes, de un día para otro, se vieron involucrados en una guerra que no buscaron.

Estas salidas organizadas del país han funcionado intermitentemente. Al principio, se rompía el alto el fuego, hasta el punto de que algunos convoyes fueron alcanzados por bombarderos, ocasionando la muerte de decenas de civiles. Más tarde, se tuvo constancia de grupos que habían logrado su objetivo, dentro de los márgenes pactados por Kiev y Moscú, y se hallaban en territorio seguro. No obstante, la mayor seguridad, según apuntan los principales líderes internacionales, es sentarse a negociar. La política. El diálogo. Y para mediar se han ofrecido actores de toda clase y condición, incluido el Papa. ¿Alguien se imagina semejante escena?

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