tribuna

Canarias necesita reformular cuanto antes su sistema hídrico

Esta legislatura nos ha obligado a prestar una atención prioritaria a situaciones y emergencias anómalas y adaptarnos a una continua recuperación de la que estoy seguro de que saldremos más fuertes y reforzados. Pero esta inminente actualidad que nos condiciona, no nos puede apartar la vista de otras cuestiones que, en realidad, son de prioridad absoluta para las islas como es el caso de la gestión del agua.

Desde hace muchos años convivimos con el riesgo elevado de desertificación y la amenaza de sequías más duras y constantes. Luego caen unas gotas, vemos correr un barranco y algo de nieve en las cumbres y nos autoconvencemos de que quizás hemos ganado algo de tiempo antes de que caiga sobre nosotros esa espada de Damocles llamada cambio climático, pero la realidad nos demuestra que no podemos esperar más.

No se trata de ser catastrofistas, se trata de llamar a las cosas por su nombre y de buscar soluciones para atenuar este problema que no es nuevo, pero en el que otros gobiernos nacionales y autonómicos pasaron de puntillas, pese a que con ello comprometieron gravemente el futuro de las próximas generaciones. Ahora, a los gobiernos actuales nos toca correr o no llegaremos.

Canarias necesita reformular cuanto antes todo su sistema hídrico actual para alcanzar el año 2040 con garantías de que se podrá garantizar el acceso al abastecimiento de agua con precios razonables y estables, y con un caudal y calidad óptimos.

Ya no basta con tomar una media aquí y otra allá sin una evaluación fiable de los datos y sin planificación alguna. No, eso ya se terminó, ahora tenemos que trabajar de lleno en la eficiencia, en modificar los mecanismos de producción y en evitar despilfarros. Hay que mejorar los equipamientos y las infraestructuras actuales y orientar toda la actividad hacia una mayor sostenibilidad en todas sus fases y procedimientos.

El agua nos posibilita vivir donde vivimos, solo tenemos que fijarnos en que nuestras ciudades y nuestros pueblos se fundaron allí en donde había agua o había posibilidad de hacerla llegar. Sin ella nos sería imposible vivir la vida tal y como la conocemos, pero quizás el hecho de tenerla tan a mano y con un coste tan bajo ha hecho que no le demos el valor que le corresponde.

Quiero compartir unos datos que pueden ayudarnos a ser más conscientes del bien tan preciado ante el que nos encontramos. Por ejemplo, de toda el agua que podemos encontrar en nuestro planeta solo el 3,5% es dulce y de ella el 0,03% es potable. O lo que es lo mismo, sólo el 0,008% de todo el planeta es agua dulce potable.

En Canarias, el consumo por habitante es de 135 litros por día y habitante. Supongo que es una cantidad que sorprenderá a más de uno y que incluso tratará de poner en duda, pero les invito a que enumeren cuántas veces abren un grifo. Sepan que solo una ducha ya son 20 litros.

Aun así, ese es solo el consumo directo, en realidad a diario cada uno de nosotros consumimos miles, por no decir decenas de miles de litros de agua potable.

¿Alguna vez se han parado a pensar en cuánta agua es necesaria para producir lo que comemos, lo que vestimos o, en general, cualquier cosa que nos rodea? No tenemos esa cultura y es hora de que se vaya instaurando en nuestro pensamiento.

Cada uno de nosotros al día genera una huella hídrica de 6.700 litros, lo que en un año se traduce en una piscina olímpica. Si lo que consumimos directamente son unos 135 litros, entonces, ¿de dónde sale el resto?

Pues es sencillo. Por ejemplo, un kilo de ternera tiene una huella hídrica de 15.000 litros de agua, es decir, ha hecho falta toda esa agua desde el origen hasta que llega a nuestra nevera (litros empleados para cultivar los pastos, para alimentar al ganado, etc.). Hay contabilizar múltiples factores como es el agua que ha bebido esa ternera o toda la que ha hecho falta para cultivar los pastos con los que alimentó, de tal manera que un filete de cien gramos de ternera que se nos estropea son 1.500 litros de agua que van a la basura. El cerdo son 6.000 litros de agua por kilo, el arroz 3.400 litros, un litro de leche 1.000 litros, un solo plátano 80 litros y un kilo de chocolate 17.000 litros de agua.

Y estos son solo alimentos, ¿podemos llegar a imaginar cuánta agua es necesaria para elaborar un teléfono móvil, una mascarilla, una mesa o un bolígrafo?

Otro dato: la demanda de agua en el planeta crece el doble de lo que se incrementa la población y las previsiones son que en 2050 el 50% de la población va a tener serios problemas para acceder al consumo de agua. Es una fecha que está a la vuelta de la esquina y que nos obliga a intervenir a toda prisa si queremos amortiguar el golpe que nos va a causar el cambio climático. Que nadie piense que Canarias es ajena al él porque se equivoca.

En el Archipiélago hay alrededor de 670 hectómetros cúbicos diarios de agua, que provienen de recursos subterráneos y la desalinización, aunque en cada isla la situación varía tanto en el origen del agua como en a qué se destina, puesto que en algunas son mayoría las subterráneas y en otras las desaladas, y en unas se destina más a la agricultura y en otras a los espacios urbanos.

Pero hablemos de soluciones. La prioridad es planificar de forma ordenada y realista.

La Ley Canaria de Cambio Climático -que actualmente se encuentra finalizando su trámite parlamentario- establece obligaciones en materia hidrológica que marcarán un antes y un después, como la de incluir variables climáticas en las proyecciones que se hagan para anticiparnos a los impactos previstos y que, a medio plazo (2040), son demoledores. Solo nos queda trabajar a toda máquina en la mitigación y en evitar que estos impactos se expresen de la peor manera posible.

Hay que fomentar de manera urgente el uso generalizado de aguas regeneradas en la agricultura y ganadería, pero también para el ocio y en los servicios municipales.

La desalación va a ser el elemento dominante de aquí a 20 años porque nos dará garantías de suministro y a ello se debe de unir una modificación de la Ley del Agua destinada a regular, armonizar y colocar elementos de gobernanza que se adapten al nuevo panorama con visión de futuro.

Ya se está trabajando codo con codo con Europa y sus fondos para dar un gran impulso al saneamiento y depuración con 11 millones de euros y otros 5,5 millones que llegarán para mejorar el abastecimiento en núcleos de menos de 5.000 habitantes.

Hemos sido capaces de resolver en tiempo récord importantísimos problemas que se arrastraban desde hacía décadas, pero ahora toca planificar el futuro más inmediato y aprovechar, esta vez sí, hasta la última gota de agua para que las próximas generaciones puedan disponer de ella como lo hemos podido hacer nosotros. Con la Ley Canaria de Cambio Climático daremos no solo el primer paso sino el más decisivo para poder lograrlo.

*Consejero de Transición Ecológica, Lucha contra el Cambio Climático y Planificación Territorial del Gobierno de Canarias

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