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Sáhara español canario

En el proceso de la conquista de Canarias en 1476, 20 años antes de concluir en Tenerife, el señor de Lanzarote y Fuerteventura, Diego García de Herrera, y su mujer Inés Peraza de las Casas edificaron un fuerte en África, en Santa Cruz de la Mar Pequeña (Sidi-Ifni), base del comercio y la pesca, con las tribus bereberes del continente, procedencia de los guanches. Explotaba en Lanzarote las Salinas del Río, para la pesca en Berbería. Comercio y pesca que Canarias ha mantenido en la historia. En la Conferencia de Berlín (1884-85) se reparten el continente entre 14 países de Europa, iniciando la carrera por África. España reclamó la región comprendida entre Cabo Bojador y Cabo Blanco, donde estaba establecida en la península de Dajla, Villa Cisneros, en el Sáhara Occidental y en la Guinea Ecuatorial. España consolidó su presencia en el Sáhara Occidental entre 1958-76, como 53 provincia española y con su población integrada. Con Franco muriendo, el 6 de diciembre 1975, se produce la Marcha Verde, de Hasán II, con el apoyo tácito americano. En febrero de 1976, España cede el Sáhara a Marruecos y Mauritania, por los Acuerdos de Madrid, si bien no cede soberanía y es potencia administradora. El Frente Polisario había declarado la independencia del Sáhara en 1973 y la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) quedó excluida del acuerdo, declaró la guerra a Marruecos y Mauritania y sus refugiados se establecen en el Tinduf argelino. En 1979, Mauritania es derrotada por la RASD, firma la paz y renuncia a sus pretensiones sobre el Sáhara bajo el paralelo 24º en Dajla, que ocupa Marruecos. Consolida el territorio útil con muros, el 1º en 1982, el 2º en 1984, el 3º en 1984, el 4º en 1985, 5º en 1985 y 6º en 1987, llegando a Cabo Blanco. Dos tercios del Sáhara total de 266.000 kilometros cuadrados los ocupa Marruecos y el tercio restante unos 80.000 kilómetros cuadrados, fuera de los muros, los ocupa el Polisario, que mantiene una salida al mar, en Guerguerat, fuera del 6º muro, y corta la carretera costera de enlace con Mauritania en Nuadibú, conflicto en activo. Luego de la derrota de Mauritania, en 1988, Rabat y la RASD dan el visto bueno al Plan de Paz de la ONU y la OUA y plantean un referéndum con el Minurso, que debía celebrarse en 1992. La ONU reacciona en 1997 con el Plan Baker, y lo reanuda en 1998, ya con Mohamed VI, que abandona todo intento. Se retoma en 2003 el nuevo Plan Baker, con nuevo referéndum para 2008, que Marruecos impidió. El tiempo consolida posiciones. La RASD es reconocida por la Unión Africana y 80 países, mientras Marruecos avanza, reconocido por Trump en 2020, por Israel, Francia y ahora Alemania. Mientras, no ha cambiado el derecho internacional, que mantienen la UE y la ONU, con un referéndum que nunca llega. Por sorpresa, el presidente del Gobierno de España, sin acuerdos obligados de Consejo de ministros y Parlamento, asume la opción marroquí, a su parecer autocrático, como “autonomía seria, creíble y realista”, renunciando a ser potencia administradora. Enfrentados ahora a la RASD y a Argelia, nuestro primer suministrador de gas, a sus compromisos electorales y de gobierno, contra todo el arco parlamentario, dando un bandazo luego de 47 años. Desde Canarias es más preocupante, al cortar una relación de cercanía histórica, económica, social, cultural, humana y familiar, con la población saharaui. Nos quedamos contra Marruecos en una posición que debilita fronteras, no es nada fiable, eleva el grado de inseguridad y puede llegar a afectar al turismo. Aparecen conflictos nuevos con el Polisario y con Argelia, con el deslinde del ámbito archipielágico de Canarias y sus plataformas efectivas de influencia. Sin que hayamos ganado nada a cambio con este apaciguamiento, extemporáneo y descontrolado. Nos sitúa en peor posición ante cualquier alternativa. La disuasión exige la voluntad y contenidos que no se tienen.

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