tribuna

Crónica del día después

Dice Jaime Peñafiel que el rey abdicó porque Leticia y la reina Sofía no lo podían ni ver. No sé si esto es verdad ni conozco las técnicas de la prensa semi rosa para meterse en las intimidades y las intrigas palaciegas. Muchos escritores se han inspirado en estos líos para crear sus mejores novelas. Es el caso de Alejandro Dumas y sus Tres mosqueteros.

El affaire de la reina con el duque de Buckingham y el famoso collar de esmeraldas, causa del embrollo por el que Constanza compromete a su novio D’Artagnan para salvara la reina. Esta reina no es otra que Ana de Austria, hija de Felipe III, y la causa principal para establecer un derecho dinástico a la corona de España que gana Felipe V, el primer Borbón, después de la Guerra de Sucesión, la segunda vez que los catalanes ponen en marcha su aparato independentista. La primera fue en 1674, cuando reinaba Felipe IV, y Olivares había exigido aportaciones económicas y levas para la guerra con Portugal. Entonces, después de haber perdido la batalla de Montjuich con la derrota de Pedro Fajardo, Marqués de los Vélez, Cataluña pasa a depender del rey francés, cuestión esta de la que se arrepiente al poco tiempo. Al cardenal Richelieu lo sustituye Mazarino, del que se dice que es el padre de Luis XIV.

En fin, mujeres en la intriga política, como siempre. Unos siglos atrás, Alonso Fajardo el Bravo es despojado del Adelantamiento del reino de Murcia por la defensa que hace la madre de su primo Pedro, menor de edad, en favor de su hijo, pactando el matrimonio con la hija de don Rodrigo Manrique, que apoyaba al anterior. La hija de esta unión, Luisa, garantiza la línea sucesoria, anteponiendo su apellido al de su esposo, Juan Chacón. Esto pasa frecuentemente entre los bastidores del poder, y por eso es verosímil lo que propone Peñafiel.

Siempre ha habido facciones peleando en torno a las coronas, y el poder en las monarquías también es alternante, como ocurre con la irrupción de la casa de Trastámara y el alza de los santiaguistas. También la entrada de los Austrias se debe a la muerte del infante don Juan, hijo de los reyes Católicos, y la llegada de su hermana Juana, casada con Felipe de Habsburgo, padres del emperador Carlos I. Isabel II también tiene que hacer encaje de bolillos para garantizar la descendencia echando mano, según se dice del “general bonito”, Francisco Serrano. De lo que no cabe duda es de que la sangre que garantiza lo dinástico está asegurada por la presencia de la mujer, y esto, aunque lo parezca, no le quita méritos a la legitimidad. No viene mal refrescar un poco de historia para acomodarse adecuadamente en este debate de intrigas palaciegas.

Hoy hablan los periódicos de la incomodidad que ha supuesto la llegada de Juan Carlos a la Zarzuela. Hay quien dice que se hace necesario un Pérez Galdós o un Valle Inclán para contarnos este episodio. Inda, Peñafiel, Ferreras o Jorge Javier Vázquez no dan la talla para hacer una descripción fidedigna de los hechos. Ni siquiera Pilar Eyre o Pilar Urbano. Meten demasiado trapo en el relato y la gente quiere conocer la historia como es en realidad. Los argumentos para denigrar son los mismos que para ensalzar, y tienen cabida en ese vodevil en que las cloacas del Estado y un elefante de Botswana sustituyen a hechos más relevantes, como son la transición democrática, el golpe del 23 F y los 14 años de consolidación y desarrollo constitucional, de Felipe González.

Ahora vuelve a entrar la chusma en los palacios para revolver en los cajones, sin importarles lo que pase con el país. Los novelistas se forraran y conquistarán la fama, como hizo Dumas con sus heroicos mosqueteros. Mañana todo seguirá igual que estaba, cuando regrese a Abu Dabi y el panorama se convierta en un cuento de las Mil y una noches. Un mal sueño mientras Penélope sigue en la estación tejiendo su ideal romántico de darle la vuelta a la tortilla, pero no es tan fácil, porque en este país la tradición es un factor que hay que tener en cuenta.

Cuando hablo de la tradición también me refiero a la revolucionaria, porque no me olvido de que en Barcelona se organizan visitas guiadas para peregrinar a la tumba de Durruti. Esa es la España de los equilibrios desequilibrados que avanza cuando hay viento, como las regatas de Sanxenxo.

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