Las democracias liberales vencedoras de la II Guerra Mundial y de la caída del Muro de Berlín se han debido plegar al mundo multipolar de la globalización, donde compiten con los neocomunismos y los islamismos. A las crisis sucesivas, luego de las hipotecas 2007-2008, se les unió la crisis del virus 2019, y en ella la huida de Afganistán de las democracias en 2021, que en respuesta produjo la invasión rusa de Ucrania 2022. Crisis que son de valores, que han mutado nuestras socialdemocracias hacia fórmulas que en España han echado abajo el armazón institucional y la Constitución. En un momento de desconfianza hacia la democracia tradicional, donde la supervivencia pone en cuestión la opción de elegir entre seguridad y estabilidad, contra quienes prefieren libertades con oportunidades personales para prosperar. Nuestras izquierdas huérfanas de socialdemocracia han maquillado su origen marxista bajo la multiculturalidad, donde han renunciado a defender los valores de la democracia, igualdad, libertad y fraternidad, cambiando la lucha de clases por afinidades desiguales y fragmentadas; de género, sexo, historia, enseñanza, animalismo, clima, etc. Regresar a la democracia exigirá derogar la legislación ideológica neocomunista, en los ámbitos de la memoria democrática, la educación ideologizada y devaluada y las desigualdades de género y derecho a la vida, eutanasia y aborto. España enviada al pasado, polarizada entre nacionales y republicanos. Populismo identitario que socaba la cultura, estrategia de los totalitarismos excluyentes, que quedan vacíos cuando arrecian las crisis. Al jugar con las reglas cambiadas, se demuelen las leyes y la seguridad jurídica de todos, necesaria para la prosperidad económica. Se trastocan los valores que soportan la estructura del bienestar. En términos distópicos orwellianos falla el ministerio de la verdad, con RTVE, con el CIS, con el Centro de Alertas Sanitarias, con los servicios secretos del CNI, con los partidos antisistema. La presidencia del Gobierno huyendo hacia delante, sin rumbo, sin certezas y sin confianza. Falla el ministerio de la paz (Defensa), cuando para Ucrania se pide “diplomacia de precisión” con Putin, luego material logístico y más tarde armamento convencional. Se bloquea el incremento de gasto comprometido para la OTAN, doble del actual. Con el ministerio del amor (Interior), regularizan la sedición catalana y las cárceles etarras; incorporando en el CNI a quienes demuelen nación y Estado. Llegados al ministerio de la abundancia (Economía), falla con un gasto público imposible, un modelo energético inasumible, distorsiones urbano-rurales, crisis de suministros y mano de obra en automóvil, construcción y digitalización. Obligados a regresar a la democracia, como señalan la AIReF y el Banco de España. Cristina Herrero y Hernández Cos, cuestionan el Plan de Estabilización enviado a la UE, que no tiene medidas de contención de la deuda, con vaguedades y falta de compromisos, incrementados por nuevos riesgos, incompatibles con mantener niveles de déficit del 5%, inflación del 6,5% y deuda del 120% del PIB. Sus peticiones, recomendaciones y exigencias son ignoradas, incrementando las distancias entre la España real y la política. En lenguaje contenido se expresaban desde la UE, Christian Lindner, ministro alemán de Finanzas, avisando del fin de la mutualización de la deuda, de las ayudas del BCE y del incremento de los tipos. Añadía Paolo Gentiloni, comisario de Economía de la UE, la necesidad de reducir gasto corriente e impuestos, ante el riesgo de recesión; la imposibilidad de mantener nuestras pensiones y a la cola de la recuperación en la UE. En esta encrucijada, es inviable en España un gobierno piolín, ya superado por las realidades.