tribuna

El hecho universitario y la sanidad

La enseñanza ha de ser concebida como una prestación ineludible e inexcusable del estado de bienestar y el compromiso de todos con nuestras universidades, en su función fundamental de colaborar para crear mujeres y hombres libres y mujeres y hombres empleables, ha de ser permanente. El verdadero cambio de modelo económico cada vez más ha de pasar por I+D+i+d. Creemos firmemente en el principio constitucional de autonomía de la universidad y libertad de cátedra, su capacidad para estructurar de manera autónoma la tarea académica, en un ambiente en el que se potencie la eficacia científica y docente. Todo, no como un privilegio, sino como un derecho del cual hay que dar siempre cuenta.

Una buena proporción de las iniciativas investigadoras de España nace en las universidades y dentro de ellas en las facultades de ciencias de la salud. Los estudios demuestran que en ellas se forma un 70% de nuestra producción científica y el trabajo de nuestras actuales generaciones de universitarios es altamente demandado fuera de nuestras fronteras. Falta carrera investigadora como tal y su desarrollo. Es fundamental que la reforma que se ha anunciado en el sistema universitario tenga que partir de una verdadera reflexión sobre el futuro de estas instituciones y nos lleve a sacar conclusiones sobre el motivo por el cual ninguna de ellas aparece en los conocidos rankings de Shanghái entre las primeras 200 del mundo. Aunque hay departamentos universitarios que tienen nivel mundial. Por ejemplo, los de trasplantes. Resulta incompresible, por tanto, que exista en nuestro país en estos momentos un Ministerio de Universidad con su ley y un Ministerio de Ciencia e Innovación con su Ministerio correspondiente. Eso hace que sea muy ineficaz. Seguir así es no respetar la evidencia científica.

Necesitamos internacionalizar nuestra universidad y nuestra investigación para que tenga valor añadido y se aplique con éxito a otros campos productivos, siguiendo un modelo de responsabilidad social corporativa, optimización fiscal, fondos éticos, mecenazgo, etc., que permita que las empresas y los ciudadanos puedan implicarse en proyectos destinados a revertir en la sociedad. Una vía importante es la política de patentes y su mantenimiento para desarrollarlas que en nuestro país es muy deficiente y de escasa cuantía. El proceso de Bolonia que ha uniformado planes de estudio y sistemas en toda Europa, ha supuesto un importante avance, pero es necesario ir a más. También es de suma importancia el espacio de investigación europeo y la libre circulación del conocimiento que nace en el Tratado de Lisboa con el cual colaboramos y que hay que desarrollar en su plenitud.

Lo demuestra el caso concreto de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, etc. donde la experiencia como estudiante es fundamental en un proyecto de vida, y donde existe una competencia sana e intensa entre todas las universidades. Se prima la movilidad y, para las familias de estos países, enviar a un hijo a estudiar fuera del domicilio familiar es concebido como una forma de crecimiento personal en busca de la mejor formación posible a través del hecho universitario. En España una política de becas correcta y ayudas debe ser un acicate importante en este sentido.

Aperturismo y competencia en los centros frente a la situación demasiado estática de la universidad española. La burocracia excesiva que afecta directamente a la función pública es un fenómeno que también aqueja a la propia universidad, que necesita marcarse objetivos y lograrlos. No vale la inercia como programación. Se lo dice alguien como nosotros que llevamos mas de 40 años (y nos sentimos orgullosos) en la universidad. Hay que cambiar el currículo de nuestras facultades de la salud, entre otros, y crear títulos dobles o triples para responder al cambio de paradigma de obligado cumplimiento como es la genómica, la medicina personalizada y de precisión.

Al igual que sucede en la empresa, en el mundo de la educación, las universidades españolas habrían de trabajar para ofrecer los mejores productos a sus potenciales usuarios, los estudiantes, y así responder a uno de los objetivos del hecho universitario de un país. El reto esta en la calidad y la competitividad entre el sistema español y nuestro entorno en cuyo sostenimiento colaboraría la sociedad civil a través de los pertinentes convenios y actuaciones conjuntas, como tienen que realizar los Consejos Económicos y Sociales de las Universidades. Tenemos que replantearnos esta reforma con sosiego y valentía, aprovechando el principio de libre circulación del conocimiento para racionalizar los recursos con los que contamos.

La riqueza que el sistema universitario puede generar es infinitamente mayor que el coste que puede representar, pues cada euro destinado a formación no se puede considerar un gasto sino una inversión de futuro que definitivamente marca la valía y desarrollo de un país.

*Catedrático. Doctor en Ciencias de la Información y Sociología. Portavoz de Ciencias en el Senado

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