visiones atlánticas

Gobierno ciborg

El mito de la inmortalidad invade cíclicamente los deseos del hombre y genera seres capaces de vivir eternamente. Desde el siglo XVIII, los “zombis del vudú haitiano” volvían a la vida por medios mágicos y en estado esclavo; cualquier persona por ellos mordida pasaba a ser zombi. En 1818, la inglesa Mary Shelley creó a Frankenstein, con partes de cadáveres a las que se insuflaba la vida. Eternos y dependientes como el Conde Drácula, Nosferatu y Jekill y Mr. Hide, de Robert Louis Stevenson (1880), un ser con un trastorno disociativo de identidades, bien y mal, humano y demonio. Desde 1960, el término ciborg describe una criatura compuesta de elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos, que le permiten mejorar tecnológicamente. El ser humano puede vivir en cualquier entorno incluso extraterrestre. La humanidad se aparta de la evolución mejorando la misma con la medicina y la tecnología. Crea especies nuevas artificiales, sin sentimientos, descargando sus conciencias en “tecnocuerpos”, superando vejez y enfermedad. En 2001, Una Odisea del Espacio (1965) de Stanley Kubrick y en la distopía Yo Robot (2004), Hall 9000 y VIKY son los ciborg centrales, que superando las tres leyes de la robótica, quieren acabar con la humanidad. Rebeldía ciborg, que volvemos a encontrar en Blade Runner (1982) de Ridley Scott, donde Harrison Ford se enfrenta al ciborg replicante Batty, que dominado por una extraña grandeza asume la defensa de los valores humanos. Como hace Schwarzenegger en Terminator 1 (1984), de James Cameron, ciborg enviado desde el futuro a proteger la vida de quien en el pasado engendró a quien sería libre, en un mundo dominado por los ciborg.
Crea el cine imágenes distópicas que nos acercan a una realidad distorsionada, como la española y su gobierno ciborg-Frankenstein, que diría Rubalcaba. Que luego de las elecciones andaluzas y el voto de castigo a sus políticas son incapaces de abordar una estrategia de acción coherente y unitaria. Dedicados cada uno a maximizar sus opciones electorales para mantenerse en el poder, buscando cada socio su supervivencia lo que nos aboca a una acción coactiva, desleal y centrífuga. Con la economía se agudiza la coyuntura, sin posibilidades de reducir los desequilibrios de deuda, inflación y gasto público y abordar las reformas estructurales que nos sitúan ya en la “estanflación”. Tanto más cuanto más tiempo se mantengan en el poder. Nuestro gobierno ciborg mantiene una posición ajena a la realidad. Ya que no aciertan a confiarla, siempre se puede cambiar la estadística y la contabilidad creativa, para lo que se ocupa el INE. Con capital minoritario se ocupa la estratégica INDRA, con un 25% de la SEPI pública, el 4% de Amber el fondo que controla El País en quiebra y la vasca Sapa con un 5%; vinculada a defensa, ciberseguridad y recuento de votos. Capitalismo de amiguetes en apuros, cuyas maniobras califica la CNMV de preocupante, luego de su desplome en bolsa. Se extiende la estrategia ciborg en una doble realidad paralela y contradictoria, que solo puede mantenerse pedaleando con el dinero que ya no se tiene y que la UE cuestiona.
Con el sistema de Pensiones en quiebra, que acumula un déficit de 100.000 meuros, no se aborda su regulación y se desoyen las recomendaciones del Banco de España y de la Airef. Este clima de polarización se incrementa resucitando a Franco, con más leyes sectarias y demoliendo la Ley de Amnistía de 1977, núcleo de la Constitución del 78, trasladando la ruptura hasta 1983, atendiendo a los votos de Bildu y penalizando con ello al Gobierno socialdemócrata de Felipe González. En el extremo, nuestro gobierno ciborg asume los conflictos y muertos en la frontera de Melilla, como lo haría cualquier gobierno de corte islamista o neocomunista, donde la vida individual nada vale y debe plegarse al estado. Con cuyas cesiones “nos hielan la sangre”.

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