por qué no me callo

La sombra

En la canícula asfixiante de la ola de calor que abrió este verano de par en par, el instinto que nos persigue desde que salimos de casa es encontrar una sombra. Hay una foto de un grupo de personas en nuestras calles refugiadas bajo un árbol en el rigor del mediodía. Como en la novela de Chamisso, llegamos a imaginar la compraventa de tan codiciado bien. Una sombra.


Si alguien nos vendiera una sombra, bajo 40 grados de solemnidad, no dudaríamos en comprársela. Andersen ideó una sombra inteligente, capaz de cruzar la calle y colarse en la alcoba de una vecina hermosa, hasta el punto de que su sombra terminó visitándole a él mismo ataviada con un lujoso traje. Y Galdós dio vida a una sombra que encarnaba los celos de un hombre afortunado con un matrimonio feliz.


Nunca estuvieron las espadas en alto como ahora. A la sombra del poder y de la oposición. A tal punto que Sánchez hoy anhela tener mando a distancia para desplazar a su sombra como en el cuento de Hans Christian Andersen, y opacar a sus adversarios que llegan a la tribuna, tras años de sequía, ardiendo en deseos de afearle los pactos con los abertzales, el iftar con Mohamed tras el Ramadán, la memoria democrática y la amnesia de los años de plomo etarra, la ley trans y el oro de Moscú.


Aunque no son tiempos de Negrín, al canario se le endilgó aquel sambenito dentro de su partido, el PSOE, y a Sánchez lo crujen los patriarcas socialistas: Guerra lo crucifica y González lo tilda de “mercenario”. Y a bordo de Ferraz hay estómagos desagradecidos que conspiran contra el líder tras ser defenestrados/as. Hoy todavía no hay quien le haga sombra a Sánchez en el PSOE, pero ya hay quienes ven su caída posible, como intuyó en el PP Cuca Gamarra. No será una Ayuso vs. Casado, pero haberlas haylas.


En el hemiciclo habrá una sombra en este debate, la de Feijóo, que se sentará en la bancada del Grupo Popular junto a Gamarra, pero no podrá hablar, como una estatua, pese a las consultas del PP a los letrados de la Cámara para que su máximo dirigente tuviera opción de intervenir en el Congreso con el pasaporte del Senado. La sombra de Feijóo tiene el poder del partido, pero Gamarra es más que nunca portavoz. Subirá al estrado portando la voz de su apuntador, y Feijóo hará comentarios en la sala de prensa maldiciendo el reglamentarismo que le roba los minutos de gloria en su mejor momento.
En el primer debate de la nación desde 2015 no interviene el jefe de la oposición, que permanece en la sombra, lo cual desluce. Pero tampoco Sánchez las tiene todas consigo. En el cuento de Galdós, a don Anselmo, el hombre celoso de su rival, tras creer cegarlo en un pozo con tierra y rocas, se le aparece la sombra temida y le dice: “Yo soy lo que usted piensa, su idea fija, su pena íntima”.

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