Los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 cumplen 30 años. 30 años de un antes y un después, de una oportunidad que España quería aprovechar para mostrarse al mundo, más después de la coincidencia, el mismo año, de la Expo de Sevilla. Los tinerfeños en Barcelona 92, y no solo deportistas, pudieron vivir de primera mano un momento para la historia, logrando recuerdos imborrables y vivencias que siempre quedarán en ellos.
Fueron los últimos Juegos Olímpicos sin Internet, del momentazo de la llama prendida gracias a la flecha de Antonio Rebollo, del Angolazo en baloncesto, del Amigos para siempre o de la concordia, llamados así porque, por primera vez desde 1972, no se prohibió la participación de ningún país. Esta es la historia de cómo vivieron varios tinerfeños en Barcelona 92.
Lorenzo Dorta, voluntario
Los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 tenían que llegar a todos los puntos del Estado, por lo que una buena forma de involucrar a todos, sobre todo a los más jóvenes, era captar voluntarios. La Dirección General de Deportes (DGD) del Gobierno de Canarias, como el resto de comunidades, convocó plazas para ello y el tinerfeño Lorenzo Dorta consideró que podía ser una buena experiencia, cumplimentando su inscripción.
Para poder acudir a los Juegos Olímpicos de Barcelona tuvo que completar un proceso largo, de dos años, tras los que fueron elegidos 50 voluntarios canarios: “Cada vez que había un acontecimiento como, por ejemplo, el Campeonato de Atletismo, íbamos a colaborar en todo lo que fuera posible, desde colocar vallas a recibir a los deportistas. Así empezó todo”, indica Lorenzo.
Ahora puede resultar llamativo, pero, en su caso, la labor que le tocó era importante. Mucho. “Yo estaba en el pabellón Sant Jordi, en la zona de recepción de mercancías. Teníamos que pasar el espejo por debajo de los coches para comprobar si había alguna cosa extraña en los bajos. Nos entrenaron en unos cursos de la DGD que hicimos de forma regular”.
Al llegar a Barcelona, eran alojados en casas particulares que también estaban en el programa de voluntariado. Desde por la mañana, se marchaban a la zona olímpica y, en el poco tiempo libre que les quedaba pudieron, por ejemplo, ver a leyendas del deporte en acción: “Tuve suerte, porque en el Sant Jordi se jugaban las finales de balonmano o voleibol, incluso de gimnasia deportiva: pude ver a Vitaly Scherbo, que logró seis de ocho oros posibles, algo que nadie ha igualado”.
Dorta recuerda que la organización los trataba “muy bien” con zonas de descanso, pudiendo comer dentro del pabellón, casi haciendo vida en él junto a algunas de las estrellas deportivas de la época. Incluso, de aquella experiencia, se formaron parejas: “Conozco gente que conoció a su pareja actual siendo voluntario en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Los lazos que se crearon en esa ocasión aún perduran. El ambiente de compañerismo fue increíble”.
Norberto Chijeb, enviado especial de DIARIO DE AVISOS
Para los medios de comunicación aquello también fue un acontecimiento. Norberto Chijeb ya escribía en la sección de Deportes del Decano, especializado en baloncesto. Fue la persona enviada por el periódico para cubrir aquellos Juegos: “Tuve la suerte de poder cubrir todo el evento, con algunos momentos inolvidables como la extraordinaria inauguración con Montserrat Caballé, Freddie Mercury y la La Fura dels Baus. Fue una de las mejores aperturas que se recuerdan de unos Juegos. Fue un día muy emocionante”.
Barcelona 92 fue “la mayor gesta del deporte español” hasta la fecha, con 22 medallas, 13 de ellas de oro, y muchos de esos logros fueron vividos en primera persona por Chijeb: “Estuve presente en la final de los 1.500, con la victoria de Fermín Cacho, los triunfos, muchos de ellos canarios, en Vela. Estuve viviéndolo y disfrutándolo”.
Uno de los grandes focos de aquella cita, también para los tinerfeños en Barcelona 92, fue la presencia del Dream Team estadounidense, el mejor equipo de baloncesto que ha visto nunca la historia: “España fue una decepción, estuve viendo la derrota con Angola, pero puede presenciar en directo un partido de aquel equipo mágico de Estados Unidos Es cierto que deportistas tinerfeños como Víctor Baute en boxeo, Carlos Santacreu, en vela, no tuvieron demasiada suerte, pero ya solo estar allí fue un hito”.
Pero, si para el deporte Barcelona 92 fue dar un paso adelante: ¿qué supuso para el periodismo? En el caso de Norberto Chijeb, por ejemplo, fue la primera oportunidad de lidiar con un ordenador portátil: “Me llevé a Barcelona el primero que tuvo DIARIO DE AVISOS, un Toshiba aparatoso, que nos regalaron en un viaje anterior, a Sevilla, con motivo de la Expo y los Juegos Olímpicos”.
Caso aparte, incluso queja 30 años después, eran los precios que la organización había fijado en las zonas designadas para que comieran los miembros de los medios de comunicación: “Las dietas del DIARIO eran bastante suculentas, estaban bien, pero no te llegaban porque, por ejemplo, pagabas 600 pesetas de la época por una caña y una butifarra. Joan Gaspart, que tenía la explotación de las cantinas, se puso las botas”.
Para él fue “una vivencia irrepetible” aunque espera que “no sean los últimos” que se celebren en España: “Por la edad que tiene uno ve difícil ver otros, pero quién sabe…”.
Héctor López, integrante de la selección española de voleibol
Siguen reconociéndolo pese a los 30 años transcurridos, pero muchos no saben que el actual director del colegio Cisneros fue, con 19 años, integrante de la selección española de voleibol a las órdenes de la leyenda cubana Gilberto Herrera.
España estaba clasificada como país organizador para el torneo de voleibol. Se estableció un plan olímpico de dos de duración, con concentraciones, para llegar de la mejor forma a la gran cita: “Gilberto cogió un grupo para hace una concentración permanente. Me llamaron para estar con ellos, tenía 17 o 18 años cuando comenzó la concentración. Era un jugador versátil, podía jugar, menos de colocador, en cualquier sitio, así que tuve la oportunidad”.
Héctor recuerda que fue un proceso “duro” porque no había un lugar de concentración fijo: “Estabas todo el día con la maleta a cuestas. Estabas diez días en un sitio, 20 en otro… Por toda España, Europa y el mundo. Había momentos en los que no sabías ya dónde estabas. Yo estudiaba en los hoteles, hasta en los baños, porque entrenábamos seis o siete horas al día”.
La dura preparación sirvió para llegar “como motos” a los Juegos Olímpicos. Lamentablemente, una lesión hizo que llegara diezmado a la cita: “En un amistoso contra Rusia B me noté un crujido en el hombro. No le di importancia pero eso hizo que tuviera que jugar infiltrado en los Juegos”.
Los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 supusieron un verdadero boom de ese deporte en España: “Ibas por la calle por Barcelona y salías a pasear y la gente te pedía fotos, autógrafos… Al regresar recuerdo que, estando en la cola del teleférico del Teide con unos amigos, dos niños pequeños se me acercaron para sacarse una foto conmigo. Cosas increíbles”.
Ahora, con el paso de los años, Héctor echa la vista atrás, reconociendo que, quizás, por su juventud, no fue conocedor de la dimensión que tuvo aquello: “No eres consciente de lo que estás viviendo. Gilberto nos lo repetía, nos decía que no sabíamos las puertas que se te abren tras jugar unos Juegos, pero nosotros lo que queríamos era entrenar y jugar; cosas de juventud. Pero jamás olvidaré cuando entramos al Sant Jordi, para jugar los cuartos contra Cuba, a la gente puesta en pie, miles y miles, ovacionándonos”.