Ayer escribí un artículo sobre la actitud de los sabios ante los descubrimientos asombrosos de los secretos de la vida. Una amiga muy apreciada que es profesora y científica me dijo: “No he conocido a ningún experto humilde y sí a bastantes sabios que sí lo son”. En realidad ha tenido más suerte que yo, porque no he conocido a ninguno, me refiero a los expertos, debido a que siempre se esconden detrás de un colectivo genérico al que es difícil identificar individualmente. Los expertos han pasado a ser un ente abstracto donde se concentra la voz de ese mago de Oz que pretende controlar nuestras vidas. Cada vez que hay que realizar una crítica o hacer una recomendación para orientar nuestro comportamiento adecuado, se recurre a ellos. Están hasta en la sopa, pero no están en ninguna parte. Antes se hacía alusión a un prestigioso economista, casi siempre premio Nobel, para acreditar el acierto de las decisiones, aunque esa opinión fuera minoritaria, lo mismo que sucede con Pérez Royo cuando los jueces dictan una sentencia que no satisface plenamente a todas las partes. También para hacer dudar de la independencia del poder judicial aparecen los expertos, como un tribunal que está por encima de todos los tribunales. Hoy leo esto en El País: “La UE blinda sus fronteras con sistemas de reconocimiento facial solo para no comunitarios. Los expertos alertan del alto potencial discriminatorio de esta tecnología”. ¿Quiénes son estos expertos que saben más que los funcionarios y los políticos que elaboran las normas comunitarias? ¿De dónde sale toda esta gente? ¿Hay un grupo de personas sobradamente experimentadas para marcarnos las pautas a seguir porque nos considera tontos a los demás? Si esto es así, por qué no dan la cara, por qué no son identificados uno por uno y se les reconocen sus extraordinarios méritos en un homenaje público para que todos podamos aplaudirles. Simplemente porque son un invento, un recurso para guiarnos por la senda del buen comportamiento sin que protestemos. Como vivimos en un mundo gobernado por los algoritmos, yo creo que los expertos son un algoritmo, una creación ficticia para avalar el camino de la corrección. A partir del descubrimiento cuántico son las estadísticas las que nos gobiernan, las big data que se analizan cada día en el universo digital, convertidas en las guías para la infalibilidad de las decisiones. En esto intervienen también los expertos, aunque no lo queramos pensar. Las estadísticas poseen un elevado riesgo de confundir al personal, pues en función de cómo se relacionen los datos puede ser un factor peligroso para sufrir un infarto de miocardio el hecho de calzar el 42. Piensen en esto detenidamente porque no es difícil coger el chiste. Me siento rodeado por los expertos, los expertos me atosigan, los expertos me asustan y me tientan cada día a la inquietud que solo se calma siguiendo sus estúpidas recomendaciones. Es decir, convirtiéndome en un sumiso ciudadano dispuesto a seguir a rajatablas sus consejos. En este mundo orweliano que estamos construyendo, esclavos de agendas para el futuro, deberemos seguir las órdenes de alguien a quien no vemos, del grupo anónimo que se esconde detrás del biombo, ese que está provocando el gran cambio sin que nos demos cuenta para ser cada día más títeres manejados por las cuerdas de un manipulador. ¡Cuidado con los expertos!