tribuna

Una calle para Margarit

Me dice un amigo de Faceboock que no entiende cómo en Santa Cruz no le han dado el nombre de Joan Margarit a una de sus calles. Este poeta rotundo e inconmensurable vivió en esta ciudad y aquí escribió su primer verso. Además, siempre la nombra con nostalgia en sus escritos que hoy han sido traducidos a los principales idiomas del mundo. Le he prometido que escribiría un artículo para llamar la atención de este hecho, en el convencimiento de que el Ayuntamiento podría tomar buena nota. Ignacio Aldecoa estuvo solo unas horas en la Graciosa, según me contó una vez en el Café Gijón, y en torno a ello se han realizado documentales y la pequeña isla ha experimentado un lanzamiento sin precedentes. Camille Saint-Saëns estuvo visitando la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria en los primeros años del siglo XX; fue nombrado hijo adoptivo y desde hace mucho tiempo da nombre a una elegante calle en el barrio de Ciudad Jardín. Margarit ha metido a Tenerife en sus versos y esto significa que la gente que lo lea, desde cualquier parte del planeta y en la lengua que sea, va a tener constancia de la relación del artista con una isla que lo subyugó y en la que casi nadie se acuerda de él. Margarit murió en 2021. Por fin se vino a reunir con el recuerdo de su hija Joana a la que dedicó sus versos más íntimos. En 2019 fue reconocido con el premio Cervantes, el más importante para un escritor en lengua española. Yo soy lector ferviente de su obra y aseguro que se trata de uno de los mejores poetas del panorama europeo actual. Al menos no conozco a otro que me impresione como él lo hace. Es la exactitud de las cosas bien armadas y bien dichas, igual que uno de esos edificios a los que no queda mas remedio que dejar en pie. Le conocí hace muchos años en Barcelona, en los sesenta, y siempre me pareció un hombre humildemente admirable, tan exacto como los cálculos que explicaba como profesor de la Escuela de Arquitectura. Estuvo en esos años en el Colegio mayor Sant Jordi, del que fui colegial. Recuerdo hablar con él en el Taita, el bar que frecuentaban Goytisolo, Modest Cuixart, Alberto Porta, Antoni Muntadas, José Antonio González Haba, Emilio Machado, Joan Guinjoan y tantos que se resisten a que el tiempo los meta en el cajón de los olvidos. No estaría de más que la corporación municipal le devolviera el cariño con que plasma en su poesía sus recuerdos entre nosotros con algún tipo de reconocimiento. Le prometí a mi comunicante de Faceboock que algo haría. De momento recomendar que lo lean. Estoy seguro de que el número de adeptos crecerá y sera un clamor que su nombre figure en nuestra memoria colectiva. Nunca he hecho estas cosas ni me gustan los procedimientos protocolarios, pero en este caso he cedido ante la rotundidad del personaje. No porque fuera una suerte para él sino porque así nos vendría a visitar la fortuna de rodearnos de las cosas buenas. El honor sería para Santa Cruz, no para el poeta.

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