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“Han matado a Bartolomé”: la trágica historia de un inocente asesinado en Tenerife

El 22 de septiembre de 1976, agentes de la Policía Armada acribillaron en el barrio de Somosierra al joven militante independentista Bartolomé García Lorenzo; la indignación y la rabia tomarían Santa Cruz de Tenerife
Bartolomé García Lorenzo
Bartolomé García Lorenzo y la puerta, de fina chapa de madera, que recibió 30 impactos de bala DA

Son las 11 de la mañana del 22 de septiembre de 1976. Bartolomé, de 21 años, ha ido a visitar a su prima Antonia a su casa de la Divina Pastora, en Somosierra, un barrio popular y obrero de Santa Cruz de Tenerife. En el exterior, algo les llama la atención, un importante despliegue policial. Dentro de la vivienda nadie se asusta, porque los rumores, que ya han llegado de la calle, dicen que buscan al Rubio, un conocido delincuente. Bartolomé no presta atención, no es nada que tenga que ver con él. Solo unos minutos después, cuatro balas han impactado en su cuerpo. Agentes de la Policía Nacional y de la Policía Armada habían acribillado la puerta de la vivienda cuando Bartolomé se encontraba tras ella. La Isla, los días posteriores, sobre todo el área metropolitana, ardería en medio de barricadas y protestas.

Bartolomé García Lorenzo estudiaba, a sus 21 años, Magisterio. Deportista, pertenecía a un grupo de montañismo y a la Asociación Deportiva 3 de Mayo, en la foto publicada en su momento por todos los diarios aparece son semblante sereno y mirada algo triste. Bartolomé era, además, un firme militante independentista. Eso no provocó que, al ver a la Policía Nacional y la franquista Policía Armada en la zona, se asustara. Había ido a ver a su prima y a la hija de esta, de solo unos meses.

En un momento determinado, suena el timbre de la vivienda. Él se aproxima a la puerta, la abre y ve a dos hombres, vestidos de paisano, empuñando metralletas. Su reacción, seguramente la más lógica, la que todos habríamos tenido, es la de cerrar con rapidez, momento en el que hasta seis agentes acribillan la puerta de contrachapado. Contabilizaron hasta 30 disparos.

“Algunas de las balas aparecieron en el patio interior, salieron por el otro lado de la vivienda”, señala hoy Carmen, una vecina del mismo edificio que, aún hoy, recuerda lo ocurrido: “Comenzamos a ver mucha policía, no sabíamos lo que pasaba, hasta que empezamos a escuchar disparos. Los vecinos nos tirábamos al suelo, alejándonos de las ventanas. Luego nos enteramos de lo que había ocurrido con este pobre niño, porque era casi un niño”.

Todo se sucede de manera apresurada. Bartolomé García, herido, pide, a gritos, un médico por la ventana, y su prima Antonia le ruega a los agentes que no le hagan nada. Estos dicen que lo llevarán a un centro hospitalario. En un primer momento, de manera interesada, corre el rumor de que Bartolomé iba armado, incluso que intercambió disparos con la Policía. Es mentira. Se trataba de un bulo con el fin de quitar responsabilidad a un ataque injustificado, que iba a desencadenar varias jornadas de protestas y disturbios en un ambiente de rabia e indignación.

“Bartolomé ha muerto”

Los médicos, a la desesperada, tratan de salvar la vida de Bartolomé. Operan hasta en dos ocasiones al joven, pero los doctores González Hermoso, Soriano, Toledo, González Miranda y López Mederos firman un comunicado que despierta escalofríos solo con su lectura: “Don Bartolomé García Lorenzo, presentaba heridas por arma de fuego en brazo izquierdo, pared torácica anterior izquierda y región abdominal superior derecha, con las siguientes lesiones: sección de la arteria humeral izquierda, herida superficial en hemitorax izquierdo y desgarro del lóbulo derecho del hígado, colón ascendente y tejidos blandos retroperitoneales. Presentaba, además, shock hemorrágico acusado de pronóstico grave”.

La Asociación de Vecinos de Somosierra-García Escámez, a la que Bartolomé pertenecía, exige justicia, critica la actuación policial y, además, pide “calma y serenidad” para todas aquellas personas que hubieran sentido “dolor” ante lo ocurrido. Bartolomé fallecerá a las 18.10 horas de la triste tarde del viernes 24 de septiembre de 1976. El dolor, tremendo, se transforma en indignación y esa indignación se iba a trasladar a las calles. No solo a las de Somosierra.

Titular de portada de DIARIO DE AVISOS el 24 de septiembre de 1976

“A lo largo de 1976 la situación social y política en Tenerife estaba muy tensa merced al ciclo álgido de luchas iniciadas por el movimiento obrero, a las reivindicaciones políticas de matriz radical (socialismo, autodeterminación, independencia) a la creciente suma a la militancia antifascista de amplios sectores populares que se habían mantenido hasta entonces
alejados de la política, a la emergencia de un movimiento vecinal (Polígono del Rosario) y ciudadano (manifestación contra la carestía de la vida), a las protestas estudiantiles en la Universidad de La Laguna contra la subida de las tasas académicas, todo lo cual puso en alerta y a la defensiva a grupos de pistoleros en el seno del aparato policial, del militar, y de los sectores ultraderechistas de la sociedad civil, con la anuencia de la oligarquía local”, recuerda Domingo Gari-Montllo Hayek, profesor de la Universidad de La Laguna y Doctor por la Universitat de Barcelona en su artículo Tanatopolítica bajo el Franquismo y la Transición.

Toma de las calles

Cuando a Somosierra llega la noticia de la muerte de Bartolomé García Lorenzo los vecinos se reúnen en asamblea en la plaza del barrio. En esa plaza, la de San Fernando Rey, en menos de dos horas, ya son 4.000 las personas allí concentradas, declaran el barrio como zona de silencio, decretando varias jornadas de luto para lo que se organizan piquetes en diferentes puntos de entrada a Somosierra para informar de lo sucedido y de la decisión tomada. A la misma vez, diferentes militantes independentistas y del movimiento obrero se desplazan a Tenerife a homenajear a su compañero asesinado.

El clima era tenso. Muy tenso. Ya entrada la noche, varios centenares de personas se dirigen al edificio del Gobierno Civil en la que va a ser la primera noche de disturbios tras lo sucedido, según narra Domingo Gari: “El enfrentamiento se desbordó por todo el centro de la ciudad. Decenas de vehículos antidisturbios y centenares de agentes bien pertrechados mantienen una dura batalla con los miles de manifestantes. Eran aproximadamente las doce de la noche. Los manifestantes dispersados y reagrupados en conjuntos más pequeños de entre doscientos y trescientos, atacan sedes institucionales apedreándolas”.

Ya de madrugada son miles los manifestantes que participan en la protesta antes de regresar a Somosierra, que mantenía un sentimiento de tristeza, indignación e impotencia, como narra Carmen, la vecina anteriormente citada: “No entendíamos nada de lo que había ocurrido con ese chico. La gente, además, tenía mucho miedo y quería que se hiciera justicia. Muchos se quedaron en casa por miedo a la policía”.

25.000 personas fueron al entierro de Bartolomé García Lorenzo cuya misa se celebró en la iglesia de San Fernando. Organizaciones obreras, de educación, civiles, deportivas, colectivos feministas… Todos quisieron estar al lado del joven y su familia, pidiendo que se esclarecieran los hechos. Tras acompañar al cuerpo sin vida de Bartolomé, otra vez miles de personas se manifiestan en el centro de Santa Cruz de Tenerife, donde se vuelven a registrar disturbios. El 27 de septiembre quedaría declarada una huelga general.

El seguimiento a esa huelga fue muy numeroso. Barricadas cortaban varios de los accesos por carretera a Santa Cruz de Tenerife, que, una vez más, fue tomada por la Policía y, aunque hubo sectores que descartaron las concentraciones por “no contaminar a sus obreros” la realidad es que, según recoge Domingo Gari: “El informe del Gobierno Civil habla de paralización absoluta de la vida ciudadana el día 27”.

Somosierra, tal y como recuerda Carmen fue “tomado” por la Policía y la Guardia Civil -paradójicamente el padre de Bartolomé era un teniente retirado de este cuerpo-, y el ambiente de “miedo y tensión” creció, sobre todo porque los disturbios por toda la ciudad, incluso en La Laguna y el Puerto de la Cruz, no cesaron.

Con el paso de los días esa tensión, tan presente a lo largo del relato, fue descendiendo. La memoria de Bartolomé, el joven estudiante de ojos tristes, fiel independentista y amante del montañismo, continuó en el recuerdo de un barrio, Somosierra, olvidado por los políticos pero que supo mantener presente el relato de unos días que sacudieron Tenerife por el asesinato de un inocente.

Solo dos años de inhabilitación a los culpables

La explicación oficial del asesinato de Bartolomé fue la confusión con Ángel Cabrera El Rubio, uno de esos delincuentes catalogados de leyenda, autor del secuestro y posterior asesinato de Eufemiano Fuentes Díaz, pero la militancia de Bartolomé dentro del movimiento independentista canario, muy fuerte y con gran poder de movilización durante aquellos años, provocaron que muchos no acabaran por creer el relato, considerándolo un asesinato político dentro de una Transición que ha querido trascender como pacífica pero que, según datos fundamentados, pudo costar la vida de entre 600 y 700 personas por la violencia política. Finales de 1970 y principios de los 80 fueron los Años de Plomo españoles.

Los policías fueron condenados a solo dos años de prisión con supresión de todo cargo público, profesión u oficio, pero, según relata Domingo Gari, “los agentes implicados ascendieron regularmente en sus puestos siguiendo el escalafón correspondiente, como si nunca hubiesen sido condenados y perdido por ello las posibilidades de ascenso”. Uno de ellos sería ascendido a escolta de Ernest Lluch, ministro de Sanidad en el gobierno socialista.

Debido al ambiente de protesta en Tenerife, aquellos hombres fueron trasladados a Madrid y recibidos por cientos de agentes, en señal de apoyo, en el aeropuerto de Barajas entre aplausos. Ya en los años 80 la Audiencia de Tenerife los condenó, pero posteriormente las responsabilidades fueron declaradas extinguidas, siguiendo todos en activo siendo, además, promocionados dentro del cuerpo, esto fue posible al ser le aplicada la Ley de Amnistía de 1977, la primera norma aprobada por un Parlamento que había sido elegido previamente de forma democrática desde que acabó la Guerra Civil.

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