tribuna

El IVA del gas

Pedro Sánchez ha anunciado la bajada del IVA del gas, del 21% al 5%. Es cierto que el líder de la oposición viene insistiendo en esto desde hace tiempo y que así se evita abordar ese asunto en el próximo debate en el Senado, pero no lo es menos que el canciller Scholz ha dicho lo mismo después de la reunión del consejo de Gobierno a la que nuestro presidente acudió como invitado. Hay pequeños matices, aunque en la práctica viene a ser lo mismo. Nosotros lo haremos de octubre a fin de año, con la posibilidad de prorrogarlo, y en Alemania se llevará a cabo hasta marzo de 2024. Es una magnífica noticia este acercamiento de posiciones en algo que se viene reclamando todos los días. No sé si con esto se conseguirá bajar la tensión en una campaña abierta de ataques mutuos, pero eso sería lo deseable. Según parece, al mismo tiempo se intenta moderar a la vicepresidenta Yolanda Díaz que está empeñada en revolucionar el gallinero alentando a los sindicatos contra la patronal. Alguien le ha dicho que se esté quieta, que no está el horno para bollos, pero esto no es más que un aviso de que la calle se convertirá en un infierno si no gobierna la izquierda. Ya Tezanos no pregunta por la plataforma de la gallega, de la que ya se ha caído Mónica Oltra, ni Redondo hace pronósticos sobre la nueva figura fulgurante e irresistible del panorama político español. La cosa se ha amortiguado bastante. Yo creo que es por eso por lo que hay tanto oleaje en un momento en que lo recomendable es mantener las aguas tranquilas. A nadie le conviene. A Sánchez tampoco, porque el argumento de un pacto de Gobierno soliviantado le viene muy bien a la oposición. Alguien debería advertir a los ministros que han salido en tromba, que moderen sus ataques, que la estrategia ha cambiado, que hemos vuelto de Alemania con una inyección de socialdemocracia para intentar recuperar el espacio perdido. Me alegro sinceramente de que esto sea así, porque lo único que he hecho durante estos últimos años es clamar por el entendimiento. El compromiso de esta legislatura, en el que se ha perdido buena parte del esfuerzo, es procurar convivir con una coyuntura inevitable, en la que no se vislumbra más salida que repetir la fórmula. Eso es lo que no quieren los españoles, la repetición de la jugada en una situación sin salida. Aunque no se manifieste así, avenirse a la bajada del IVA es un acercamiento a posturas que hasta ahora se consideraban antagónicas, alumbrar que existe otra forma de entender la política, sin necesidad de representar el segundo acto de Esperando a Godot, cuando todos sabemos que Godot nunca vendrá. Aguardar un imposible es desesperante, y lo que hemos vivido hasta ahora lo es, porque no existe un futuro a la vista, y, si lo hay, este no sería aceptable en ningún caso. La entelequia del bloque de investidura bien podría llamarse pacto de las costuras, donde se ha construido un patchwork con hilvanes tan flojos que amenazan con descoserse al primer tirón. España no está para reproducir una vez más esta situación de provisionalidad permanente, por eso me alegra que, por primera vez, Gobierno y oposición se pongan de acuerdo en algo tan importante como bajar el IVA. No importa que después se aduzcan argumentos de parte para vestir al santo, lo que interesa es el hecho de coincidir en una medida necesaria, la haya propuesto quien la haya propuesto. Para mí es una gran noticia, aunque no consuma gas ni, por vivir en Canarias, en mi casa necesite calefacción. En eso Dios nos vino a ver, a pesar de que luego suframos el aislamiento de la distancia, que no es tan malo como dicen. Quizá eso es lo que nos hace ver las cosas desde un prisma más sereno y próximo a la realidad. La cercanía deslumbra y los que creen tener la verdad porque están frente a ella, pierden la visión del conjunto.

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